31 jul 2016

ABOLIR LOS JUECES... (1 y 2)









1

Hace un tiempo contamos cómo terminó la historia de la ciudad de Nunca Jamás, hoy veremos cómo comenzó. Recordemos que la ciudad tenía un régimen político igualitario y todos vivían felices y pacíficamente, entre otras razones porque originariamente no había jueces. Pero pocos saben por qué no había jueces.

En realidad, hubo jueces, pero se extinguieron rápidamente, y ningún nuncajamaceño quiso hacer alguna campaña en contra de la extinción de semejante especie.

2

Cuenta la leyenda que una tarde, a pocos años de fundada la ciudad, la población nuncajamaceña se reunió espontáneamente en la plaza del lugar, y que se escuchaban fuertes y enardecidas expresiones populares. 

La plaza estaba repleta de hombres, mujeres y niños. Quienes nada decían, mostraban mucho interés por el asunto y asentían dando su aprobación a cada manifestación.

—¿Qué se puede hacer con todos ellos?

—¡Hay que echarlos de Nunca Jamás!

—¡Quieren violar la política igualitaria!

—¡No quieren contribuir trabajando un día mensual para el fondo nuncajamaceño como todos nosotros! ¡Dicen que se lo impiden sus nobles y delicadas tareas! ¡Y que es por el bien de todos nosotros!

—¡Y quieren que nosotros los ayudemos a hacer su trabajo!

—¡Dicen que si trabajan un día como jueces, la ciudad los debe alimentar y cuidar como a todos los demás nuncajamaceños aunque no vuelvan a trabajar nunca más... !

La indignación popular que provocó la reunión espontánea de los habitantes se debía al desafortunado suceso ocurrido esa mañana. Un juez había ordenado que se azotara a una mujer que no quiso realizar una tarea ajena a su trabajo...

3
Las manifestaciones de indignación popular continuaron hasta que habló una joven muchacha.

—Estimados nuncajamaceños: parece que todos estamos de acuerdo en que el sistema de jueces que adoptamos cuando se fundó esta ciudad no nos agrada. Es más, personalmente yo diría que me desagrada por su arbitrariedad e injusticia. El sistema de jueces, además, nos cuesta demasiado dinero, algo más de N$J 20.000 mensuales, sin dar un servicio razonable a cambio, y malgastando recursos que podríamos destinar a necesidades aún no satisfechas. Como si con esto no alcanzara, los jueces están reclamando una serie de privilegios —que denominan “sus derechos”— que ningún otro nuncajamaceño tiene, y que atentaría contra la idea central de nuestra comunidad política: la igualdad. En consecuencia, considero que debemos reemplazar el sistema de jueces por otra manera de resolver nuestros conflictos con los demás. Si están de acuerdo con esto, les propongo que nos volvamos a reunir mañana para analizar las propuestas que cualquier nuncajamaceño interesado pueda elaborar y presentar ante nosotros...

La muchacha hizo una pausa y se escucharon expresiones de aprobación en toda la plaza. Los habitantes asentían con gesto de aprobación. Luego de su pausa, la muchacha terminó su discurso.

—Parece que hemos logrado un acuerdo. Les propongo, entonces, que nos volvamos a reunir mañana, y veremos las posibles propuestas.

Nuevos gestos generales de aprobación, y la gente comenzó a marchar hacia sus hogares.

4
Al día siguiente...

Pasado el mediodía, uno a uno, los nuncajamaceños fueron llegando a la plaza. Estaban todos allí, muy interesados en las propuestas que se presentarían. Los padres estaban acompañados por sus hijos, incluso los más pequeños. Ese día, nadie dejaba sus hijos al cuidado de otra persona, para permitir que todos estuvieran presentes en un asunto tan importante para la vida de los nuncajamaceños.

En verdad no todos, pues los pocos funcionarios que existían no podían intervenir en la toma de decisiones generales que adoptaría la comunidad. Mientras fueran funcionarios, siempre provisorios, ni siquiera podían presentar propuestas ante la plaza reunida, para evitar que las propuestas sean demasiado interesadas o que solo atiendan a la coyuntura, sin pensar en el futuro.

Finalmente, cuando ya estaban todos, un ocasional portavoz de la asamblea llamó a silencio y convocó a los habitantes a que presentaran sus propuestas. Hubo de todo esa tarde.

