El Observatorio Antidifamación religiosa así lo confirma. Ello pues:
• Nadie combate algo que no existe
• Los ateos han confesado que el "probablemente" lo utilizaron porque no pueden probar que él no exista
• Así lo reconoce el artículo 19 de la Constitución Nacional
• Así lo reconocen los billetes de dólares estadounidenses
• Así lo afirmarán los evangélicos en su campaña anti-atea
Si recurrimos a esta noticia ha sido porque queríamos señalar el absurdo de determinados criterios normativos cuando se refieren a la publicidad comercial. En primer término, ni los ateos ni los creyentes están haciendo una campaña comercial. Por otro lado, aun si fuera cierto que se trata de una publicidad comercial, ello tampoco autoriza la censura. Estamos tan domesticados en las restricciones ilegítimas a la libertad de expresión, especialmente en el ámbito de las expresiones comerciales, que ni siquiera este ejercicio nos permite salir del tema propuesto y analizar la cuestión desde el punto de vista de la libertad de expresión. Y es justo destacar que si bien algunos sectores religiosos actuaron de manera claramente democráticas(*), los muchachos del Observatorio no solo no quedaron satisfechos con la autocensura atea, sino que van por más, quieren perseguir penalmente a los descarriados. ¿No se habrán enterado de que la Inquisición Española ya quedó fuera de servicio?
Para Tomás: No creo que sea como decís sobre el antagonismo entre "no existe" y "existe". Decir "vivir en Entre Ríos es lindo", y decir: "pero mejor es vivir en la sierra", no significa que vivir en Entre Ríos no sea bueno.
Solo nos gustaría señalar que no todos los creyentes han reaccionado de igual manera. En este sentido, debemos destacar una nota publicada en El País, que es un magnífico ejemplo del respeto por el disenso.
En una nota titulada "dignidad de la fe, dignidad del ateísmo" en El país (13/1/2009), Javier Otaola escribe:
"Las opciones religiosas y metafísicas, creyentes o increyentes, son apuestas personales, es decir, juegan efectivamente con un factor de probabilidad que el gran cristiano y matemático Blas Pascal ya analizó en el siglo XVII. Como todas las apuestas, cada uno las hace a su riesgo y ventura.
Si la existencia de Dios fuera una evidencia, no sería motivo de fe, ni de apuesta. Se trata por lo tanto de un terreno propio de la libertad de cada uno, y su plausibilidad debe discutirse en el ámbito de la sociedad civil. Personalmente, yo prefiero hacer una apuesta creyente, por problemática que sea, pero creo que tan legítimo es hacer una apuesta atea o agnóstica. Y no creo que haya nada de incorrecto en que los ateos publiciten sus opiniones y las defiendan argumentadamente en el ámbito de la sociedad civil, del mismo modo que lo hacen las diferentes opciones religiosas, por cierto, de manera mucho más masiva. No es competencia de los poderes públicos en una sociedad abierta y democrática pronunciarse sobre cuestiones de esa índole, sino garantizar la convivencia de todos en un marco de derechos y deberes equitativamente establecidos.
Será en el seno de la sociedad civil, y no en el marco de la representación política, donde se podrán discutir las cuestiones de orden religioso o metafísico, y en ese juego de mutuas interpelaciones, cada uno tomará sus propias decisiones. Ahora bien, deberemos aceptar deportivamente la inevitable puesta en cuestión que inevitablemente nos producirá esa libertad de opinión y de pensamiento, y ese contacto con los otros. En el seno de una sociedad abierta caben perfectamente diferentes alternativas de sentido, filosóficas, metafísicas y religiosas, siempre que acepten las reglas del juego de la democracia.
A mí todo esto me parece, además de muy democrático, muy evangélico, ya que, en contra de lo que las tradiciones eclesiales suelen decir, el texto evangélico relativiza radicalmente todas las pertenencias y todos los dogmas religiosos, y sitúa por encima de todo una sola cosa: la compasión como fuente última de salvación. Y si no, leamos lo que dice Mateo 25: "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui huésped, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí". En todo caso, disfrutar de la vida es un buen consejo para todos" (*).
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