7 jun 2008

LOS NUEVOS VILLANOS SOMOS LOS GORDOS


EL FASCISMO SALUDABLE Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN


Que-re-mos-laley... lo mejor posible

Ayer se consideró en la Cámara de Diputados el proyecto de ley impulsado por el programa de televisión "Cuestión de peso" por el que se establece que la obesidad sea tratada como una enfermedad y reconocida así por el Programa Médico Obligatorio (PMO). Técnicamente, tiene esta síntesis "Prevención y Control de los Trastornos Alimentarios y otras cuestiones conexas. Declaración de interés nacional."
Se trataba de una sanción del Senado que, de ser aprobada sin modificaciones, se hubiera convertido en ley, tal y como los manifestantes que estuvieron desde temprano sobre la Avenida Rivadavia y en las galerías del recinto de la Cámara de Diputados ("Que-re-mos-laley... YAA", cantaban). Pero... durante su discusión en particular el proyecto tuvo modificaciones, por lo que debe volver para que la cámara de origen las considere.
...
Respecto del proyecto de ayer, todo comenzó porque su artículo 11 decía así: "La publicidad y/o promoción a través de cualquier medio de difusión, de alimentos con elevado contenido calórico, grasas y
azúcar, y pobres en nutrientes esenciales, deberá contener la leyenda 'El consumo excesivo es perjudicial para la salud' ". (Énfasis agregado).
Los diputados de las provincias productoras de azúcar objetaron que se la incluyera entre los malos de la película, y, finalmente obtuvieron que se elimine la expresión "grasas y azúcar", con lo que, producida la modificación, el proyecto no iba a ser convertido en ley anoche y debía volver al Senado. De paso, entonces, se le hicieron algunas otras modificaciones.

Para leer el post completo en El blog de los parlamentos, hacer clik aquí.

La avanzada del fascismo saludable parece no tener límites. Si no fuera por el lobby azucarero, se habría aprobado una nueva ley contra quienes con absoluta responsabilidad elegimos ciertas opciones de vida, sólo porque no quedaríamos "bien" en un spot publicitario de "gente linda". En el camino, una nueva forma de violación a la libertad de expresión:

"Sólo tendrás derecho a expresarte si al hacerlo agregás mi opinión luego de tu mensaje y de manera tal de que mi opinión suene como la verdad revelada. Si no, se me calla la boca".

Traslademos esta nueva técnica-mordaza al terreno del debate político. En la Argentina dorada y menemista, cualquier publicidad político-partidaria debe contener el siguiente mensaje: "Los candidatos de los partidos ajenos al Gobierno siempre podrán defraudarlo, provocar crisis económicas o ser incapaces de terminar su mandato. Vote con moderación".

Se aceptan ideas para nuevas modalidades del deber de expresión.

ADDENDA: Más allá del delirio de Cormillot, me gustaría agregar que aquí no discutimos ni tenemos en cuenta el hecho de que la ley intente dar cobertura médica a personas que tienen problemas de obesidad, necesitan o desean someterse a un tratamiento médico.

7 comentarios:

fahirsch dijo...

a) La persona de la foto no puede leer lo que marca la balanza (la panza lo impide.
b)No estoy seguro que la mayoría de las personas gordas elijan ser gordos. Por cierto no es saludable. Lo que sería conveniente saber es que incidencia tienen las leyendas de advertencia en disminuir lo que pretenden evitar. La leyenda en los paquetes de cigarrillos ¿reduce el tabaquismo? (Aclaro que estoy totalmente a favor de la prohibición de fumar en lugares cerrados y soy antifumador).
c) Más razonable sería publicar en los paquetes de alimentos la información sobre lo que contiene de manera uniforme de tal manera que se pueda comparar sin hacer uso de una calculadora (unos ponen por porción, otros por 100 gramos, etc)

Alberto Bovino dijo...

