"Mujer fumando", de Fernando Botero
La persecución europea llegó a ser
"bastante" virulenta. A mediados del siglo XVII, el Zar Miguel
Fedorovitch ordenó que se torturase a todo fumador hasta que confesara el
nombre de su proveedor, y que se les cortara la nariz a los dos. Por esas
fechas al sultán Murad IV le gustaba sorprender a los hombres fumando, incluso
en el campo de batalla, y castigarlos con decapitación, desmembramiento o
mutilación de pies y manos. Hacia fines de siglo, en 1691, la región alemana de
Luneberg decretó la pena de muerte por mascar, inspirar nasalmente o inhalar
humo de tabaco.
Un poco antes, en 1642, la "Cum Ecclesia" del Papa
Urbano VIII excomulgó a los usuarios de tabaco en cualquier lugar próximo a las
diócesis y sus anexos, sin duda pensando en los clérigos. Ocho años después,
cualquier uso del tabaco estaba prohibido en Baviera, Sajonia y el cantón de
Zúrich. En 1640, reinando el último Ming en China, el tráfico y consumo se
castigaba con estrangulamiento. El Shah de Persia decretó también pena de
muerte. El Zar Alexis Mijailovitch insistió en torturar a cualquier fumador
hasta que declarase de quién recibió la droga, manteniéndose la mutilación de
la nariz.
En Sajonia, en Transilvania y en Saint Gall, en los Países Bajos y en Suecia también se ilegalizó con medidas de distinta severidad. En Berna todavía existe la "torre de los fumadores" donde la clase alta tenía vía libre para meterse humo, mientras se les prohibía a los plebeyos. tan aborrecible como el tabaco.
A pesar de
ello, antes de que terminara el siglo XVII el hábito de fumar o mascar la
planta invadió todos los continentes. No hay en los anales de la humanidad una
costumbre que se disemine tan amplia y rápidamente. La cantidad de fumadores
enseguida hizo gravar fiscalmente el tabaco, empezando en España, y luego se
fueron decidiendo el resto de los países que mientras no eran productores o
importadores lo veían mal, y luego lo fueron viendo mejor.
También el Vaticano reconsideró su actitud de excomunión En 1725, Benedicto XIII decidió aceptar "la embriaguez seca", como entonces se conocía el hábito , para "evitar a los fieles el espectáculo de eclesiásticos escapando del santuario para irse a fumar a escondidas"… era un tipo práctico Benedicto.
Extracto de esta nota.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario