Prólogo descabellado a mi primer libro no escrito, ni editado ni publicado, pero que será el inicio de mi carrera como Premio Nobel de Literatura (póstumo).
Por Bettina La Nasa
Heme aquí, sentada frente a la compu.
Tengo un amigo que me quiere. Yo también lo quiero, claro. Se llama Somorgujo.
Insiste en instarme a escribir siempre, y yo cometo el desatino imperdonable de creer que tiene razón, que sí, que debo escribir. Él confía en mí como futura nobel de literatura y yo confío en él como mi pre-crítico. Así que sigo cometiendo el intencional desatino imperdonable de intentarlo. Me encanta creer que mi descabellado amigo tiene razón. Me aferro a sus palabras y me convenzo de que ciertamente, debo tener algún talento escondido en algún rincón del alma, aunque a veces sepa disimularlo muy bien.
Y aquí estoy… sentada frente a la compu.… jurándome que mi amigo no está de ninguna manera bajo el efecto nocivo de alguna sustancia alucinógena no admitida por algunos personajes que votan con esa parte del cuerpo donde termina la espalda y sancionada por la ley... No... Mi amigo está en sus cabales, y ¡aun así confía en mí!
Me miro hacia adentro y debo confesarme que no tengo demasiada idea de cómo se empieza a escribir nada, ni por dónde...
Tengo sí, la mera sospecha de que existen cosas como hilo conductor, y núcleo, el famoso efecto sorpresa y el remate... No me acuerdo si se llamaba núcleo o nudo, en realidad... sólo sé que alguna vez oí hablar de eso por allá por mi secundario, o cuando mi vieja mencionaba estos términos elogiando o criticando éste o aquél libro. Y ella sí que de esto entiende. Escribe bien, mi madre, aunque no con tanta frecuencia como debería, supongo.
Casualmente hoy le escribí pidiéndole... mendigándole casi, esas pautas elementales que necesito para comenzar a intentar desarrollar mi vocación de futuro nobel... vamos a ver con qué me tira. Mi hermana también solía escribir cosas buenas. Mi mismo amigo el Somorgujo acaba de escribir un libro... mi amiga del alma y de media vida escribe cosas con las que logra emocionarme hasta que rebalso y lagrimeo. Escribe cosas fantásticas, duras, blandas, llenas de ironía, que me tocan dos veces, porque tenemos historias parecidas y mucha vida compartida, Toda la gente que quiero escribe cosas fantásticas... ¿por qué?¿yo?¿no?
Como se verá, soy una especie de apasionada consuetudinaria de los desatinos imperdonables, por lo cual creo firmemente que cuando reciba las instrucciones de mi madre, mi vocación-talento, hará ¡plop! misteriosamente, y mis dedos se lanzarán en loca carrera sobre el teclado de la compu, sin detenerse, sin titubear, sin cansarse... y yo lograré al fin firmar algún autógrafo algún día de mi vida. Amén.
En realidad... y pensándolo bien... tampoco tengo demasiadas cosas para contar, y esto ya se torna un problema.
Soy una anónima. Está visto que hay gente que ha nacido para para brillar y/o sorprender al mundo con cosas maravillosas (o terribles —pero hablemos mejor de las cosas maravillosas—) y habemos otro montón que somos los anónimos... no los alcohólicos, ni los gordos, ni los jugadores... no... somos simplemente los anónimos. Demás está decir que no es muy lindo pensarse a sí mismo como un anónimo... a nadie la gusta, claro, porque todo indica que ser feliz tiene que ver con ser un hombre de éxito (mujer, en mi caso). Pero lo cierto es que los transparentes somos mayoría, y eso ya es un consuelo. Habemos legiones de anónimos en el mundo, destinados a cuerpear la cotidiana, a hacer cosas que nadie nota, a marchar sin hacer sombra, y muchas veces a apoyar a los no-anónimos. Los no-anónimos se conocen más entre ellos: se ven en las revistas, se conocen en los congresos, se critican los vestidos en las fiestas de notables.