Estimado Fahirsch:

Yo no dije que haya elegido libre y gratuitamente, entre tener mi cuerpo y estado físico o el de Brad Pitt (o el fulano que se prefiera). Más bien me he resignado. Un tiempo atrás, hice dieta por varios meses y bajé 15 kgs. Hoy podría hacerlo nuevamente, pero he optado por no hacerlo debido a que no estoy dispuesto a realizar el esfuerzo necesario.

En cuanto a lo saludable, no creo que existan parámetros objetivos para determinar qué es lo saludable ("saludable" como modelo integral, es decir, peso, dieta, actividad física, tiempo de trabajo, etcétera), mucho menos con estándares generales aplicables a grandes grupos de la población.

Especialmente si tenemos en cuenta que lo "saludable" comprende necesariamente la salud mental. Hay días, cuando estoy a dieta, que debería llevar un bozal y tener una orden de restricción que me impida estar a menos de diez metros de cualquier ser humano, y mi grado de intolerancia alcanza niveles impredecibles. ¿Cómo medimos eso?

Un punto interesante me parece tu interrogante sobre la incidencia de las expresiones debidas, es decir, impuestas por el Estado. Además, aun si tuvieran un efecto verificable, habría que discutir si no se puede lograr ése o un mejor efecto con deberes de expresión impuestos a otras personas, como podría ser algunas agencias del Estado.

En el último cartón de cigarrillos que compré en Ezeiza, los atados traen una leyenda en el frente de la caja, que ocupa un tercio de su espacio, que dice "Fumar mata". ¿Qué significa esa leyenda? ¿Por qué no se la imponen a los fabricantes de cuchillos de cocina o de Tramontina?

En cuanto a la información de los paquetes de alimentos, no me parece mala idea, pero el modo en que se regule, aun si fuera uniforme, podría ser sesgado. Además, para ser consistentes, deberíamos obligar a los locales que venden comida para consumir en el momento a exhibir una carta que informe con qué productos se ha elaborado la comida (harina de trigo), de qué marca (Blancaflor?, ni idea si es de trigo), más los datos que señalás.

¿Y por qué limitarnos a los alimentos envasados? ¿Por qué no obligar a que una agencia de turismo que ofrezca un paquete que incluya la estadía a disfrutar del sol de una playa caribeña haga algo similar? Debería agregar en su publicidad que la exposición al sol aumenta las probabilidades de contraer cáncer de piel y envejece prematuramente.

Sería fantástico. Eso sí, el tiempo de lectura de las advertencias nos impediría vivir.

Saludos,

AB

Anónimo dijo...

El tema de que se incluya en el PMO tiene consecuencias importantes en cuanto a la cobertura médica, y eso sí parece importante, al menos para tener acceso a una información un poco mejor que la de un paquetito.
En todo caso si insisten y hay que escribir algo en el maldito envoltorio yo le pondría "antes de comer esto mirate `Super size me`" o bien "este menjunje artificial engorda lo mismo que un chorizo a la pomarola" cuestión que cuando uno lea pueda elegir qué manducar.
En fin, como sea no estoy dispuesto a aceptar la prohibición de consumo de papas fritas en locales cerrados.
Saludos.

Tomás Marino dijo...

La salud es un derecho, y no una obligación.

Si seguimos así, en todo producto de consumo va a decir "cuidado, vivir implica una eventual muerte". Es hora de aceptar que las decisiones que tomamos en nuestro propio cuerpo son desacertadas por motivaciones propias o por enfermedades y no por falta de información.

Pareciera ser que se parte de la base de que el gordo come mucho porque no sabe lo que tiene el paquete, o que el fumador fuma porque cree que no es perjudicial. Y si se argumenta lo contrario, se estaría cayendo en la bobería de creer que el gordo va a dejar de comer porque le avisaron que hace mal, o que el fumador va a dejar de fumar porque le avisaron que hace mal.

El adicto a la comida, o -dicho más en general- el que tiene problemas en relación a su alimentación, no necesita que le digan que comer muchos alimentos hace mal. Ya lo sabe. Lo que necesita saber es por qué su cuerpo les pide más y no pueden detenerse. Y necesita que el Estado le preste la ayuda necesaria para poder, si así lo desea, cambiar y poder recuperarse.

