Los responsables
El objeto de
análisis y discusión de esta entrada y de las dos anteriores no es todo el
lenguaje jurídico (ver La redacción de las resoluciones judiciales y Las palabras y los jueces). Tampoco
es todo el lenguaje propio del litigio de casos. Nos limitamos a cuestionar
aquella parte del discurso judicial (no de las partes) que constituye la jerga
propia de los jueces, que es ajena al lenguaje necesariamente técnico de las
resoluciones.
Las “fojas”,
los “Cimero Tribunal”, los abusos del gerundio, las frases que comienzan con
“que”, no son exigencias del lenguaje técnico del discurso jurídico. Son elementos
de un dialecto propio de los jueces que cumplen funciones no declaradas. Ese
dialecto es construido por los jueces y es utilizado cotidianamente para
comunicar sus resoluciones.
Podría
decirse que los abogados litigantes también somos responsables de su creación,
pero no es así. El litigante no le habla a la parte, le habla al juez. El
lenguaje de un escrito puede determinar la complejidad del objeto de discusión
sometido a resolución del juez, o hacer que el juez no lo comprenda, pero no afecta, por ejemplo, la manera de
conjugar los verbos de la resolución judicial que decidirá la disputa, ni
obliga a terminar cada párrafo de esa decisión con un “.-”. Tampoco resuelve
los planteos del litigio con fuerza jurídica, ni tiene el poder de configurar
este dialecto. La característica del dialecto de los jueces es que establece jerarquías, construye los
derechos de las personas y oscurece el contenido del trabajo del poder judicial.
Las partes carecemos de ese poder.
No está
vinculado con la mayor o menor justicia de la decisión, esto es, con el fondo
de lo que se resuelve, ni con los aspectos técnicos y teóricos de su discurso. No
depende de las técnicas de litigio de las partes y su ámbito de desarrollo y
acción, además, es el del procedimiento escrito y burocrático.
El mejor ejemplo
Felipe Fucito, en su trabajo Digresiones sobre el discurso judicial
analiza un fallo de cámara sobre derecho sucesorio. Se reserva el nombre del
culpable de perpetrar el voto que analiza. El autor del engendro, a nuestro
juicio, no puede ser otro más que el juez Bellucci.
Firme la procedencia de la acción
intentada, empero el coheredero actor finca su protesta en dos aspectos del
“dictum” con los que disiente: a) la errónea actualización de los australes
recipiendados por la condenada... En escueto pedimento de fs. 23 vta. el
quejoso hace tema acerca de la fijación de una tasa del accesorio que enjugue
la distorsión económico financiera...
...
III. En cuanto concierne al primer dardo
crítico, adelanto que el mismo dará en el blanco, aunque no en su centro
pretendido. Sucede que la viable indización realizada por el judicante, tal
como también lo advierte el plumista ante este cónclave...
No
comprendemos, realmente, cómo se tolera que un juez redacte sentencias de esta
manera. Resulta imposible comprender esta resolución sin un diccionario para
comprender expresiones en desuso, y bastante imaginación para adivinar el
significado de términos inventados o mal aplicados.
No se trata
de que nos guste el estilo del autor de esta decisión o no. Las resoluciones
judiciales, por imperativo legal, deben escribirse en castellano. El sentido de
la exigencia, aunque resulte obvio decirlo, es que la decisión pueda ser comprendida
mediante su simple lectura. Pues bien, para comprender resoluciones de este
tipo necesitamos un traductor Bellucci-castellano.
Si el juez está obligado legalmente a escribir en castellano y a fundar sus
resoluciones, debe hacer un esfuerzo por escribir de modo claro y comprensible. Si debe fundarlas es para que puedan ser controladas por terceros. Por supuesto que puede y debe usar el lenguaje técnico necesario para dar las
razones de su decisión, precisamente porque es necesario. Sin embargo, la
terminología y los usos del dialecto judicial no son necesarios.
Diccionario judicial-castellano (o
justicia subtitulada)
Adrián José Mesch describe el dialecto judicial y el
uso que de él se hace del siguiente modo:
Este autor
afirma que entenderíamos bastante mejor las resoluciones si estuvieran
redactadas con "emoticones".
A continuación
algunos de los ejemplos del dialecto judicial que recibimos de muchísimos
amigos en la red social Facebook.
Utilizándolos, se podría escribir, por ejemplo, algo tan incomprensible como
esto:
De la pesquisa se puede decir que luce
prístino que ya ha superado su estado larval. Es dable colegir, sin hesitación,
que el libelo de la esforzada defensa no logra conmover el colofón del
inferior, razón por la cual el planteo del promocional no puede tener
andamiento. En conclusión, la queja no puede ser de recibo, ya que a la postre
el libelo impugnaticio adolece de falta de fundamentación.
El juez no cree u opina algo, sino que
dice “tengo para mí”, igual que Cervantes.
“Saque de paralizado” escribe el juez, y suena a que todos se pusieron a
trabajar. “De tal guisa” equivale a “de este modo”. La “manda” del art. 33 es
lo que el artículo 33 dispone. Desde otra “banda” es desde otro punto de vista.
“Vienen los autos a esta instancia” quiere decir que ha llegado el caso. El
planteo de la defensa será un “mero intento de mejorar su situación procesal”.
