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¡OTRA VEZ ME SECUESTRARON!
El jueves pasado durante la noche comenzó a dolerme el estómago pero mal, un dolor agudo y constante. Esta parte de los acontecimientos no la recuerdo bien pues el dolor no me permitía registrar nada. Cuando vinieron los de OSDE me toquetearon todo el estómago como para que grite más fuerte de lo que ya estaba gritando, jamás entenderé por qué. ¿Pensarían que estaba fingiendo? Además, me toquetearon los dos, ¿habrán pensado que yo era un trabajo práctico? Les expliqué que ya había tomado el doble de la dosis habitual del calmante y nada. Me inyectaron algo pero el dolor no cedió ni medio milímetro. Se fueron, afirmando que en unos minutos estaría bien.
El dolor insoportable seguía y no disminuía ní un poquitincito… La primera media hora le dí el beneficio de la duda al calmante que me inyectaron y pensaba: “va a demorar unos minutos en hacerme efecto”. Pero nada. Volvía a llamar a OSDE completamente enajenado, y se repitió el mismo ritual pero con otros médicos/paramédicos/enfermeros/lo que fueran.
Me volvieron a dejar solo y furioso en mi casa. Como el dolor no cedía, tenía que descargar mi furia totalmente psicótica de algún modo. La primera víctima fue mi Papá Noel de peluche. Todavía está en el suelo culo pa’arriba del patadón que le pegué. Creo que ya tiene rigor mortis. Dejemos este tema aquí y volvamos a la historia.
Cuando vino la tercera ambulancia sospecharon que tenía algo grave y me llevaron con rumbo desconocido. Solo recuerdo que me ataron a una camilla, me bajaron como a Hanibal Lecter por el ascensor en posición vertical, me metieron en un vehículo y no le erraron a un solo pozo en todo el camino.
Cuando volví a tomar conciencia de lo que me pasaba, advertí que un enfermero sádico buscaba una vena para inyectarme una aguja para que las bolsitas esas llenas de líquido puedan mantenerme húmedo o lo que sea que hagan. El animal me pinchó como cinco o seis veces, me lastimó por todos lados, hasta que la maldita jeringa logró entrar cerca de mi muñeca izquierda.
Empecé a pedir un poco de agua. Escuché entre el mambo producido por el cóctel de drogas lícitas que contenía en mi sangre, que me operarían en una o dos horas, y que no podía ni tomar agua. Seguí informando a los gritos que quería un poco de agua. Cuando me aburrí empecé a pedir, en vez de agua, un caramelo. Rompí tanto las pelotas hasta que me dieron el caramelo.
Me faltó explicar
cómo rompí las pelotas para lograr que me dieran un caramelo. La primera vez le
pedí bien el caramelo al enfermero que no me dio ni bola. La segunda vez
también lo pedí educadamente, de vuelta cero bola. Cuando salió del
cuarto, esperé unos minutos y empecé a gritar como si me estuviera muriendo de
dolor. Cuando él entró al cuarto, dejé de gritar, y con mi mejor sonrisa le
decía; “¿no me das un caramelo?”. El pobre tipo me miraba furioso y se iba sin
decir palabra. Se lo debo haber
hecho unas cinco veces. Y lo peor para él es que no podía ignorarme, a ver si
tenía tanta mala suerte y realmente me estaba pasando algo. Conclusión, después
de la quinta vez me dijo, harto de soportarme:
—Ma sí, te traigo
un caramelo...
De repente estoy en el quirófano. El cirujano, que era muy buena onda —y sobre todo muy paciente, cuando el paciente debía ser yo— me empezó a hablar y me quedé dormido. Cuando me desperté, aún estaba en el quirófano y, ¡sorpresa! El dolor había desaparecido. Y mi vesícula también, según me informó el cirujano. Dicen que la desagradecida anda contando por todos lados que está mucho mejor lejos de mi cuerpo. Y aquí sí viene el problema legal.
Depositado en mi habitación, me percato de que ningún familiar, amigo o conocido, tenía la más remota idea de que yo estaba operado e internado en la habitación 556 del Sanatorio de la Trinidad. Entonces le pregunté al enfermero qué tenía que marcar para hacer una llamada desde el teléfono de mi cuarto. Me dijo que no podía hablar. Le expliqué con toda mi paciencia que quería comunicarme con mi familia. Se podrán imaginar ustedes los gritos que pegaba yo cuando por quinta vez insistía en que sí o sí iba a hablar por teléfono. Armé tanto escándalo que subió el médico que estaba de guardia en el piso de abajo.
