7 nov 2009

BRUZZONE SALE EN DEFENSA DE LOS JQDC

A LA PROVOCACIÓN DE BÖHMER OTRA PROVOCACIÓN DE UN JQDC








En primer lugar debe quedar claro que, actualmente, soy un JQDC.

Antes fui un S(ecretario de juzgado)QDC y, también, un F(iscal)QDC.

Genéricamente puedo decir que hace 22 años, soy un F(uncionario) J(udicial) QDC.

Leí la nota de Martín Böhmer y aunque me parece ligero que se generalicen consecuencias sobre la aislada opinión de un magistrado inglés (y si es el que aparece en la fotografía mucho más), la provocación lanzada es muy oportuna para ingresar en un debate más amplio y que, los que queremos a la universidad pública, especialmente la UBA, nos debemos hace tiempo.

Prácticamente, la única actividad rentada extra que se autoriza en Argentina a los jueces es la docencia universitaria. ¿Está mal? Más allá de lo magro de la remuneración, por lo menos en el nivel público, adelanto que si bien creo que no está bien, tampoco considero que esté tan mal o sea tan extraña, como para generar el "desconcierto por la obviedad" (?) que la pregunta le generó al colega inglés, de quien desconozco sus datos como para googlearlo y así enterarme un poco mas de su performance como magistrado full time en la totalidad de los aspectos de su vida.

También puede ocurrir que el colega inglés se identifique con aquellos jueces, de los que en nuestro país hay un montón, que consideran que lo que se resuelve en tribunales no tiene nada que ver con lo que se enseña en la facultad. Que dar clases es una pérdida de tiempo y que las abstracciones que debaten los juristas ninguna consecuencia práctica tienen.

Quiero contarles que esta categoría, la de "JQnoDC", es la mayoritaria en Argentina y estimo que en otras partes del mundo es igual.

Y hasta donde recuerdo —corregime Alberto si no es así— Bovino y su círculo de influencias, siempre fueron esmerados críticos de aquellos funcionarios judiciales que no tienen idea de lo que se está discutiendo en la universidad, o sin la formación correspondiente para a acceder a cargos jurisdiccionales, como cuando divulgaban, a través de la legendaria (e incómoda para leer en el colectivo) versión papel de la revista "No hay Derecho", los CV de los ministros que el ex presidente Menem proponía para integrar la Corte Suprema ampliada a comienzos de los '90. ¿Remember Nazareno? Pregunto: ¿podríamos decir que Nazareno fue mejor ministro de la CSJN de lo que hoy lo son Highton de Nolasco y Zaffaroni por ser, también, profesores y aquél no?

No me consta que en Inglaterra sea incompatible legalmente el ejercicio de la magistratura con la docencia universitaria o, en forma más amplia, ser docente de alguna disciplina que puede coincidir o no con la enseñanza del derecho. Pero dudo que exista algo por el estilo, por lo menos en los términos y con la extensión en que nos lo presenta Böhmer de boca del "sorprendido" colega inglés, ante la "exótica" (¿?) pregunta de si también era docente (disculpen la informalidad bloguística, pero si fue cierta la sorpresa que Böhmer dice que tuvo el colega inglés, no puedo menos que calificarlo de pelotudo. No pongo en crisis que sea un gran juez, el mejor del Reino Unido, pero desde las posibilidades de adjetivación que tenemos los argentinos y para que no haya dudas al respecto, claramente, ese muchacho es un pelotudo).

Digo eso, porque a estar a la forma terminante en que el juez inglés plantea la cuestión, el hecho de ser juez nos impedirìa todo otro tipo de actividad por fuera de la magistratura.

Un juez no podría ser escritor de ficción, poeta, maratonista, integrar la comisión directiva de la asociación argentina de origami, pintor, referí de hockey sobre césped, miembro del consejo de administración de su consorcio, videasta, numismático, etc., etcétera.

Si bien el juez es juez todo el día, no me parece mal que se relacione y comprometa con la sociedad en la que vive llevando a cabo otras actividades sociales o individuales, aparte de la magistratura. Es más, pareciera saludable que se integre a su comunidad como cualquier mortal, que se apasione por algo más que resolver sus casos, pese a su recoleta condición de juez.

La opinión del juez inglés amigo de Böhmer me hace acordar a la de aquellos que sostienen que los jueces no deben tener ideología política o, sin llegar a ese extremo, sin preferencias partidarias; un sinsentido que tuve oportunidad de escuchar muchas veces, casi tan alejado de la realidad como seguir sosteniendo que "los periodistas son objetivos" cuando brindan información o comentan la realidad sobre, por ejemplo, un dato aislado, sin corroboración alguna, y que se presta a cualquier interpretación.

Un ejemplo podría ser relatar lo siguiente: "Hace un tiempo, en la embajada de Bélgica, una jueza belga sostuvo que el día previo a dictar una sentencia no se debía tener sexo, por la distracción que representa en la magna tarea de realizar el derecho una actividad tan intensa como la sexual...".

De ello cualquier Chiche Gelblung puede armar un programa entrevistando juezas de distintos fueros preguntándoles sobre el tópico.

Desconozco al detalle cómo se encuentra regulada la cuestión en esas otras partes del mundo donde ser profesor universitario es una actividad profesional, bien remunerada y con un importante prestigio social que no requiere de trabajos adicionales para poder vivir con la tranquilidad y protección material que representa dedicarse a la actividad académica, especialmente en el mundo anglosajón.

Pero para citar dos ejemplos continentales, la vaga noción que tengo de España y Alemania —donde ser profesor universitario, aparte de ser un cargo público bien remunerado, es una actividad prestigiosa— me indica que hay categorías de profesores; genéricamente:

a) los de tiempo completo; y

b) los otros.

Los primeros no pueden ejercer la magistratura como tampoco la abogacía (Böhmer/Bovino/etc.: tampoco la abogacía; el énfasis me pertenece).

Los otros sí, con categorías específicas, excepciones y demás cuestiones que no es del caso socializar en este lugar, pero que seria bueno tener en cuenta para poder dar un debate con alguna seriedad.

La generalización del comentario de Böhmer indicaría que:

"En todos los juzgados a cargo de JQDC el trabajo se demora".

O de mayor extensión, tipo tapa de Clarín:

"Dicen que el retraso y demoras en la solución de causas ingresadas en el sistema de administración de justicia se debe a que los jueces dan clases".

Para el ejemplo belga se diría, sin objetarlo, que las juezas no deben tener sexo el día previo a dictar sentencia; claro que si lo hacen todos los días, su vida y goce sexual se vería disminuida sensiblemente. Un problema para las chicas juezas y/o sus parejas...

Obviamente que debemos ser críticos de aquellos jueces que dedican casi todos sus esfuerzos a la actividad académica por sobre las tareas judiciales, preparando clases, escribiendo artículos o viajando por invitaciones a congresos varios. Si por estos motivos los juzgados a su cargo se ven resentidos en su actividad, deberíamos decirlo puntualmente, llegando a denunciarlos si fuera el caso. Pero generalizar es un problema.

Desde que soy juez de cámara mi actividad docente se ha visto modificada, mucho más con la oralidad de las audiencias en los recursos de apelación y todos los días me pregunto si corresponde que siga siendo profesor. Por ahora sigo; pero no descarto dejarlo, y eso que la carga horaria concreta es solo de 3 horas semanales divididas en dos días.

Y trato de hacer las cosas, en ambos lados, lo mejor que puedo. Es más, y aunque me equivoco todo el tiempo y se puede cuestionar lo que decido o enseño, creo que me desempeño adecuadamente en los dos ámbitos.

Como yo, la mayoría de mis colegas jueces y profesores, que son muchos.

Pero debo reconocer que me gustaría ser profesor de tiempo completo. Tener mi despacho en la facultad; dedicarme sólo a dar clases y a investigar, escribir, estimular a los estudiantes a disfrutar de lo que hacen y esas otras cosas que representa ser docente de tiempo completo.

Pero soy profesor de la Facultad de Derecho de la UBA y ello es imposible, por lo menos, de momento.


La verdadera pregunta, la verdadera cuestión —para mí— que se esconde atrás del comentario de mi amigo Martín Böhmer, es ¿por qué la Universidad de Buenos Aires es una universidad amateur?

No puedo evitar (re)decir que la biblioteca de la Facultad de Derecho es un claro ejemplo de su condición altamente amateur.

¿Por qué hay tantos profesores que cobran una remuneración insignificante y no menos profesores (muchísimos menos) cobrando sueldos dignos que les permitan dedicarse de tiempo completo a la enseñanza universitaria?