El “argumento sentencial” es el fundamento contenido en el “dispositivo
sentencial”. El juez de cámara es el “distinguido colega preopinante” cuyo voto
suele ser “enjundioso”. Las tres barras de “///nos Aires” significan algo
distinto a las las tres de “///ma” (que resulta ser “Viedma”). La “validancia”
suponemos que hará referencia a la validez de algún acto. El secretario del
tribunal amontona preposiciones antes de dar fe de las firmas de los jueces y
escribe “por ante mí”. Las resoluciones están llenas de “huelga decir”, de
“inveterada” jurisprudencia, de elementos que siempre resultan ser de “marras”,
de cuestiones que nunca son “baladíes” y que suelen tener “favorable acogida”. Los
médicos son “galenos” que trabajan en algún “nosocomio”, y los incendios son
“procesos ígneos”. Las partes no pedimos ni solicitamos, presentamos un
“petitum”. Nuestro defendido es un simple “caco compinche”, mientras que una
cámara puede ser el “Excelentísimo Órgano Colegiado”. Una frase puede empezar
con un “que”, con un gerundio, o con un elegante “evacuada que fuera la vista”.
Si no entienden de qué va la cosa están frente a un “intríngulis procesal”. El
planteo se tendrá “presente para su oportunidad” si no saben qué hacer con él.
La brevedad se “honra”, la pena se “compurga” y la caución se “obla”. El
expediente no se lee, se “compulsa”. Las esquinas son “intersecciones” de dos
calles que casualmente suelen ser “ambas de la misma ciudad”.
Ponete
la peluca
Según Mesch (La justicia subtitulada: argot forense y molinos de viento), el dialecto judicial “es a nuestro derecho lo mismo que las togas y
las pelucas al derecho anglosajón desde el siglo XIV, utilizadas aún hoy”.
Coincidimos con esa afirmación, en el
sentido de que muy probablemente nuestro procedimiento escrito fue el único obstáculo
para que el atuendo de los jueces no se transformara en otro símbolo más de la
jerarquía que ellos se asignan a sí mismos. Carecería de todo efecto simbólico
que el juez tenga puesta toga y peluca blanca con rulos mientras redacta sus
resoluciones. Como tampoco las notifica, jamás vemos a un juez de instrucción.
Nuestros jueces, en este sentido, se
visten igual que los litigantes. El hecho de que traje y corbata sea tanto
nuestro “uniforme” (el de los litigantes) como el de ellos no permite que el
atuendo sirva para diferenciar a
jueces de abogados. Es en otro
lado donde hay que buscar la percepción que los jueces tienen de sí mismos.
La arquitectura judicial es un elemento
importante que marca las veleidades monárquicas de nuestra administración de justicia.
Los jueces nacionales y federales habitan en un “Palacio” en el que es
imposible no perderse. Con semejante uso del espacio físico y un procedimiento
escrito, las togas y las pelucas sobran, solo significarían una incomodidad
para quienes detentan la jurisdicción.
En este contexto, el dialecto judicial es
un elemento de gran importancia para cumplir sus funciones jerarquizadoras y
oscurecedoras. No se trata de terminología técnica, no se trata de una patología
propia de eruditos. Es solo una manera más de ocultar el trabajo del menos
democrático de los poderes, de establecer jerarquías y de conservarnos como súbditos.
7 comentarios:
Dr. Bovino: excepcionalmente bueno. Una actividad del Estado no puede ser opaca (es otra barrera de acceso). Hace catorce años escribí sobre el lenguaje simple en la justicia, coincidentemente dando como contraejemplo al inefable juez Bellucci, que parecía entretenerse buscando sinónimos extravagantes para que NO lo entendieran. Puede verse en https://onedrive.live.com/redir?resid=1D855C6810DA0F!42813&authkey=!AFTobGblyOmyx9w&ithint=file%2cpdf.
Un cordial saludo,
Marcelo Gobbi (marcelo@marcelogobbi.com)
https://www.facebook.com/groups/435417916630805/?ref=bookmarks
Muy bueno !
¡Muchas gracias!
Marcelo, muy bueno tu trabajo y muy interesante la información que allí citás, gracias.
Saludos,
AB
EL PODER JUDICIAL ARGENTINO NUNCA CUMPLIO CON LA CONSTITUCION DONDE HACE CASI 200 AÑOS QUE SE DEBE APLICAR EL JUICIO POR JURADOS- NUNCA EL PODER JUDICIAL LO APLICO- DE ESA MANERA, EL LENGUAJE DE LOS JUECES Y DE LOS ABOGADOS SERIA EL LENGUAJE DEL PUEBLO Y NO COMO FUE Y ES DE UN SECTOR PRIVILEGIADO DEL PUEBLO, CASI COMO UNA MONARQUIA DONDE EL PUEBLO TRIBUTA Y ELLOS NO, DONE EL PUEBLO TIENE UN LIMITE PARA JUBILARSE Y ELLOS, NO DONDE GANAN FORTUNA GRACIAS AL TRIBUTO DEL PUEBLO- OJALA TOMARAN EL EJEMPLO DE BOLIVIA DONDE A LOS JUECES LOS ELIGE EL PUEBLO Y NO LAS CORPORACIONES JUDICIALES, LOS EMPRESARIOS Y LOS POLITICOS CORRUPTOS COMO EN ARGENTINA-
Quiero decir que estoy cursando mis últimas materias en derecho. Y cuando pensé que no me podía encontrar gente que hablara peor de lo que ya había visto/oído, me encuentro con un "doctor" que dice que los autos son "rodados", que los médicos son "galenos", que los juicios son "controversias entre partes", que la inexperiencia del consumidor lo deviene en "neófito" y demás conceptos que, por suerte, mi cabeza no llegó a incorporar con muchas ganas.
A veces no sé si estoy hablando con Enrique El Antigüo, o con alguien que me trata de estúpida. El tiempo lo dirá.
Me encantan sus críticas irreverentes.
Publicar un comentario