DECLARARON TESTIGOS DE LA DEFENSA
Jueves 1º de noviembre,
declararían varios testigos ofrecidos por las defensas de algunos ferroviarios.
Sus declaraciones habrían resultado graciosas de no tratarse de un juicio por
el asesinato del joven Mariano Ferreyra.
Las declaraciones realizadas bajo
juramento por estas personas tenían ciertas cosas en común:
1) Las versiones sobre los hechos
resultaban contrarias a lo que han demostrado todos los elementos de prueba
producidos durante lo que va del juicio;
2) Si bien sus versiones no
fueron coincidentes, los testigos pretendieron, sin éxito, transformar a las
víctimas en victimarios.
3) Las afirmaciones más dudosas
realizadas por los testigos no pudieron ser explicadas con un mínimo grado de
consistencia por los respectivos declarantes;
4) Todas ellas terminaron por
resultar perjudicial para varios imputados.
Primer
testigo
El primer testigo que “declaró”
fue Ricardo Arias. Después de
cinco minutos de escucharlo, verifiqué si estaba en la sala de audiencias correcta,
pues el declarante parecía estar hablando de otro hecho.
Cuando nos tocó interrogar,
estuvimos bastante duros con el testigo. De hecho, hicimos preguntas
indicativas y sugestivas, gran parte de las cuales terminamos por retirar. Hubo
objeciones de la defensa prácticamente a todas mis preguntas. Pero el que se
puso loco, lo que se dice loco, fue el inefable defensor del
"Gallego" Fernández.
¡ES UNA VERGÜENZA!, chilló Freeland. Pensé que hablaba de sus propias
intervenciones, pero no, parece que se refería a nuestras preguntas. Como de
costumbre, se dirigió a los gritos al presidente del tribunal, no escuchaba lo
que él le decía, no obedecía lo que se le ordenaba, se victimizaba y protestaba
como un niño caprichoso.
Aclaramos desde ya que varias de
nuestras preguntas fueron mal formuladas. Ahora, que sea Freeland quien exprese indignación nos
parece francamente llamativo. Si alguien interroga de mala fe, ése es Freeland. No interroga mal porque no
sepa hacerlo. Al contrario, conoce perfectamente las reglas del interrogatorio.
Cada vez que no respeta esas reglas —algunas veces de manera grosera—, sabe
perfectamente lo que está haciendo. Pero la jornada recién comenzaba, y el
defensor del "Gallego" Fernández
también.
El
fantasma de la fiscal
Por la tarde, mientras el fiscal
comenzaba a interrogar a un testigo, no se escuchó su pregunta debido a una
interferencia en su micrófono que generaba un ruido muy molesto —la señora
fiscal, desgraciadamente, ya se había retirado—. El fiscal hizo silencio y miró
con curiosidad al caprichoso aparato que se empecinaba en impedirle ser oído.
Entonces se escuchó una voz...
—¡Es un boicot!
E inmediatamente otra voz
agregó...
—Es la Dra. Jalbert...
(palabra de honor que yo no fui)
Los
testigos
Luego de la declaración tan
creativa y original de Arias, el
primer testigo, debí ausentarme de la sala de audiencias, con lo cual no
escuché las declaraciones de la segunda y del tercer testigo. Todos los demás
testigos de las defensas que les siguieron continuaron con la impronta dejada
por Arias. Lo curioso es que se contradijeron entre ellos. En lo único que
coincidieron es en la bondad de Pablo Díaz.
"No recuerdo" fue la
respuesta que dio una y otra vez Suárez
a las preguntas de los acusadores. Dijo que no había visto policías. Lo que sí
recordó es que "todos los manifestantes" tenían la cara tapada y
estaban armados con palos.
Dotta, delegado, quien fue y volvió en
auto junto con Uño y Amarilla al lugar de los hechos el 20 de
octubre, dijo no estar seguro de demasiadas cosas; tampoco escuchó disparo
alguno.