¿Por qué no hay un circuito nacional conformado por los profesores que integran todas las universidades nacionales que puedan ir haciendo su carrera en uno u otro punto del país?

En cierta medida, algunas universidades privadas le van ganando la partida a las nacionales por el carácter altamente profesional que exigen de sus profesores que, generalmente, son reclutados de los mejores cuadros que genera la UBA; esto nos tendría que hacer reflexionar, máxime si en muchos casos no les permiten —por contrato— siquiera asistir a un seminario en las universidades estatales. Se forman en la estatal y enseñan en las privadas con dedicación exclusiva... Un tema.

Claro que en un país donde un ministro de economía les dijo a los investigadores del CONICET, ante un pedido de aumento de partidas para investigación, que "se fueran a lavar los platos", poco puede agregarse.

En realidad ese ministro (Domingo Felipe Cavallo) representa acabadamente los intereses culturales de aquellos que añoran a esa Argentina exclusiva y racista de finales del siglo XIX, donde el hijo del zapatero debía ser zapatero y no abogado; los que piensan que la educación es un gasto y la investigación una pérdida de tiempo, y que apuestan a la universidad privada por el negocio que representa y por el más estricto control de los contenidos en que son formados los alumnos en contra de la diversidad variopinta que debe regir la enseñanza unversitaria estatal, torna incompatible un modelo de universidad pública profesional como el que nos merecemos.

De momento, discutir si los jueces deben dar clases o no, es secundario. Y aunque creo que no deberían hacerlo —como supuestamente ocurre en la Inglaterra del colega inglés amigo de Böhmer—, prefiero que lo sigan haciendo hasta tanto la UBA, y el resto de la universidades nacionales, no pongan las cosas en su lugar, crezcan, maduren, dejen de ser egoístas y estén a la altura de los tiempos convirtiendo la enseñanza universitaria estatal en altamente profesional en todo sentido.

¿Y si damos ese debate Martín?

Tal vez Bovino y yo dejemos de dar clases en la UBA, pero seria bueno que alguna vez ocurriera...

Gustavo A. Bruzzone

9 comentarios:

Raúl Soria dijo...

Genial nota y excelente punto de vista el de Bruzzone, me supera la gran conceptualización genérica de FJQDC.
Al respecto, uno de los mejores profesores "amateur" que tuve fué justamente un funcionario judicial, no entrenado para prevaricar.
Buen punto de vista en buena hora

Agustín Eugenio Acuña dijo...

Durísimo el comentario de Bruzzone.

Sin embargo, aunque coincido en líneas generales quiero marcar que Gustavo manda una chicana cuando dice que el juez no podría "integrar la comisión directiva de la asociación argentina de origami".

Zaffaroni dijo algo al respecto de esto como que el día que se saque el permiso de enseñar y ser juez, las facultades quedan vacías.

Yo creo que el miedo que tenemos al ver la universidad llena de puros académicos, teóricos, es que tengan todo lo que AB (creo, si no entiendo mal) el complejo de Rock Hudson.

El problema es de fondo muchachos. A mí no me importa quién enseñe, a mí me imnporta que enseñe bien, así sea Juez de la Corte, empleado judicial o abogado. Creo que ese es el criterio. Ahora, ¿qué es enseñar bien? Eso es otra historia...

Gonza dijo...