—Propongo que los azotes se den por adelantado al acusado. De ese modo, cuando se lo encuentre culpable ya ha cumplido la pena...

—¿Y si es inocente?

—Bueno, se lo declara inocente y se le piden disculpas...

...

—Propongo que elijamos a nuestros jueces mediante un órgano especial convocado al efecto...

—¿Integrado por quiénes?

—Por los propios jueces, ¡por supuesto!

...

—Propongo que los conflictos no se resuelvan mediante una audiencia pública...

—¿Y cómo se resolverían?

—Por escrito, ¡así los jueces tienen más tiempo para reflexionar!


5

Y así continuaron hasta que le tocó el turno a la joven. Con todas las miradas sobre ella, comenzó.

—Les pido que me tengan un poco de paciencia, y que antes de preguntar algo me escuchen.

Luego de señales de asentimiento en el público, explicó su propuesta.

—Propongo abolir a los jueces, ya que en todo este tiempo no han podido garantizar mínimamente un sistema con un nivel de razonabilidad aceptable. Además, el sistema de jueces es carísimo en relación a la cantidas de conflictos que debe resolver. Propongo, en cambio, que se establezca un sistema sin jueces, en el cual los conflictos se resolverán por medio del azar.

Ahora sí había captado la atención de los nuncajamaceños...

—Pareciera que nuestros jueces suelen ser inequitativos casi por definición, y sus decisiones son imprevisibles porque las toman por color político, por la cara del demandante, por el dolor de cabeza que tienen a la hora de resolver, por lo arbitrarios que son, por ser amigos del abogado que representa al demandante. Todas estas pautas, como acordarán conmigo, son injustas, además de incontrolables. El sistema que propongo, en cambio, solo depende del azar, equitativamente, pues no dependen de ningún otro factor. Tiramos una moneda, si cae “cara”, gana el demandante; si cae “ceca”, gana el demandado.

—¿Y siempre debe haber un demandante y un demandado?

—Sí —continuó la joven—. Un demandante y un demandado, o un acusador y un acusado. De esta manera, en primer lugar, garantizaremos que no haya caso si no existe un conflicto que espera respuesta. Además, para desincentivar las demandas y acusaciones frívolas, los demandantes, si pierden, deberán pagar en N$J la misma cifra que reclaman, y los acusadores, si pierden, recibirán la misma cantidad de azotes que corresponderían al acusado.

—¿Y quien custodiará la moneda encargada de resolver?

—Nadie, se utilizará cualquier moneda. Pero se garantizará la independencia de la decisión haciendo resolver al primer extranjero que pase por el puente que permite ingresar a nuestra ciudad. El caso solo demorará, entonces, lo que demore en llegar un extranjero a Nunca Jamás. Por larga que pueda ser esa espera, no alcanzará ni la décima parte del tiempo que los jueces se toman actualmente para resolver nuestros conflictos. ¿Y por qué debe ser un extranjero? Porque ningún miembro de nuestra comunidad puede ser realmente ajeno a los conflictos de sus vecinos y, por lo tanto, independiente. Además, estaría mal que así fuera, pues demostraría el desinterés del funcionario por aquellos conflictos que debe resolver. Ésa es una idea errónea de independencia y de imparcialidad, una ficción que los jueces usaron por años para justificarse a sí mismos. De ese modo, la independencia estará segura.

—¿Y qué tiene de justo este nuevo sistema?

—Su propia injusticia. Ello hará que ante la existencia de un conflicto, debamos resolverlo entre las mismas partes de ese conflicto. Somos adultos, debemos ser capaces de sentarnos ante quien supuestamente nos ha agraviado y, en un régimen político como el nuestro, encontrarle una solución entre ambas partes. Este sistema es prácticamente gratuito, es totalmente previsible en su imprevisibilidad, nos iguala a todos ante las leyes de la probabilidad, es mucho más sincero porque no pretende resolver sobre la base de lindas palabras irrealizables. Y lo mejor de todo, no genera una casta de privilegiados que decide los destinos de nuestros habitantes.


Y entonces se aprobó la propuesta por unanimidad. Y desde entonces, ya no hay jueces en Nunca Jamás.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola. Soy un lector de la página y quería hacerle llegar, relacionado al tema del post anterior, este artículo que leí hace poco y me gustó mucho.

http://www.politicajudicial.com/el-juez-gemignani-los-elefantes-y-la-maquina-de-la-verdad/

gracias y saludos!