10 may 2014

FALLECIÓ CARMEN ARGIBAY, LA PRIMERA MUJER EN LA CORTE SUPREMA EN UN GOBIERNO DEMOCRÁTICO




Carmen Argibay, primera mujer designada como jueza de la Corte Suprema de Justicia de la Nación por un gobierno constitucional, falleció hace unas horas en el Instituto del Diagnóstico. Una gran pérdida.

Una frase afortunada que define su comprensión del rol de quienes ejercen la jurisdicción:

"Yo siempre lo digo: la tarea de un juez de la Corte es antipática por naturaleza porque, para ser un buen juez, nuestro primer deber es ser desagradecidos con quien nos nombró. Estrecharle la mano con educación, agradecerle el cargo, y no volverlo a ver".

Durante la dictadura militar, estuvo nueve meses detenida en Devoto, sin imputación, juicio, ni proceso. "Me vinieron a buscar la madrugada del golpe, a las tres de la mañana, y me tiraron la puerta abajo a tiros. En nombre de querer defender la Constitución, ellos la pisotearon. La secuestraron el 24 de marzo de 1976 y quedó a disposición de PEN. Fue dada de baja por la Cámara (era Secretaria) por ese motivo y tal decisión fue confirmada por la Corte Suprema de entonces.

Designada como Jueza ad litem para el Tribunal Criminal Internacional para la ex Yougoslavia. Fue asignada a un caso el 1º de noviembre de 2002.

El 30 de diciembre de 2003 fue propuesta como Ministra de la CSJN, y prestó juramento el 3 de febrero de 2005.

Una gran mujer que admiraba a Mafalda y desconfiaba de la doctrina de la arbitrariedad. Así lo expuso Gustavo Arballo en su blog.

 
Lo interesante es que Argibay propicia que la Corte tenga menos poder, y no más. Con el pretexto de la arbitrariedad, dice, lo que hace la Corte es revocar sentencias que le disgustan. “En esa situación no se repara en los detalles: no parece importante que no haya caso federal, que la resolución impugnada resulte de la interpretación de leyes locales que no afectan los principios de la Constitución Nacional ni leyes federales, ni que el recurso de que se trate carezca de las más elementales formas procesales o de fundamentos razonables”.

“En una palabra la decisión de la Corte de utilizar la doctrina de la arbitrariedad para conocer en alguna causa ha venido a mostrar que en sí misma es arbitraria, ya que no puede predecirse cuándo la aplicará y cuándo no lo hará. La lectura desapasionada de los fallos por arbitrariedad que han proliferado en los últimos tiempos permite deducir que subyace una (y casi) única razón para abrir esos recursos: la sentencia sujeta a revisión ha hecho una interpretación de la ley que es distinta de la que preconizan los ministros de la Corte”.


“La tendencia aperturista sin límites atenta también contra la seguridad jurídica. Esta radica en la previsibilidad de los fallos que, por cierto, no debe confundirse con inamovilidad o imposibilidad de rever la jurisprudencia. ¿Cómo puede exigirse previsibilidad si la doctrina de la arbitrariedad es la que domina más de la mitad de los recursos que admite la Corte, si la falta de reglas claras torna aleatoria la decisión de admitir el recurso o rechazarlo?”


Sobre su oposición a lo autoritario se puede ver esta nota.





Cuando organizamos el I Congreso Federal  de Derecho Penal, allá en 2007, con la Asociación Pensamiento Penal, una de las invitadas fue la ministra Carmen Argibay, que compartió mesa con Perfecto Andrés Ibañez.

Carmen Argibay con Perfecto Andrés Ibáñez y Luigi Ferrajoli en el Salón de Actos


Recuerdo que Carmen Argibay, antes de ingresar al Salón de Actos, donde fue su conferencia, nos pidió si podíamos cuidarle su bolso, en donde tenía su notebook. Como yo permanecía fuera del Salón de Actos todo el tiempo, quedé de custodio de tan valioso bolso. Un par de amigos a quien les dije qué era ese bolso que estaba cuidando celosamente [imagínense tener que decirle a Argibay que alguien me lo afanó mientras yo lo cuidaba] me dijeron —en joda, por supuesto— para encenderla y leer sus proyectos de votos de casos pendientes. Cuando todos salieron del salón de actos, le devolví a la ministra su valioso bolso, y le conté lo que habían dicho algunos anónimos amigos. Ella me miró sonriendo y me dijo:

—Querido Bovino, ¿vos creés por ventura que en esa computadora hay algún documento relacionado con mi trabajo? No sabía que eras tan ingenuo...



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Así fue la anécdota Albert, doy fe. Y te agrego algo más, poco después de ese congreso me la cruzo en la Corte y, después del saludo, le dije: eligió bien a Bovino para cuidarle el bolso, al fin de cuenta solo podía faltarle algún cigarrillo...
y ella me contestó sonriente: tomé la preocupación de sacarlos....

Saludos
Seba.-

Rosalinda dijo...

Que bien Albert tu comentario con los conceptos claros en su profesión y su sentido del humor. Ambas cosas permitirán que su paso por esta vida quede imborrable.