Los anónimos no. Como en general a quienes vestimos el anonimato nos cuesta reconocernos como tales porque no es glorioso, formamos una especie de cofradía fantasma de Anónimos Anónimos, lo cual es terrible a la hora de hacer las invitaciones para el festejo del día de los A.A. Como los del partido anarquista, que más fuerza tienen cuantos menos son, ¿vieron? Bueno. Los anónimos somos algo así... tan anónimos que ni cuenta nos damos de que militamos en las filas de...
Esto me hace acordar a un libro que leí, donde el autor hablaba de la soledad. Describía a una mujer de noble cuna, tan noble, que se apartó de la vida de la corte y de su hombre, en un gesto grandioso... inconmensurable... y partió en una barca... frondosa cabellera flotando al viento, con rumbo desconocido y soñando con una soledad respetada, admirada por la humanidad y ennoblecida por el hecho de ser un renuncio voluntario a su posición y a sus posesiones.
Pero no fue así.
Su soledad fue tan sola, que nadie la notó. No pudo contar nunca la historia de su soledad, de puro sola que estaba. Nadie la admiró. Nadie la compadeció. El mundo se olvidó de ella. Estaba sola de toda soledad... triste, ¿no? Ni siquiera alguien que alguna vez se acordara de ella... una macana. Aunque entre nos, no podemos negar que como soledad, si la idea era esa... fue todo un éxito. ¡Una soledad brillante!, pero claro, anónima también, lo cual le quita notoriedad...
Nada que ver con las soledades de las telenovelas, donde la cámara sigue el perfil de la sola y le ennoblece el gesto y el sufrir, y ella sabe que todos estamos del otro lado de la pantalla compartiendo su soledad y llorando su llanto, masoqueándonos mientras devoramos chocolates, bizcochitos de grasa, o lo que seam con tal de que engorde, eso sí... Porque dar rienda suelta a la angustia oral, no sirve si no engorda. Sería re-sencillo tener angustia oral y dedicarse a las ensaladas de lechuga... no m‘hijito, no... la verdadera angustia oral es esa que nos arrastra al abismo de la desesperación por la vía del autocastigo... atragantarnos con cosas... chanchas... que engorden espantosamente y hagan que uno se sienta siempre peor... que para eso se le ha puesto nombre a esta cosa, y para eso han estudiado años legiones de terapeutas que no sabrían para qué lado agarrar si la angustia oral se solucionara con una sencilla taza de té... Así que no confundamnos los tantos.
Luego de una pausa, y releyendo, de repente se me dá por pensar que el Anónimo Anónimo, es también un hombre exitoso teniendo en cuenta que su anonimato como tal es todo un éxito, pero claro... el tipo nunca se entera, por lo cual su vida sigue pareciéndole todo lo contrario al éxito brillante. El éxito del Anónimo Anónimo es opaco, por lo cual ya tendríamos dos tipos de éxitos... el brillante y el opaco.
El éxito brillante es el de los diarios o las revistas o las carteleras, supongo, las luces, bah… Y entre los éxitos opacos también se cuentan algunos que son fantásticos y que nadie cambiaría por otros, por más iridiscentes que sean.
Mis viejos por ejemplo. Mi viejo es un tipo al que le ha ido bien en su profesión. Es un notable en lo suyo... respetado… es casi un prócer, me atrevería a decir —esto exigiría un capítulo aparte... tal vez después—, un hombre probo y de proba modestia... un gentleman... no quisiera caer en el Edipo no resuelto, pero debo decir que mi viejo es lo más, ¿se entiende? Y a pesar de todos sus éxitos brillantes y condecoraciones recibidas en su profesión, el que supera a todos sus éxitos refulgentes es el opaco. Es ése que hace que yo esté orgullosa de ser su hija y orgullosa de que él sea mi viejo, y que me encante tenerlo como modelo de tipo que vive la vida sencillamente y con humor... ese humor del que por suerte me pasó un cachito en algún gen. Ése, creo, es su mayor éxito... y es opaco... y no refulge (¿Se dirá así? Si no es así, no importa). Como Futura Premio Nobel de Literatura con Pre-Crítico contratado, tengo todo el derecho a implementar el uso de algunos nuevos verbos que vienen bien para la ocasión. La Real Academia sabrá comprender, y no creo que nadie se moleste por eso...
