CÓMO LLEGAR AL CONVENTO Y NO MORIR EN EL CAMINO...
4:30 AM. Ciudad de
Guatemala, Av. Reforma y Novena Calle. Estuve a punto de tirarme en la cama y
dejarme desmayar, y que a las 10 AM hablara Montoto sobre la pena de muerte.
Afortunadamente apareció mi conciencia y me obligó a preparar un traje, camisa
y corbata, para poder llegar a Antigua listo para la charla.
4:33 AM. Puse el
despertador como a dos metros de la cama y después sí, hasta llegué a
desvestirme antes de desplomarme en la cama como una bolsa de papas.
4:35 AM en
adelante… Dormía y soñaba. Soñaba que estaba en una celda y que quería salir,
pero nadie me escuchaba ni me veía... solo faltaban el juez y el psiquiátrico
para que mi profecía se autorrealizara... Desde la pequeña ventanita enrejada
que tenía la mugrosa celda en la que había entrado por mi propia voluntad, se
escuchaba la alarma que se le pone a los carros para que los ladrones queden
medio sordos...
Había calculado,
antes de acostarme, que el viaje hasta Antigua demoraría alrededor de una hora.
Así, para salir bañado, trajeado y desayunado tenía que levantarme a las 9 AM.
9:35 AM. En mi
sueño, la maldita alarma seguía sonando y… ¡¡¡estaba en un 8º piso, y el
parqueo de mi edificio quedaba del lado contrario al de mi departamento!!! ¡No
había auto con alarma! Como de costumbre, había incorporado el insoportable
sonido del despertador a mi sueño y por ello lo dejé sonar… abro los ojos y veo
que el reloj marcaba las 9:35, y ahí me dio un ataque de pánico. Celular no
tenía, mi notebook estaba en Antigua, en el convento, y
yo no tenía el número de teléfono de la madre superiora.
9:40 AM. Prescindí de
pegarme una ducha, y mientras saltaba en una pierna e intentaba ponerme la
media en la otra, en dirección a la cocina, me caí como el boludo que era,
volví a acordarme de la madre superiora, y asumí mi condición masculina. Sólo
las mujeres pueden hacer más de una cosa a la vez, nosotros somos mucho más
limitados en ese aspecto.
9:47 AM. Hice
“Ooooommmmmm!”, me puse la media, me levanté como si tuviera dos horas antes de
salir. El intervalo lúcido me duró treinta segundos, corrí a la cocina, tiré al
piso todo lo que encontré camino a la cafetera… y no había ni un filtro de
café.
9: 49 AM. No sabía
si llorar o ir a Antigua a ahorcar a la madre superiora, conquistar el
convento, destrozar todos los relojes y declarar, como primer acto de gobierno
laico, el anti-toque de queda: que todas las monjitas entraran y salieran
borrachas y a la hora que les diera la gana.
9:50 AM. ¡El taxi!
Todavía no pedí el taxi… “¡No pido ni mierda!”, me dije. Bajo, y si no
encuentro taxi, le diré a la madre superiora que los designios del Señor son
misteriosos, que no sé por qué razón Él no me quería en Antigua.
9:55 AM. Subo a un
taxi que manejaba a ritmo local. Primero quedé como un terrible maleducado,
pues allí pedir las cosas como las pedimos los argentinos es una tremenda falta
de respeto. Después me descubrió y se convenció de que en realidad era un
enajenado. Eso fue cuando empecé a gritar que acelere o que recaería sobre
ambos la ira divina y, sobre todo, la ira de la madre superiora.
10:35 AM. Llegamos
en tiempo record. El taxista aún se está recuperando del pánico que le provocó el
viaje y mi locura. Dicen que cuando anda solo por la calle, mira por encima del
hombro para asegurarse de que no lo persigue la madre superiora…
10:36 AM. Me tiro
del taxi, me olvidé de pagarle a este pobre buen hombre, vuelvo corriendo, le
tiro los dos o tres billetes que habíamos pactado, giro de 180 º y vuelta a la
carrera. Llegó a la puerta del convento, giro el picaporte, todo esto sin
detenerme ni a respirar. Y la madera de la puerta me detuvo, que para eso
estaba allí. Empecé a tocar el timbre, la campanita o lo que sea que hacía las
veces de timbre.
10:37 AM. Miré al
cielo y le dije a Él: “sabés que como no creo en vos nunca te jodo ni te pido
nada… pero facilitame alguna!”. Y allí terminó mi monólogo con este Señor.
10:38 AM. Se abre
la puerta y me dirijo a mi cuarto como una exhalación. Lo que me detuvo esta
vez fue una panza más grande que la mía. ¿A quién me habría chocado? ¡Al
mismísimo jefe minuguo, el buen juez Lorenzo!
Miré para arriba indignado con Él y Lorenzo
me empezó a decir que había estado preocupado, que a dónde andaba, que qué me
había pasado, y otras huevadas que no eran asunto de su competencia.
10:38 AM. Sin
pensarlo, y extrañando frenos inhibitorios que nunca tuve, conté toda la
historia —solo me me ahorré lo del puticlub…—. Lorenzo
me miraba, y jamás comprendí su expresión… Hasta que otro amigo uruguayo
intervino y quebró el silencio:
- Bovino, no te creo ni una palabra…
- Decime una cosa,
¿vos creés que a esta hora del día me da la cabeza para inventar una historia
tan absurda?
THE END
Epílogo. Ese día hice la exposición con lentes negros puestos.
Afortunadamente, tenía la charla bien preparada, así que logré darla
razonablemente. Eso sí, se me hizo interminable. Y mis amigos minuguos, cual
castigo divino, me hicieron muchísimas preguntas que debí contestar.
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