En septiembre de 1990 salió publicado el primer número de la
Revista “No Hay Derecho”, y costaba 18.000 australes. Éramos un grupo de
estudiantes a punto de recibirnos. Algunos éramos del plan viejo; otros de la
primera versión del “plan nuevo”. Ese primer número tenía solo 24 páginas del
tamaño que de ahí en más haría muy incómoda de guardar a nuestra revista, y
algo que nunca quiso ser una editorial pero que, de hecho, lo parecía. Jamás
quisimos hacer editoriales porque no nos reunía alguna idea común. Lo que nos
reunía era lo que no nos gustaba.
En total sacamos doce números. Los primeros once en blanco y negro.
El último fue el número azul. Recuerdo que luego del nº 11 yo había propuesto
hacer cada número de un color distinto, pero mi idea no le gustó a nadie. El
último número fue impreso en Chile, por la diferencia de costos que había en
ese momento. Por mera casualidad, cuando la imprenta chilena nos mandó las
pruebas de página para revisar, vinieron en azul y blanco. Eso convenció,
finalmente, a todos los demás, y salió entonces de color azul.
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Para el primer número, éramos Víctor Abramovich, Martín Abregú,
Mary Beloff, Alberto Bovino, Christian Courtis, Ariel Dulitzky, Manuel Garrido,
Viviana Krsticevic, Alejandro Rua, Roberto Saba y Marcelo Sgro.
Martín Clemente era el editor
“responsable” (¡!).
Desde el principio habíamos acordado que tomaríamos las decisiones
sin votar. Aplicábamos una regla de consenso para lo cual todos debíamos estar
de acuerdo. También existía el derecho al capricho. Éste consistía en que sin
importar cuánto consenso hubiera, cualquiera de nosotros podía invocar ese
derecho sin dar justificación alguna para revertir alguna decisión que ya
parecía tomada. El sistema suena algo exótico pero para nosotros funcionaba.
Más adelante se incorporaron los de la rama joven de la revista.
Fueron Hernán Charosky, Carolina Fernández Blanco, Ariel Garrido, Willy Jorge y Máximo Langer.
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Nos costó mucho darle un nombre, fueron varias reuniones.
Finalmente, le robamos el nombre a la murga de la facultad de la Universidad de
la República (Montevideo) por unanimidad, a quien nunca le agradecimos. Vaya
pues este agradecimiento 25 años después.
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Nos reuníamos todos los martes a las 19:30. El rito duró varios
años. Yo tenía asistencia perfecta, pero solo porque casi siempre nos
juntábamos en mi casa. La reunión en sentido estricto se realizaba desde las
20:15 hasta poco antes de las 21. Después llegaba la hora del ron, y seguían las
charlas más interesantes, las que eran porque sí, porque teníamos ganas de
discutir o compartir curiosos casos y más curiosas ideas. Comenzaban a partir
de las 21 y duraban hasta que la sed se iba acabando.
Aprendí muchísimo en esas reuniones. En esa época, no publicaba
nada sin antes discutirlo en nuestro foro jurídico ronero post reunión.
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Una de las actividades más difíciles del trabajo de la revista era
recortar a tijera los famosos “marmolitos”. Los “marmolitos” eran unas tiras de
papel de fotografía transparente que reciclábamos de los números anteriores
para que salieran las tiritas que iban en las partes superior e inferior de
cada página, y que tenían textura de mármol.
Yo creo que nadie se daba cuenta de las “texturas de mármol”, pero
nosotros insistíamos para poder tener un par de horas de actividades prácticas
en el trabajo de NHD. Todavía recuerdo que en una de esas reuniones advertí que
Manuel era ambizurdo (o sea, igualmente torpe con ambas manos). Por suerte para los lectores, lo pudimos dejar de hacer cuando Sandra consiguió escanearlos.
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Decidimos darle un formato y un diseño a la revista que quebrara
las formas tradicionales de las publicaciones jurídicas. Ello pues las formas
son tan importantes en el ámbito del derecho que terminan por integrar parte de
los aspectos sustanciales. En este sentido, la presentación de la revista ya
anunciaba que sus contenidos no serían similares a los contenidos considerados
aceptables en el rígido mundo del derecho.
Para corregir las “galeras” o pruebas de página solo veíamos el
interior. Sandra Monteagudo, la
diseñadora, nunca nos mandaba las tapas. Esa costumbre duró hasta el número 9, cuando
salió en la tapa una foto de Keith Haring
con su cuerpo pintado y en pelotas. A algunos les pareció un tanto escandalosa.
Especialmente a un miembro de la revista que “solucionó” de este modo el
problema antes de entregarle sus ejemplares a alguien que había colaborado en
ese número.
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Varios temas que hoy pueden ser parte de los programas de algunas
materias, pero que en ese entonces no se discutían en nuestras facultades
fueron moneda corriente en la revista, con el objeto de introducirlos al debate
académico. Cuestiones de género y derecho, abolicionismo penal radical,
criminología de la reacción social, antropología jurídica, teorías críticas, encierro
psiquiátrico, medios de comunicación y justicia penal, eran los temas que
abordábamos, con trabajos propios y ajenos.
En ese contexto, por ejemplo, Víctor Abramovich escribió ese fantástico trabajo llamado “El
complejo de Rock Hudson”. Muchos años después, Víctor dijo estas cosas en un
curso, respecto de ese trabajo y a partir de las discusiones roneras.
3 comentarios:
Hola, antes que nada felicitaciones! En la UNL escuche varias veces la genialidad de esa revista por parte de estudiantes. Me hubiera encantado tenerlas. Saludos y felicitaciones de nuevo!!!!
Hola, fui compradora de la revista en sus comienzos. Recuerdo que una vez pague la suscripcion en doleres por el tema de la inflacion. Amaba esa revista
POr temas de lugar y de mudanzas, done las revistas a una Hemeroteca que funcionaba en el primer piso de FF y Letras de la UBA. Despues no estuvieron mas los que tenian la hemeroteca. Lo lamente mucho. Ojala siga circulando. Extraño la calidad de esos articulos.
Les agradezco mucho que la hayan publicado. Fueron un consuelo. Gracias!!
Buenos días, quería comentarles que en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, contamos con sólo un ejemplar de su revista (junio 1992). Quisiera solicitarles, de ser factible, la donación de los números faltantes, pues nos interesaría mucho contar con la colección completa.
Es importante que este tipo de colecciones, que nacen de intereses comunes y por propia iniciativa, no se pierdan en el desconocimiento de la gente, y que estén al alcance de todos.
Espero consideren mi solicitud, dejo todos los datos de contacto con la esperanza de recibir un sí, de su parte.
Saludos cordiales.
Bib. Laura N. Braga, Hemeroteca, BNMM (hemeroteca@bn.gov.ar)
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