EL HOMBRE DE LA BOLSA – EPISODIO IX
Me levanté a las 5:30, y a las 6 partí rumbo a Gualeguay. Los testigos
citados para hoy eran cuatro, todos ofrecidos exclusivamente por la defensora de
Angelito Giménez.
Luego de que el secretario diera cuenta de las partes y testigos
presentes, informé al tribunal la voluntad de prestar declaración de Daniel Irigoyen. El tribunal decidió que Irigoyen declararía luego de que declarasen los testigos.
Como es costumbre en estas últimas audiencias, los tres primeros
testigos no aportaron absolutamente nada, y aún nos estamos preguntando para
qué habrán sido citados por Angerosa.
El cuarto testigo, exconcejal, respondió varias preguntas formuladas por
Angerosa. Sin embargo, lejos de
perjudicar a los coimputados de Angelito Giménez,
yo diría que los benefició. Recordemos
que la defensa de Angerosa se
concentra en inculpar falsamente a los coimputados del autor del desfalco (su
defendido).
Finalmente, llegó el momento de la declaración de Daniel Irigoyen. Comenzó explicando con
claridad y remitiéndose a hechos objetivos el estado de la administración de la
Municipalidad de Gualeguaychú. Recordemos que parte de la defensa de Giménez consiste en atribuir la
desaparición de los casi $ 3.000.000 que se llevó a su casa a una situación
inexistente de “caos administrativo”.
Luego explicó, también con solvencia, que la gran mayoría de las
observaciones del Tribunal de Cuentas se referían a la gestión anterior de
gobierno, y cómo durante su mandato se tomaron varias medidas tendientes a
cumplir con las sugerencias del Tribunal de Cuentas.
Por último, su declaración explicó con detalle el modo en que Giménez se aprovechó de varias
circunstancias ajenas al ámbito de control del exintendente para lograr cometer
los 91 hechos de malversación dolosa que se le atribuyen, y que ya han sido
ampliamente demostrados en este juicio, con especial referencia a los 9 hechos por los que se
acusa a Irigoyen en calidad de
malversación culposa.
A continuación, y en contra de mi consejo expreso, Daniel Irigoyen se ofreció a contestar
preguntas del tribunal y de todas las partes. Varias de las preguntas que se le
formularon, que fueron contestadas por el exintendente, ayudaron a que él
aclarara algunas cuestiones que no había mencionado y que resultaron
relevantes. A modo de ejemplo, podemos señalar la respuesta que le dio al
tribunal respecto a la cantidad de cheques que firmaba diariamente: entre 100 y
500 cheques.
Sin embargo, esto era demasiado bueno para ser verdad. Le llegó el turno
de interrogar a Amelia Angerosa y comenzó
el circo. Como ha hecho de manera recurrente durante todo el juicio —algo que
hemos hecho constar en el acta del debate— empezó a formular preguntas
improcedentes.
En una de ellas, por ejemplo, incluyó un hecho que nadie había
mencionado y que jamás fue probado como un hecho cierto. Intentó reformularla
frente a la oposición de varias partes y no le salió, hasta que terminó por
pedirle al presidente que la reformulara él. Jamás vimos algo semejante en un
juicio.
Un par de preguntas más tarde, la defensora volvió a la carga con una
pregunta similar. En ese momento solicité la palabra y pedí: a) que no se
aceptara esa pregunta concreta; y b) que se instruyera a los abogados de las
partes nuevamente para que no hicieran preguntas de mala fe ni contrarias a las
reglas del código procesal penal.
En el intercambio de opiniones y antes de que el presidente resolviera, Irigoyen le pidió la palabra al
tribunal. El presidente, con una sonrisa, le explicó que su intervención no era
necesaria para resolver la cuestión. Irigoyen
insistió y finalmente dijo:
—Sr. Presidente, como ya dije anteriormente, postergué mi declaración hasta hoy para tener más elementos sobre el cuadro probatorio y así aprovechar mi declaración para ayudar a esclarecer cómo ocurrieron los hechos. En esta declaración, a pesar del consejo expreso de mi abogado defensor, yo decidí contestar
preguntas de las partes. Teniendo en cuenta el hecho de que constan mis anteriores declaraciones, y de que hoy ya
declaré y he contestado preguntas de todas las partes, y para que mi abogado no se ponga más molesto, informo al
tribunal que esto es todo lo que voy a declarar.
Angerosa, para esto, seguía protestando por mis
dichos, y diciendo cosas tales como “la buena fe se presume” y otras similares.
Pero ello no fue nada frente al broche de oro. Luego de que Irigoyen expresara su voluntad de dar
por concluida su declaración, agregó:
—Que conste en acta.
Por primera vez, la defensora de Giménez
me dejó mudo… ¿Para qué pidió esa constancia en el acta? ¿Pretende ahora
enrostrarle al Sr. Irigoyen su
decisión de dar por terminada su declaración como algo que debe ser valorado
negativamente?
Sin palabras.
Eran apenas las 13 horas cuando salimos del edificio de tribunales de la ciudad de Gualeguay. Mi codefensor Leandro Dato me llevó en su auto hasta la terminal. A las 14 partió el flechabus que me trajo hasta Buenos Aires. Cuando me acomodé en el asiento nº 21, sentí todo el cansancio de la jornada. Había sido una mañana demasiado larga...
Sin palabras.
Eran apenas las 13 horas cuando salimos del edificio de tribunales de la ciudad de Gualeguay. Mi codefensor Leandro Dato me llevó en su auto hasta la terminal. A las 14 partió el flechabus que me trajo hasta Buenos Aires. Cuando me acomodé en el asiento nº 21, sentí todo el cansancio de la jornada. Había sido una mañana demasiado larga...
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