Dominarás la tierra
Por Alberto Bovino*
Se sentó en su escritorio rodeado de silencio. Lápiz en mano comenzó a escribir. Solo se escuchaba el roce del lápiz sobre el papel de fina calidad. No tuvo duda alguna, no hizo correcciones, ni siquiera releyó una sola frase.
Terminada su nota, dejó el lápiz sobre el escritorio, abrió el primer cajón de la derecha, y con una estilográfica estampó su firma con tinta negra. El último párrafo que se podía leer al principio de la segunda página decía:
"Aquí también está la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra".
Se levantó lentamente y volvió a su cama. Antes de apagar la luz, ayudado por un sorbo de agua, tomó la última pastilla del antipsicótico que le había recetado su psiquiatra. Quince minutos después, el cardenal logró dormir serenamente. El demonio había abandonado sus sueños.
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