16 jun 2012

DÓLARES Y MARIHUANA


UN DEBATE CON VERDES CONTRADICCIONES 
Por Mariano Silvestroni



En la Argentina de hoy es bastante complicado debatir sobre libertades individuales. Sobre todo si se pretende asumir una posición medianamente coherente.
Derechas e izquierdas (y pido perdón por acudir a una distinción tan antigua y poco expresiva de contenidos políticos concretos) siempre se caracterizaron por defender cada una de ellas (al menos discursivamente) una parte de la libertad. Las libertades económicas fueron bandera de las derechas y las libertades civiles de las izquierdas, al menos en sus versiones moderadas, claro está, porque las posiciones extremas en uno u otro sentido siempre renegaron de todo atisbo de libertad.
Nos parecería razonable escuchar, de alguien de derecha, una defensa de la libertad de atesorar dólares o cualquier otra moneda o valor, en ejercicio del derecho de propiedad y como mecanismo de protección frente a la inflación, la expropiación de depósitos, la modificación compulsiva de contratos, el default de bonos o la inexistencia de cajas de jubilaciones confiables; en fin, lo usual en la historia argentina desde que tengo memoria (nací en 1969).
Tan razonable como escuchar de alguien de izquierda, la defensa del derecho individual de disponer del propio cuerpo del modo en que cada uno lo prefiera, lo que incluye el derecho de consumir drogas de cualquier tipo.
Cada posición asumiría, además, una mirada crítica a la pretensión de utilizar al sistema penal para perseguir a quienes dispongan de sus atributos (su propiedad o su cuerpo respectivamente). Considerarían propio de un Estado policial y dictatorial que los individuos sean escrutados por perros en busca de la sustancia o mercancía prohibida, que sean monitoreados en sus conductas, que terminen encarcelados. Estarían dispuestos a marchar con banderas, cánticos e incluso con cacerolas bochincheras, para hacer conocer su enojo y manifestar su protesta.
La defensa de estas ideas se puede encarar desde una posición de asepsia intelectual, esto es, como resultado de una especulación objetiva sobre lo justo o útil, o desde el prisma de quien defiende su propio interés.
Entonces, el defensor del derecho de tener y disponer de dólares y valores podrá inspirarse en una evaluación objetiva sobre lo que considera correcto y útil para la sociedad o en su afán de especular o enriquecerse o simplemente de ahorrar. Del mismo modo, el defensor de la libre circulación de drogas podrá inspirarse en la defensa del ideal de libertad, en una crítica al daño que causa la prohibición o en la mera intención de consumirlas o comercializarlas.
En general, las ideas políticas se forman por combinación de ambas circunstancias, aunque parecería ser que el interés personal es el que prevalece en la militancia concreta y el que lleva a los simples ciudadanos a defender una u otra posición.
Esto es muy claro respecto de las drogas: los defensores de la libertad son, en su gran mayoría, quienes pretenden consumirlas sin ser molestados. Y también respecto del dólar, en tanto quienes defienden la libertad cambiaria son quienes pretenden ahorrar en dicha moneda, o viajar o comprar bienes con ella. Como se advertirá, en ambos casos hago referencia a la situación de los simples ciudadanos y no a las corporaciones que podrían pretender negocios en uno u otro ámbito.
En estos días, la Argentina asiste a debates que rondan estas verdes obsesiones; el dólar y la marihuana, la libertad y el control, el rol del Estado frente a las libertades individuales.
En la Cámara de Diputados se está debatiendo una modificación de la ley 23.737 con el objeto de despenalizar la tenencia de drogas (de todas las drogas) para consumo personal y, en especial, el cultivo de Marihuana para consumo propio y la tenencia de semillas con igual finalidad. Un sector del Gobierno Nacional y ciertos sectores de la oposición, parecerían estar de acuerdo con la modificación. Comparto ese punto de vista; es más (y aunque no viene del todo al caso) en lo personal preferiría que los legisladores fueran más allá en la despenalización, poniendo fin a esta ridícula caza de brujas que tantas vidas se ha cobrado; reconozco, de todos modos, que esa utopía es, hoy por hoy, irrealizable.
Paralelamente, la Argentina se debate en torno a la libre disponibilidad de dólares y demás monedas extranjeras, a la legitimidad y eficacia de las medidas del Estado para restringirla (lo que hoy en día se denomina “cepo cambiario”). En este caso, los autodenominados progresistas (sobre todo los cercanos al gobierno) parecen escoger un camino diferente, el de la prohibición, el de los perros requisando turistas. Se anuncia, incluso, la pretensión de “modificar” la forma de pensar de los argentinos que desean ahorrar en dólares. Algo parecido a los tratamientos para drogadictos de la ley 23.737 que están a punto de derogarse.
La discusión adquiere tales niveles que un economista del actual establishment ha equiparado a las personas que atesoran dólares con los enfermos de TOC (trastorno obsesivo compulsivo), incurriendo en un etiquetamiento similar al que se lleva a cabo cuando se considera enfermo al consumidor de estupefacientes, o al delincuente a secas al que se quiere imponer un “tratamiento penitenciario”.