Tomás Marino dijo...

Agrego y aclaro.

En relación al cigarrillo sí creo correcto que se hagan campañas. Sobre todo para las franjas sociales más vulnerables (adolescentes), que están viciados por la cultura visual y estética y en muchos casos recordarle el daño que ciertos vicios provoca puede llegar a ser acertado.

Pero en el caso de los alimentos es ya ir demasiado lejos.

Dieguistico! dijo...

Alberto, leo esto después de desayunar media docena de churros con dulce de leche y, si bien en este preciso momento no puedo siquiera moverme, lo volvería a hacer ni bien termine de digerirlos. La cuestión es que todas estas leyes subestiman la inteligencia de sus supuestos destinatarios, que parecieran ser subnormales incapaces de decidir sobre sus vidas si papá Estado no viene a decirles qué es saludable y que no. Como bien decís, además, el tema de la salud o la belleza es extremadamente subjetivo. Todo pareciera ser cuestión de poder de lobby. Si mañana juntamos quinientos gordos felices a pesar de tener el colesterol por las nubes, dispuestos a gritar durante meses en la puerta del Congreso, quizá logremos incluir en los paquetes de rúcula o en el queso blanco descremado la leyenda que diga "comer alimentos saludables puede tener efectos negativos sobre su nivel de felicidad". Además de esta ley lo que particularmente me molesta es que se encubre el ánimo de lucro de un conocido dietólogo (que pretende aumentar su clientela con cargo a los aportantes a obras sociales y prepagas) invocando el "derecho a la salud". ¿Por qué no viene Cormillot y directamente dice "quiero que vengan más pacientes a mis clínicas, y que los paguen las obras sociales"? No puedo creer que un par de desaforados instigados por un comerciante y un programa de televisión logren la sanción de una ley que van a terminar pagando personas que no padecen el problema. El día que se inviertan las cosas, y el lobby de los azucareros sea más poderoso, van a encontrarle la vuelta para obligarnos a ponerle azúcar hasta al bife de chorizo.
Coincido con el comentario anterior que dice algo así como que vivir es la principal causa de muerte.
Además seguimos con la fascista idea de agarrarnos siempre con la libertad de expresión.
¡Aguanten las medialunas de manteca, carajo!

Tomás Marino dijo...

Creo que es positivo que la obesidad y las enfermedades alimenticias sean consideradas en las coberturas médicas. No puede negársele, en el estado de la ciencia de hoy día, la categoría de "enfermo" a quien pesa 150 o 200 kilos y por lo tanto, tampoco puede negársele un tratamiento adecuado. Tiene total derecho a ello.

No puede ser argumento para negar este avance el hecho de que presumiblemente su impulsor podría tener ánimos de lucro; ni mucho menos que el ejercicio de un derecho ha de ser pagado "por personas que no padecen el problema".

Si la ley proviene del ánimo de lucro de Cormillot es bastante discutible. Alguien debía impulsarlo el proyecto y creo que si en la balanza se pone el esfuerzo que hicieron en ese programa de televisión y el eventual incremento en las ganancias de este señor (teniendo en cuenta el éxito que ya tiene, la edad que tiene, y el beneficio generalizado y no sólo sectorizado de la normativa que impulsa), me inclino más por el reconocimiento que por el abucheo. Y en última instancia, me es indiferente en tanto la norma signifique un avance en los servicios de salud y esos intereses no queden más que en especulaciones. Imagino que infinidad de normas han sido fruto de puja de intereses sectoriales claros, aun cuando en su contenido son positivas y elogiables.

No se. Me da que la discusión por las etiquetas de los alimentos no tiene que siquiera manchar o poner en duda la consideración de que una persona obesa es una persona enferma. Tanto derecho tiene uno para dañar su salud sin que lo atosiguen con carteles de advertencia, como derecho tiene el obeso a mejorar su salud cuando así lo solicita en un hospital.