Segunda parte. Versión sin censura
Por Esteban Chervin
Con breves notas de ABovino
De izquierda a derecha: Jorge López Uribe (alumno del curso de
Garantías del Posgrado de la UBA, 2008); Esteban Chervin; Guillermo
Garone (idem López Uribe); Pablo Candela (alumno del curso de grado
"Garantías Constitucionales", UBA); el inefable V.S. Juan José Varela.
Tras subir al avión, y recuperar el aliento perdido en
la corrida emprendida hacia el control de seguridad en el que dejé olvidada la
mochila, nos informan que el despegue se demoraría algo así como veinte minutos
por cuestiones de tráfico aéreo, lo que sea que ello signifique.
Ni bien termina el anuncio, escucho a Bovino
diciéndome, entre el sueño y el arrepentimiento de haber aceptado emprender un
viaje a esas horas “viste, te dije que estos siempre se atrasan…”. Mientras lo
escuchaba, pensé si esa demora en el tráfico aéreo no habría sido provocada por
nuestra tardanza en abordar.
AB: ¿Cómo “nuestra”? Tu
tardanza, Esteban.
Despegamos, conversamos un rato y nos quedamos
dormidos. Alrededor de una hora y media más tarde, comenzó la tortura
disfrazada de servicio de abordo. Mientras las azafatas repartían las cajitas
de rigor y ofrecían bebidas, un pasajero se descompuso o por lo menos eso creí,
ya que una señorita de cabotaje no paraba de gritar “Un médico, un médico, ¿algún
pasajero es médico?”.
Inmediatamente una azafata realizó el anuncio por los
parlantes del avión y una médica corrió desde el fondo a socorrer al
desgraciado.
Sin siquiera proponérmelo vino a mi cabeza “el bombero
García”, que en virtud de la ocasión bauticé como “el piloto Rodríguez”. Comencé
a fantasear con la idea de la necesidad de desviar el avión al aeropuerto más
cercano para que atendieran al moribundo, con tal suerte que en ese hipotético
lugar al que llegáramos no hubieran podido salvar al descompensado, pero si en
cambio si hubiera desviado el vuelo hacia otro destino más lejano hubiera
contado con los medios necesarios para salvarlo, pero con riesgo para el resto
de los pasajeros por las cuestiones climáticas en las que se encontraba esta segunda
alternativa.
AB: Lo peor de todo es que el
tarado de Esteban lo planteaba como casos hipotéticos de teoría del delito…
Todo ocurría en tiempo real y mientras pensaba estos
disparates, se lo contaba a Bovino mientras podía, ya que estaba totalmente
tentado y no paraba de reírme.
Por su parte, Bovino estaba más pálido que de
costumbre y nervioso como nunca. Mientras más insistía con esta hipotética
adaptación de García, más alterado se ponía. Inmediatamente advertí que debía
cambiar de tema, porque la cosa se ponía seria.
AB: Advierto a los lectores que
padezco de fobia a los vuelos. La fobia no es miedo, es un “temor irracional,
desproporcionado y persistente, que se manifiesta como respuesta a la exposición de
ciertos objetos o situaciones”[1].
Por suerte, un instante después vimos como el
moribundo ya recuperado era trasladado entre una hermosa azafata y la médica
ocasional a la sección de primera clase. Otra vez mis pensamientos más oscuros
tomaron la iniciativa: “¿no habrá sido todo una actuación para que lo pasen a
primera?, le dije a Bovino otra vez riendo descontroladamente. “… no sé, pero la
mejor solución a tus casos hipotéticos hubiera sido tirarlo fuera del avión”.
Llegamos a Río Grande y nos recibieron nuestros amigos
locales. Todo fue correcto y ameno. Por
supuesto que la estrella de la función era Alberto e inmediatamente se lo
hicieron saber “… cualquier cosa que necesites, nos avisás”, dijeron los
anfitriones. “Llévenme a dormir, por favor” respondió Bovino. “No quieren que
les mostremos la ciudad?”, insistieron los anfitriones. “Llévenme a dormir, por
favor” respondió Bovino en piloto automático.