Le expliqué a este buen señor que yo era una persona adulta y que no me podían retener en el lugar contra mi voluntad. Me dijo que de ningún modo me dejarían salir del sanatorio. Entonces me saltó el abogado y le dije:
- Mire doctor, yo soy una persona adulta y no he sido declarado insano [tengan en cuenta que podía decir eso porque el médico no me conocía], razón por la cual ustedes no me pueden retener en este lugar contra mi voluntad. O bien me deja usar el teléfono para comunicarme con mi familia, o yo me voy de aquí.
- Usted no se puede ir de aquí…
- Escúcheme bien, yo soy abogado y me dedico al derecho penal. Desde el instante en que yo le comuniqué mi voluntad de retirarme del sanatorio, y usted decidió que no me dejará salir, ha cometido —y continúa cometiendo— el delito de privación ilegal de mi libertad, previsto en el artículo 141 del Código Penal. Si no me permite utilizar el teléfono o retirarme del sanatorio se pasará los próximos cinco años yendo a tribunales por la querella que le voy a meter.
- Mire, ¿por qué no me da el número y yo hago la llamada?
- ¡Porque no se me da la gana! ¿Qué cree usted que va a imaginarse el familiar que lo atienda si no hablo yo sino un médico? ¡Y no sé porqué le estoy explicando que voy a hablar yo y no usted! ¿Cuál es la parte que no entiende de todo esto?
- Pero señor…
- ¡Señor las pelotas!
- Bueno, haga la llamada…
Levantó él el teléfono y cuando se comunicó con el operador me preguntó el número de teléfono, le dí el número de la casa de Graciela, mi hermana mayor, en Concepción del Uruguay, y después de repetírselo al operador, me pasó el aparato. Así que finalmente, varias horas después de haber sido secuestrado, logré comunicarme con mi familia e informarles mi paradero.
El día domingo por la mañana, mis hermanos César y Graciela llegaron al sanatorio a visitarme a las 10 de la mañana. Como a las 11 apareció mi cirujano y, después de presentarle a mis hermanos, le dije:
- Doctor, mi hermana Graciela siempre dice que yo hago escándalos en los sanatorios… ¿no es cierto que me porté rebien?
11 comentarios:
Al fin y al cabo te meten en un hospital te abren al medio y ni te dejan comunicarte con tu familia despues?? Por lo menos espero que estes recuperandote bien Alberto.
Abrazo, Nico
Albert!!
sólo tengo dos palabras para vos:
¡¡¡¡POBRE MEDICO!!!!
te quiero y me imagino que sufriste mucho, pero sé qué tan "bien" te podes portar...
¡¡¡POBRE MEDICO!!!
laura
No, Laurita. Con el único que me porté bien fue con el cirujano, pero él se enteró de todos los bolonquis que hice, pero se cagaba de risa. Es que Mirna tiene razón, una vez que me ponen la chapa de inimputable me permiten cosas que en otros no soportarían.
Imaginate la vergüenza de mi hermana, que estaba toda producida y hecha una reina. Y yo con unos jeans rotosos y mi remera con la botella de vodka Absolut llena de agujeros...
¿Por qué siempre me pasana estas cosas tan absurdas a mí? Si yo soy un muchacho tranquilo, seriecito y renormal...
Jeje, te deseo una pronta recuperación Bovino, como la de Lecter.
Ahhh, querido Alberto, me alegro mucho de que te estés recuperando. Lo que no entiendo es cómo, después de toda la historia, tenés el tupe de poner a ese tierno osito tedy herido, personificandote... Ah no, eso si que no.
Abrazo enorme.
Esteban Chervin
Chervin, esto te va a costar caro.
Volviendo al osito. Es tuyo o ajeno? Si la respuesta es el sugundo supuesto te cae el 183 CP. En este caso te cabría alguna causal de inimputabilidad. FUERZA Y PRONTA RECUPERACION, tanto como para vos como para los empleados del sanatorio (van a tener una anécdota para contar).-
Un abrazo grande y besos de Lau.-
Martín de Neco
El osito no sé de quién es, me lo dio el Sr. Google. Abrazo, ¿cuándo vienen?
AB
Fin de febrero, principio de marzo. Te llamo para confirmarte cuando tengamos la fecha exacta.-
Saludos
Alberto ojalá ya estes recuperado... Qué carajos hace la vesícula... Te mando un fuerte abrazo y un poco de comprensió con los médicos que querían salvar tu actividad penal, blogeril y editorial... Hay que revivir al osito de peluche. Compralé una osita y mandalo a la clínica de muñecos
¿Y el supuesto consentimiento informado que tenes que prestar para que te realicen una intervención quirurgica?
Que te mejores AB, un abrazo.
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