Con todo el respeto que me genera Bruzzone por su capacidad y su dedicación, la respuesta comete (a mí entender) algunos errores.
MB no dice "el juez no puede hacer otro cosa que ser juez". MB dice -y coincido- que la tarea de juez es una tarea de dedicación exclusiva, que demanda una cantidad importante del tiempo de una persona. Y que la tarea de docente de la facultad demanda de otra importante cantidad de tiempo. El tiempo presenta entonces un escollo muy difícil de sortear. No es razonable que un juez, que ocupa un puesto de la trascendencia institucional, diga por un lado "tengo expedientes atrasados" y por el otro lado "doy clase dos veces por semana en la UBA". Disiento fuertemente con Bruzzone cuando dice que "la carga horaria concreta es solo de 3 horas semanales divididas en dos días" en referencia a la facu. En tres horas no se puede -con el grado de responsabilidad que sé que le dedica- preparar las clases, armar exámenes, corregirlos, organizar trabajos prácticos, corregirlos, actualizarse, etc. Es eso o hacerlo de manera irresponsable. Ni hablar si encima se expone con alguna regularidad en congresos u otras reuniones académicas. No son tres horas.
Respecto a la comparación entre Nazareno y Zaffaroni, no es seria. Entiendo que no querramos dar nombre (no, no quiero), pero todos conocemos a más de un juez cuyo juzgado/sala tarda eternidades en resolver un asunto, pero todos los días atiende a un seminario o congreso distinto. O que tiene una comisión en el grado, una (o dos) cursos en los distintos posgrados de la UBA, pertenece a comisiones de redacción de revistas jurídicas, son jefes de departamentos en la UBA, etc.
Coincido con lo que dice Bruzzone respecto a lo "amateur" de la UBA y su análisis respecto a las universidades privadas. Pero creo que esta es una discusión que vale la pena dar. No es secundario preguntarnos que hacen nuestros jueces, a qué se dedican, cuánta de su energía ponen en los despachos. Personalmente estoy un poquito cansado de ver grandes juristas que consiguen una beca en el Poder Judicial (o MPF o MPD) para ganar allí lo que no paga la facu.
Aclaro que no hablo de Bruzzone, a quien respeto, pero creo que MB tiene un punto.

Anónimo dijo...

Comparto lo que dice Gonza. Incluso, también en el respeto que merece Bruzzone como funcionario y como profesor. Pero una cosa es dar las clases de "Taquito" (como el Beto Alonso -sé que no le va a gustar la comparación a GB-) y otra es preparar un programa de estudios, que se renueve, corregir exámenes, brindar material a los alumnos -principalmente a los de posgrado que por nuestra edad ya contamos con menos tiempo disponible-, y tantas otras cosas que hacen a la cursada de una materia.
Y coincido con Bruzzone en que la falencia que se observa en los profesores por no ser exclusivamente eso, no es solamente de funcionarios que dan clases, sino también de abogados. El notable atraso que personalmente he padecido -y sigo padeciendo- para la entrega de unas calificaciones demuestra que le asiste razón a Bruzzone en este punto.
De otro lado, la función pública -jueces, fiscales, secretarios- se ve resentida sin dudas, pues es innegable que "los trabajos" se mezclan; principalmente en tanto el de la docencia se lleva a tribunales (también en esto incurren los que son alumnos). Ni que hablar de la asistencia a Congresos o Seminarios que hasta han generado la suspensión de juicios orales, dependiendo de ese juicio la libertad de una persona. Seguramente, podrá decir Bruzzone que si un funcionario tiene todo al día (aunque creo que no hay nadie que pueda decir que tiene todo al día, y si lo tiene, siempre el servicio se podrá maximizar) no hay nada para criticarle; sin embargo, en mi opinión, en ese caso el tiempo dedicado a la docencia (entendamos que no es sólo ir a dar clase, como bien lo resaltó Gonza) será escaso.
También, creo importante destacar que el que se queda en tribunales a sacar trabajo -que es el laburo de la función judicial: solucionar casos- al final termina siendo "un pelotudo" (sí, como el juez inglés), porque el que va a dar clases suma porotos por dos vías (docencia y laburo), mientras "el pelotudo" ve el anochecer desde su oficina en tribunales.
Y para rematarla, y tal vez agregar algo que no dijeron (confieso que no leí todos los comentarios, así que si ya se dijo, disculpen la reiteración), me parece francamente inaceptable que se autorice -como ocurre- a jueces a dar clases en horario de tribunales, por más que sea un solo día a la semana.
Sin querer desmerecer ni agraviar a nadie y aceptando que el sistema es así y seguirá así, creo que la crítica que se hace a los profesores que no son full time es correcta, aunque lamentablente caigan en la misma bolsa personas que -como Bruzzone- a todas sus actividades le pone todo lo que puede dar (es el famoso jugador que deja todo en la cancha -un Pelado Almeyda diría yo-). Pero el día seguirá teniendo 24 horas y eso es irremediable.
Desde ya disculpas por si a alguien lo ofende mi opinión.
Fernando Ovalle.-

Anónimo dijo...

tuvimos un juez de la corte que era escritor de ficción.

Agustín Eugenio Acuña dijo...

No entiendo este último comentario.

Roberto Carlés dijo...

