12 ago 2013

EL FASCISMO SALUDABLE CONTRA LA SAL

¡SALUD O MUERTE!
Primera parte




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El texto legal

La Legislatura neuquina se ha sumado con energía a la guerra contra los no saludables. Esta vez le ha tocado a los consumidores de sal fina de mesa. Con el autoritarismo que caracteriza a las más puras expresiones del fundamentalismo por la salud ajena, los legisladores aprobaron una ley que restringe nuestros derechos y que crea nuevas figuras represivas.

Como sucede de manera cada vez más frecuente, se arremetió contra los consumidores de sal con la sutileza de un elefante en un bazar. Y, como siempre, se lo hizo un modo tan tosco y simplista que podría generar riesgos para la salud de nosotros, es decir, de los "protegidos" por la legislatura. Este es el texto de la Ley Nº 2.858:

LEY Nº 2.858
Por cuanto:
La Legislatura de la Provincia del Neuquén sanciona con fuerza de ley:

Artículo 1º: Limítase la oferta de sal —cloruro de sodio— en todo tipo de establecimiento gastronómico, público o privado, donde se expenda alimentos para ser consumidos en el lugar o para llevar, excepto que el cliente lo solicite expresamente.

Artículo 2º: Establécese la obligatoriedad de incorporar en las cartas de menú —en un lugar visible y de manera destacada— de los establecimientos detallados en el artículo anterior, la leyenda “El consumo de sal —cloruro de sodio— es perjudicial para la salud”, así como también de poner a disposición de los consumidores que lo requieran sal dietética con bajo contenido en sodio.

Artículo 3º: Entiéndese por sal dietética con bajo contenido en sodio, las mezclas salinas que por su sabor (sin aditivos aromatizantes) sean semejantes a la sal de mesa (cloruro de sodio) y que no contengan cantidad superior a ciento veinte (120) miligramos de sodio por cada cien (100) gramos de producto.

Artículo 4º: Se considerarán faltas los incumplimientos a las obligaciones establecidas en los Artículos 1º, 2º y 3º de la presente Ley.

Artículo 5º: Constatada la falta por el funcionario competente, se procederá a labrar el acta correspondiente y a intimar al responsable del establecimiento habilitado para que en el plazo de quince (15) días hábiles, subsane la omisión.

Artículo 6º: En caso de incumplimiento, las multas a aplicar variarán de uno (1) a dieciocho (18) JUS, según lo establezca la autoridad de aplicación.

Artículo 7º: El Poder Ejecutivo reglamentará la presente Ley y determinará su autoridad de aplicación, quien —con el fin de fiscalizar su cumplimiento— podrá celebrar acuerdos y convenios con los municipios.

Artículo 8º: Comuníquese al Poder Ejecutivo.
DADA en la Sala de Sesiones de la Honorable Legislatura Provincial del Neuquén, a los diecinueve días de junio de dos mil trece.

¿Por qué debemos reducir el consumo de sal?
Si uno tiene en cuenta algunas fuentes, la conveniencia de que reduzcamos el consumo de sal parece indiscutible. Así, en publicaciones aparentemente serias se difunden noticias con títulos dignos del cine-catástrofe:



En esa nota, se dice lo siguiente:

Nada menos que el 99 por ciento de la población mundial consume una cantidad de sodio (por el cloruro sódico ó sal) mayor que la de no más de 2.000 miligramos diarios que recomienda la Organización Mundial de la Salud, según los resultados de una investigación reciente en la que se han revisado cuantiosos datos médicos y poblacionales, con la sal como protagonista, abarcando la del salero que agregamos a los platos ya cocinados, la que añadimos como ingrediente al cocinar, y la que viene en alimentos ya procesados y envasados.

Las enfermedades cardiovasculares figuran entre las principales causas de muerte en el mundo. El consumo excesivo de sodio eleva la tensión arterial. La tensión arterial alta es uno de los mayores contribuyentes al desarrollo de las enfermedades cardiovasculares.

En 2010, comer demasiada sal promovió cerca de 2,3 millones de muertes en el mundo por ataques al corazón, derrames cerebrales y otras enfermedades relacionadas con la mala salud cardiaca. Esa cifra representa el 15 por ciento de todas las muertes provocadas por tales problemas cardiacos.