Llegamos al hotel. Acreditaciones. Fichas. Preguntas.
Llaves. Despedida. Reencuentro de mediodía. Almuerzo.
Nos llevaron a un lugar hermosísimo, contiguo al mar,
y con vista exclusiva al inmenso entorno que lo rodeaba. Un nuevo anfitrión
apareció. Se presentó ante nosotros saludándonos como si nos conociéramos de
siempre. Sonrisa en el rostro y algún comentario gracioso, derritieron el hielo
y antes de hacer el pedido ya éramos conocidos de siempre.
Pablo Candela, AB y Juan José Varela
¡Qué tribunal! ¡Más que tribunal es un cuartetazo!
Esteban Chervin, Juan José Varela, AB y Pablo Candela
Regreso al hotel. Descanso y preparación de los
detalles finales de la presentación. Traslado al salón de conferencias.
- Che, Esteban: ¿vos de qué vas a hablar?
- Yo te
presento a vos Bovino. Después modero las preguntas y te hago a vos alguna
pregunta acerca de los temas que vos presentaste.
- ¡No! Vos tenés que hablar acerca de cómo está regulada
la mediación en la provincia.
- Me encantaría, pero no está previsto eso, así que yo
te presento y después modero el debate.
Presentación de Alberto por Esteban.
Presentación de Esteban Chervin
AB: Querido Esteban, muchísimas
gracias por esa presentación que me emocionó y no creo merecer.
Presentación del tema de la jornada por Bovino.
Preguntas.
Bovino - Primera Parte
La justicia es la crisis
Bovino - Segunda Parte
Justicia monárquica
Bovino - Tercera Parte
Víctimas y jurados
Final de la jornada.
Ya era tarde cuando llegamos al lugar en el que se
realizaría la cena de homenaje al invitado de honor.
AB: “Comenzaron”, Esteban,
“comenzaron”. Yo me fui solito a la barra y, para evitar el vino, que me hace
mal a la salud, me pedí un par de gins con jugo de naranja deliciosos.
El menú preveía como opción, una entrada de rabas y
canelones de centolla con salsa mixta, como plato principal. Esa fue la
elección de Bovino. Comimos la entrada conversando muy agradablemente entre
todos los que estábamos allí. Sin embargo, cada tres minutos sonaba su teléfono
y él salía y contestaba.
No tengo recuerdo de cuando fue la última vez que
salió, solo recuerdo que en un momento veo que llegan sus canelones y su silla
estaba vacía. Instantes después mi teléfono suena anunciando que había recibido
un mensaje. Era Bovino diciendo lo siguiente
“… Me vinieron
a buscar, disculpame con los demás…”
Entre nervios y risas pido la atención de los
anfitriones y hago el anuncio.
- Disculpen, pero acabo de recibir un mensaje de
Bovino en el que pide que lo disculpen, pero que se tuvo que retirar porque lo
vinieron a buscar.
- ¿Es joda, no?
- No, no. Mira el mensaje.
Tiro el teléfono hacia la otra punta de la mesa. Todos
miran el mensaje y comienza la risa generalizada. El homenajeado había
desaparecido antes de probar el plato principal. La sorpresa fue reemplazada
por la risa de todos antes de lo pensado, cuando nos dividimos el botín de
centolla con salsa mixta.
AB: ¡Por Dios! Qué gente… se
repreocuparon por mi ausencia…
El vuelo de regreso nos juntó con un abogado que había
asistido a la jornada del día anterior, quien se había quedado con una pregunta
pendiente que no quiso formular en el momento ya que se trataba de un caso
judicial en trámite. Después de escuchar la pregunta del joven defensor, Bovino
le responde por qué motivos su planteo contenía algunas debilidades.
- Ahhhh, entonces están fritos, ¿qué me recomienda?
- Te recomiendo que les avises que mejor no cometan
más delitos —dijo Bovino.
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