Comparto la inquietud de Böhmer, pero mucho más el realismo de Bruzzone (aunque ojo, con 3 horas por semana no hacemos nada...) Creo que el mayor problema que tenemos en el ámbito académico no es que haya profesores que sean jueces (o que ejerzan la profesión o se dediquen a cualquier otra cosa que obste a la dedicación exclusiva a la docencia), el problema es que la dedicación es mínima en la mayoría de los casos. Más allá de las ausencias y de la delegación de obligaciones en ayudantes docentes, hay poca dedicación y poca preparación. Y no me refiero a la crítica que recientemente se ha sentido en la UBA sobre la falta de doctorados de algunos docentes, porque en algunos casos no los tienen y son juristas e intelectuales con todas las letras. Pero también creo que no podemos excusarnos en la falta de tradición en la investigación o en los escasos incentivos... si tomamos la decisión de dedicarnos a la vida académica, no tenemos por qué esperar mejores condiciones que un antropólogo o un fisiólogo (que junta becas y horas de clase como miguitas para armarse un sueldo). La diferencia está en que tenemos una profesión que nos habilita a hacer una carrera por fuera de la universidad. Y creo que en algunos casos, tanto la carrera puede dar una experiencia que redunde en una visión menos abstracta de la materia a la que nos dediquemos, como el estudio y la formación permanente seguramente nos haría mejores abogados y mejores jueces, y en esto disiento con Böhmer. Estoy haciendo mi doctorado en Europa, y veo como muchos (la mayoría) de los profesores ordinarios o producen artículos en serie (material prescindible, nada original, copiado y pegado, lo cual es lógico, podemos tener ideas una vez cada tanto pero no cuatro por semana), o están absortos en cuestiones administrativas, logísticas, políticas... y aquí, como sabemos, la dedicación suele ser en casi todos los casos exclusiva. Los concursos y los cargos también se negocian, entonces, no me queda más que pensar que la calidad de los docentes dependerá siempre del compromiso y de la honestidad intelectual de cada uno y de la propia Universidad en asegurar la calidad de la enseñanza, empezando por escuchar, en primer lugar, la opinión de los alumnos al respecto.

Anónimo dijo...

Bueno, parece que la CSJN leyó el último párrafo de mi comentario del 11/11/09 a las 21.25 y sacó la Acordada que se publica en el blog. Tengan en cuenta que mi comentario es uno o dos días antes de la Acordada de la CSJN.
Mmmmm, tengo miedo de decir algo y que la CSJN lo reglamente. Si alguien quiere algo, por favor, me lo hacen saber que yo lo posteo acá y dénlo por hecho.-
Fernando.- (el miembro externo de la CSJN)

Marcelo Mónaco dijo...

Coincido con la necesidad de profesionalizar la docencia no solo en Abogacía sino en todas las carreras de las Universidades Públicas (ojo que la UBA ya no está sola en esto de "fabricar" profesionales) . No me parece incompatible el ejercicio de la profesión de Juez, de Fiscal o de Abogado (mi caso) con la docencia. Es más, diría que lo incompatible es ejercer esas profesiones alejado del mundo académico como suele ocurrir con el 90 por ciento de nuestros egresados. El objetivo de abandonar el amateurismo en la docencia es una decisión política de la propia Universidad y en esto creo que debemos poner las cosas negro sobre blanco: el gobierno mayoritario de la UBA desde 1983 hasta hoy estuvo -y está- en manos de los amigos radicales, de los nefastos liberales de la UPAU, de los socialistas (como en el Centro de Estudiantes de Derecho ) y de los militantes de la izquierda troskista (FUBA). Si faltan debates institucionales sobre "¿quienes y cómo dan clase?" no es debido a la injerencia del Poder Ejecutivo de turno aunque a veces producen un efecto muy negativo las expresiones de desdén como ocurrió en la noche neoliberal de los 90. En síntesis, hasta que la Universidad convoque a ese debate los invito a participar en los Encuentros Anuales de la Asociación Argentina de Profesores de Derecho Procesal Penal y en su hermana Asociación Argentina de Profesores de Derecho Penal desde las cuales intentamos canalizar estas inquietudes, tal como se hizo hace un mes con la presencia del propio Martín (y la lamentable ausencia de Alberto) en Mendoza.
Gracias por el espacio y las reflexiones.