De allí se pasa directamente a campañas tales como

 
En esta campaña, el Ministerio de Salud de la Nación intenta acordar en convenios con el sector privado de la industria alimentaria la reducción del contenido de sal de algunos de sus productos. Entonces tendríamos


En este contexto, el eslogan y nombre de la campaña opera como un razonamiento circular, que siempre se confirma a sí mismo. Por ello, en esta nota se dicen cosas como ésta:

"Sigamos avanzando y esperemos que en 2020 tengamos a todas las empresas en Argentina sintonizadas con esta idea de disminuir la sal en los productos para mejorar la salud de la población", finalizó Basso.


Y el mayor de los problemas de esta racionalidad dogmático-saludable consiste en que se adopta el eslogan como una verdad absoluta aplicable a todos los casos. Como consecuencia de esta adhesión acrítica a los presupuestos de la campaña, nadie se preocupa por controlar si los resultados obtenidos en la campaña son realmente positivos.
En un Informe publicado por un Comité de la FSA del Reino Unido (Food Standard Agency) se recomendó que se comienzara a trabajar con las industrias para "supervisar que no se reduce el contenido de sal sin antes haber hecho un estudio previo que certifique que esta reducción no puede representar un riesgo para la salud..." (ver nota).

Eso debido a que como consecuencia de la política abolicionista de los saleros, los casos de listeriosis en personas mayores de 60 años han aumentado a medida en que los productos alimenticios han ido reduciendo su contenido de sal.

Más allá de estas razones de carácter médico, lo recomendado por la FSA británica, en un caso como el de esta ley neuquina, es una exigencia normativa. En efecto, ya que se trata de restringir derechos ajenos —derechos del consumidor, acciones privadas, libertad de expresión—, el Estado debe tener razones concretas y demostrables que justifiquen tales restricciones.

¿Cómo se viola la libertad de expresión? A través de los extendidos y numerosos "deberes de expresión". Sobre los "deberes de expresión" ya hemos escrito en este blog (ver aquí y aquí)  

Veamos ahora a dónde podemos llegar con esta idea de "¡Salud o muerte!" del fascismo saludable.

¡Ponele huevos! (pero con moderación)


El caso del consumo de huevos constituye un buen ejemplo de lo que intentamos señalar. Vayamos a Mr. Google y busquemos "peligro del consumo de huevos fritos". Llegaremos, entre otras, a esta página. Allí se nos dice, entre otras cosas, lo siguiente:

El huevo y el colesterol
Durante años organismos nacionales e internacionales relacionadas con la salud y la nutrición establecieron guías en las que se restringía drásticamente el consumo de huevos dado su alto contenido de colesterol: “no más de tres yemas a la semana”, “máximo dos huevos enteros por semana…” eran algunas de las recomendaciones para prevenir y tratar la hipercolesterolemia como factor de riesgo cardiovascular.

Pasemos y veamos: una de las páginas encontradas contiene un artículo titulado "El consumo excesivo de huevos puede aumentar el riesgo de diabetes tipo 2". En ese artículo se dice:

... un artículo publicado en Diabetes Care en febrero de 2009 sostiene que las personas que desayunan huevos diariamente pueden tener aumentado el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.

El estudio consistió en seguir durante un largo período de tiempo a 57.000 personas adultas de Estados Unidos y en él se comprobó que los que consumían un huevo al día tenían entre un 58% y un 77% de posibilidades de desarrollar diabetes que los que no consumían este alimento asiduamente.
 
... Los mismos investigadores aducen que no necesariamente favorecen el desarrollo de la diabetes. Textualmente señalan que “basándonos en los presentes datos, nuestras recomendaciones serían consumir huevos con moderación y no exceder seis huevos por semana”.

Al final, ¿en qué quedamos? Si se consideró que comer un huevo al día tenían un gran aumento de bla bla... ¿por qué después dicen que "no necesariamente favorecen..." y terminan recomendando hasta "seis huevos por semana".
¿Y qué hacemos con los organismos nacionales e internacionales que dijeron tantas boludeces? ¿Eh?

¿Qué pasará con nuestros huevos? ¿Qué deberes de expresión habrá que poner en las cartas de los establecimientos de comidas que sirven huevos? ¿Será lo mismo el caso del huevo frito que el del huevo duro? ¿Y qué haremos con el huevo poché? ¿Eh, ehhh?
Lo pensaremos para Ud. en el próximo capítulo de... "La salud de nuestros huevos".


CONTINUARÁ...


















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