Entre tantos cruces algunas cosas nos pueden ir quedando claras.
Una de ellas es que desde un Gobierno se puede gozar tanto de una justicia dominada en tiempos de amplio caudal político como sufrir cuando el poder merma. Hoy la Presidenta descubre que los jueces que durante años acompañaron “sin tarifar” al Poder Ejecutivo le dan vuelta la cara. El silencio en el pasado desacredita sus palabras de hoy.
Además, la afirmación generalizada pone en la misma bolsa al “juez de la servilleta” y a aquel que ha dado sobradas pruebas de independencia y valentía (como es el caso de Horacio Cattani). La Presidenta jugó a des-tiempo y de modo des-leal.
La segunda involucra al Poder Judicial, por cuanto las denuncias por “presiones” del Poder Ejecutivo, muchas veces esconden la defensa corporativa de la “familia judicial” que prefiere esconder verdades conocidas por todos los que tienen contacto con las causas donde están en juego grandes intereses. La corrupción judicial en Argentina es condición necesaria para que prospere la impunidad de la corrupción (política o empresarial, por ejemplo). El saqueo de la privatizaciones –por caso- sólo fue posible gracias a jueces muy propensos a definir como "cuestiones políticas no justiciables” a ciertas prácticas sistemáticas de latrocinio al pueblo argentino.
La tercera conclusión involucra al Poder Ejecutivo y también al Judicial. Efectivamente, podemos decir que al Gobierno no le gusta que lo controlen (ni la justicia, ni el Ministerio Público, ni la OA, ni nadie), como tampoco le gusta al Poder Judicial que lo hagan (ni las ONG´s, ni la clase política, ni los medios, ni nadie). El tibio (para ser generosos) funcionamiento actual de la Oficina Anticorrupción y de la Fiscalía de Investigaciones Administrativas son muestras de ello.
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Algo similar podría decirse que ocurrió en la causa AMIA, sin embargo nunca hubo una autocrítica por parte de los Magistrados por la vergonzosa actuación de jueces y funcionario judiciales.
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Los jueces dispuestos a dar la cara a la sociedad son pocos, muy pocos. Tal vez por eso encuentren tan poco eco para defender sus posiciones ante palabras tan inoportunas y ofensivas como las de la Presidenta. Señores jueces, una recomendación: ustedes, que suelen decir que son los únicos que no tienen hinchada, tengan en cuenta que si no quieren irse de la cancha bajo una lluvia de silbidos por lo menos no le griten sus goles a la tribuna contraria.
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