El electricista Moroco, a su turno, realizó un relato
delirante de los hechos, según el cual los tercerizados avanzaron hacia las
vías, encabezados por mujeres y niños —luego varió por "mujeres y
hombres"—, para agredir a los pobres ferroviarios. Según sus dichos,
cuando ellos, corriendo "pacíficamente", llegaron a diez o quince
metros de las mujeres y niños que pretendían "amedrentar" para que se
vayan, estas personas se abrieron y dejaron al frente a tres cordones de unos
quince hombres cada uno que iban de vereda a vereda, "armados" con
palos y gomeras. Entonces le dio miedo y se escondió tras un tambor relleno de
cemento que encontró en la vereda. Todavía está pensando por qué fue a agredir
a los manifestantes, porque en la audiencia no lo contestó.
¿Hubo
corte de vías?
La declaración del último
testigo, Jorge Krakowski, jubilado
y ex delegado, estuvo llena de contradicciones, omisiones y falsedades.
Luego de repetidas contradicciones y de mencionar que en las
vías había ferroviarios, policía y “gente de la empresa, bien vestida”,
Krakowski tuvo tiempo para un nuevo gafe –ante la pregunta de por qué fue al
corte-: “Yo no fui a matar a nadie, si ya me estaba por jubilar… “.
Para el final quedó la seguidilla de preguntas sobre el
vínculo y conocimiento con Favale, a quien desconoció primero y recordó
después, sugestiva e intempestivamente. Aunque no sorprendió a nadie. Y una
última perla:
-¿Usted dice que fueron al corte del 20 para evitar
represalias a sus compañeros, el 6 de septiembre por qué fueron a Constitución?
–preguntó Medina (abogado del CELS).
-Para que no
agredieran a compañeros.
-¿Pero había corte de
vías?
-No, bloqueaban
boleterías.
-¿Y causa perjuicio al
usuario?
-No, si viajan gratis…
-¿Y entonces a qué
fueron?
-Esteeeee…..
No más preguntas.
(del blog "El diario del juicio")
Todo
un estilo
Casi al final de la agotadora
audiencia, el defensor del "Gallego" Fernández,
Freeland, volvió a la carga con
sus lamentos —porque técnicamente carecen de nombre— cuando se opuso a una
pregunta de uno de los acusadores —ya no recuerdo de quién—.
A pesar de que todos los vocales
del tribunal, al presidir, le ordenaron expresamente en reiteradas oportunidades
que:
a) no hiciera comentarios dando
su particular opinión sobre las partes, la marcha del debate o los testigos;
b) no dialogue a los gritos con
las contrapartes;
c) que haga silencio cuando debe
hacerlo;
d) que interrogue debidamente; y
e) que no le resuma al testigo
antes de interrogarlo su propia opinión —entre otras cuestiones—,
está claro que el defensor sigue
haciendo lo que le parece.
El presidente rechazó su pedido.
Sin embargo, no recurrió esa decisión. En vez, decidió decir "Sí, voy a dialogar".
También se dirigió a los gritos a nosotros diciendo "Estoy haciendo lo que
hacen ustedes".
Momentos después el presidente,
con razón, frente a las protestas caprichosas e infundadas del defensor, le
ordenó hacer silencio. Entonces se levantó enojado —o actuando como si
estuviera enojado— y presentó un escrito redactado a las apuradas. El escrito
le fue devuelto, también como Freeland
sabe que corresponde, e insistió en que se dejara constancia de que no lo
dejaban hablar... El presidente le reiteró por décima vez que todo lo que decía
quedaba registrado en la grabación de audio e imagen de la audiencia, y le
permitió leer su escrito. Se quejaba de trato desigual y de que no lo dejaban
hablar e interrogar.
Realmente vergonzosa la actuación
del defensor. Todavía no logramos comprender qué pretende con sus
intervenciones cuando actúa de ese modo. Tampoco sabemos si pierde el control o
actúa como si lo perdiera. De todas maneras, su actitud resulta inaceptable,
irrespetuosa con las partes, con los testigos y con el tribunal. No conduce a
nada positivo y parece que ha decidido hacer caso omiso de las reglas del
Código vigente y de las decisiones del tribunal.
Sería deseable que todas las partes reflexionemos sobre
nuestras intervenciones, realicemos una autocrítica seria y ajustemos nuestra
conducta con buena fe al derecho vigente.
1 comentario:
Gracias por la cita, Alberto. Un abrazo desde El Diario del Juicio, donde nos divertimos profundamente con las infantiles actitudes de Freeland.
Brian
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