Cuando el síndrome de BALATÓN está presente, desaparece la posibilidad de interpretar los reveses como la evidencia misma de que la estrategia es mala. El fracaso será observado más bien como la confirmación del acierto del rumbo adoptado con la salvedad de que los recursos eran insuficientes o que la faltaba entusiasmo. Un buen ejemplo de esta situación fue la decisión adoptada en los años 50 por los políticos húngaros de sembrar cítricos a orillas del lago BALATÓN. La posibilidad de rectificar el rumbo adoptado fue aniquilada cuando, asignando la fuerza de un desafío bélico, los gestores del proyecto decidieron ignorar la predicción de un experto para quien las plantaciones no tolerarían el frío de la región.
Cuando finalmente el desastre se produjo, los funcionarios acusaron al experto de traicionar el proyecto: su avieso propósito fue evidente desde un principio; su interés en el fracaso de la empresa explicaba el desastroso resultado. Este interés - razonaron los funcionarios- se hizo evidente al anunciar el fracaso. Lamentablemente el Síndrome de "Balatón" no es patrimonio exclusivo de los húngaros.
Jaime MALAMUD GOTI, El poder desarticulan y los discursos de emergencia: el caso de la guerra contra las drogas.
El proyecto, que solo contó con dictamen de la Comisión de Justicia y Asuntos Penales y no con el de la Comisión de Educación, como sería de esperar - no define que se entenderá por “situación de riesgo”.
Sin embargo se establece que los ingresantes, ya sea que opten por incorporarse en condición de alumnos permanentes o concurrentes tendrán derecho, en ambos casos, a recibir alimentación y vestimenta en el lugar donde desarrollen su formación, por el período en que estén afectados al Servicio. Los ciudadanos ingresados en condición de alumnos permanentes recibirán, además, alojamiento en la unidad que se afecte al Servicio. Cuando se tratare de instalaciones de las Fuerzas Armadas, deberán respetar los reglamentos de éstas, referidos a normas de convivencia.
Agrega el proyecto que durante su permanencia en el Servicio Cívico Voluntario, los alumnos percibirán mensualmente, en carácter de beca de estudio, una suma que no podrá ser inferior al monto de tres asignaciones familiares por hijo, es decir, no inferior a $ 540.
Lo todavía más llamativo del caso es que las propias Fuerzas Armadas han hecho saber su rechazo a la medida. Así un informe del Departamento de Política Institucional de la Secretaría General del Ejército, había señalado que:
“no es posible identificar la conveniencia y oportunidad de llevar adelante la aplicación del Servicio Cívico Voluntario en dependencias de las Fuerzas Armadas y por personal de dichas fuerzas, teniendo en cuenta que ello implicaría la desnaturalización del instrumento militar, principalmente por las consecuencias sobre la organización, la utilización de los recursos humanos, materiales y presupuestarios de las Fuerzas Armadas y en especial a la luz de las tareas y responsabilidades propias y naturales del ámbito militar, que no incluye la enseñanza formal de adolescentes y jóvenes ni la capacitación en oficios”.
Saludable posición del Ejército reconociendo no estar capacitados para la enseñanza de jóvenes.
Y entonces me preguntaba:
¿Por qué existiendo en nuestro país un servicio de educación pública nuestros legisladores se ven impulsados a la creación de un programa de estas características, aún en contra de la opinión de quienes en definitiva deberán encargarse de desarrollarlo?
Buscando alguna respuesta que conjugara "seguridad", "niñez", "educación" me acerqué a mi biblioteca y lo primero que encontré fue: Los “salvadores del niño” o la invención de la delincuencia de Anthony M. Platt, pero era tarde, el sueño me vencía y no pude leer más que el epígrafe que encabeza la obra:
Dice una máxima, trillada pero cierta, que es más fácil y mejor prevenir el mal que curarlo; y en nada es más cierta esta máxima que en relación con la delincuencia. Destruir la simiente del crimen, secar sus fuentes, matarlos en el huevo, es mejor que la represión, y aun que la reforma del criminal. Pero pese a todo cuanto pueda lograr el sistema de instrucción pública mejor organizado y administrado, siempre quedará un considerable remanente de niños (en los Estados Unidos actuales no pueden ser menos de medio millón) a los que no lleguen estos sistemas. Su indigencia, su vida vagabunda, sus depravados hábitos, su condición harapienta e inmunda, impiden que los admitan en las escuelas ordinarias. De esta clase de desharrapados es de donde se están reclutando continuamente nuevos criminales, y así seguirá siendo mientras se permita su existencia. Nacieron para el crimen, y para él los criaron. Hay que salvarlos.
ENOCH WINES (1880)
Otro día con mas tiempo habrá que ponerse a pensar qué pasa.
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