Mi vieja es otro tanto. Docente de alma, late en el cuore de quienes han sido sus alumnos o discípulos. Mina con una polenta infernal, que cuerpea la vida como puede, y le sale bien, y logra aprender a cada paso... a las trompadas a veces, pero crece y no se olvida de crecer, a pesar de que ya tiene sus años. La vida la empuja, la choca, la sopapea, y ella se sacude el atonte inicial, se despabila, se levanta y le mete pata para adelante con creatividad y unos cojones que más de un ejemplar masculino envidiaría. Y eso me encanta en ella. Actualmente tiene un cargo importante que viene siendo algo así como el broche de su carrera profesional... pero su mejor talento es hacerme quererla y admirarla todos los días un poco más, y rogar por que me haya pasado un poco de esa polenta en elgún gen.
Es hermoso verlos a ambos, verlos en toda su dimensión. Verlos como gente que ha hecho cosas, que la ha peleado, que la ha yugado, que tienen un montón de defectos y que han hecho algunas cosas siguiendo el sentido contrario al sentido común, a veces... pero han logrado mi admiración y mi respeto y ese orgullo de ser parte de su producción.
Y ese éxito nadie lo sabe... contradictoriamente pertenece a los opacos, en su clasificación.
En fin... nada es demasiado blanco ni negro a la hora del análisis.
… Y a todo esto, yo sólo trataba de decir que no tengo demasiado para contar. Que mi vida no es divertida y ni siquiera demasiado interesante. Soy una Anónima Anónima de éxito que no refulge (me encantó).
Es sólo que tengo gracia para contar, dicen, y alguna chispa para escribir, dicen, y yo sigo creyendo. No creo en demasiadas cosas, así que me dedicaré a creer que mi amigo es sabio y que en sus palabras se esconde alguna llamada del destino... una premonición cósmica... algo inmenso… ¡una señal!
Y en una de esas me dedico a creer que yo puedo. Y que soy una ganadora… que para eso me mato cada mañana sacudiendo mi esqueleto durante una hora bajo la mirada atenta de Catherine FULOP, que me mira desde la TV. Catherine FULOP se encarga de guiarnos hacia sus formas maravillosas, mientras nos refuerza la autoestima a cada patada al aire diciendo que si lo logramos seremos ¡¡¡ganadores!!! ¡¡Sea un ganador!!, nos dice a cada rato. La tipa predica mientras nos convierte en Adonises y en Apoloses. Y como yo entre resoplido y resoplido ya logro hacer el video entero, y soy-u-na-ga-na-do-ra... ¡Yo puedo, hermana, yo puedo! Y mientras pateo al aire poniendo cara de guerra, grito con voz de china mala
¡¡¡iiiiiaaaaaaaaaaaaaa!!!
Y aquí estoy, por eso, sentada frente a la compu.
Se tratará seguramente de anécdotas, más bien que de cuentos o novelas o similares. Esto es el relato de algún hecho de mi vida pasada o actual, relatado con los ojos de hoy.
No suena tan mal. No me faltan tristezas ni soledades, pero tengo humor y sentido crítico... y capacidad suficiente para reírme de mí misma... o sea que tan mal no puede resultar. Podría ser peor, me digo, y sigo sentada aquí frente al tecladito mágico.
Sólo me falta esto de ordenar las cosas... mami apurate con el envío...
Espero...
Sigo esperando... larga espera................................. fin de la espera.
Malas noticias. Lamento comunicarles que mi vieja no recibió el mail donde le pedía auxilio recurriendo a su faceta de técnica literaria. Hablamos cortito por teléfono hoy, hace tres renglones para ser más exacta, y además de decirme que no había leído nada acerca de mi inquietud ni de mi vocación, se limitó a decirme... “vos dale como te salga, que vos sabés“.
Ergo, sigo sin tener idea de cómo se hace esto de escribir, así que habré de apechugar como venga... como Dios mande... como me salga... que los hados y las musas me iluminen y Alá me proteja. Y si terrible fuere, será mi amigo Somorgujo el único culpable. Él y nadie más que él. Yo le sugeriría que se vaya buscando un buen abogado que lo defienda cuando llegue el momento de dar las explicaciones correspondientes al semejante desatino cometido al impulsarme...
Suerte...
Yo, por mi parte… argentina, inocente y víctima...
1 comentario:
jaja muy bueno
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