Me causa mucha gracia (aunque tal vez debería darme pena) la coincidencia de izquierdas y derechas en el discurso liberal para intentar defender una u otra libertad. Una u otra, nunca las dos. La libertad propia se defiende, la del otro se pisotea.
Si bien esta ha sido una característica histórica de los defensores de uno y otro discurso, lo que la torna interesante en este momento es la simultaneidad, la (parafraseando al economista que acudió a otra dolencia del DSM-IV) “esquizofrenia” de quienes, al mismo tiempo, propugnan la libertad de drogarse, pregonando a los cuatro vientos el fracaso de la cruzada contra las drogas, mientras coinciden con las restricciones gubernamentales a la compra de divisas extranjeras, con modificar a la fuerza la forma de pensar de quienes buscan refugio frente a la inflación y frente al robo sistemático que en los últimos años han llevado a cabo los bancos, los mercados de valores y los funcionarios públicos. Esa posición es tan interesante como la de quienes cacerolean porque no pueden comprar dólares o porque les licúan sus pesos con una inflación del 25% anual, pero al mismo tiempo son capaces de vomitar de sólo imaginarse que una persona pueda tener una plantita de marihuana en su jardín y fumarse un porro todos los días (y ni se nos ocurra proponerles la libertad de poseer cocaína, heroína o LSD; “vade retro Satanás”).
El debate en los medios de comunicación parecería estar en manos de “fachos” y “fumones”, que hablan de libertad con gran hipocresía, que sólo defienden su propio interés y a quienes piensan como ellos, sin detenerse a pensar que la esencia de la libertad es la tolerancia del diferente.
Y también están por allí los que no advierten (o lo hacen pero miran para otro lado) que ciertas restricciones a la libertad de los simples ciudadanos (sobre todo cuando se relacionan con la pretensión subjetiva de proteger la propiedad y las propias preferencias de vida) nunca funcionan y siempre generan daños mayores.
Los resultados están a la vista. La cruzada contra las drogas constituye uno de los fracasos más rotundos del discurso conservador en materia de libertades civiles; ha creado mafias, causado muertes, desparramado la corrupción en todos los estratos gubernamentales, enriquecido bancos extranjeros y empobrecido a los países productores, pero no ha evitado que las personas elijan drogarse, a pesar de la mala calidad del producto que es consecuencia de la prohibición.
Existe una regla de la economía que muestra que cuando se restringe la oferta de un producto, su precio aumenta. Y eso es lo que ocurrió en materia de drogas: la represión de todos los circuitos de tráfico restringió la oferta del producto (porque la tornó más dificultosa y riesgosa), haciéndolo más escaso y, consecuentemente, aumentando su precio. Y existe otra regla del mercado que muestra que cuando el precio de un producto aumenta, se incentiva la aparición de oferentes de ese producto (eso es lo que ocurrió con los narcotraficantes: antes del inicio de la cruzada contra las drogas eran una rareza mientras que ahora constituyen una de las principales mafias a nivel internacional). Se genera, en suma, una especie de compensación: la restricción disminuye la oferta formal y aumenta el precio y ello deriva, finalmente, en un aumento de la oferta real como consecuencia del precio mayor. Todo ello en un contexto de criminalización que torna extremadamente peligrosa la actividad generando costos adicionales que necesariamente se trasladan al precio final, produciendo una espiral ascendente de mayores ganancias, mayor oferta y multiplicidad de negocios periféricos (seguridad, transporte, cobertura, lavado de dinero) asociados al tráfico.
En definitiva, el incentivo de la oferta de drogas derivado de la criminalización es lo que ha provocado la formación de redes de narcotráfico y lo que explica el estrepitoso fracaso de la denominada “lucha contra las drogas” impulsada por los Estados Unidos de Norteamérica.
Un ejemplo de que la libertad siempre se abre camino.
Lo mismo ocurrió con los controles de precios cada vez que se pusieron en práctica y con la violación del derecho de propiedad.
Cuando se fija “oficialmente” el precio de un producto por debajo de su precio de mercado, se producen dos cosas: a) se retrae la oferta “oficial” puesto que a menor precio menor oferta (es lo que ocurre con el dólar oficial en la actualidad: nadie quiere vender a ese precio, ni siquiera el propio Estado que precisamente por ello restringe la venta a los ciudadanos); b) se forma un mercado paralelo en donde se estimula la aparición de nuevos oferentes (los “arbolitos) y en donde el producto se cotiza a su precio real (cuando hablo de “precio real” hago referencia al precio al que el producto se consigue).
En este contexto, si se persigue el mercado paralelo de divisas (inspectores de la AFIP y policías recorriendo el microcentro a la caza de “cuevas”, perros olfateando viajeros en los puestos de la aduana y quien sabe que otras ideas más que puedan implementarse en el futuro) se cae en el esquema ya explicado, porque se produce una retracción de la oferta formal derivada de la prohibición, que estimula el aumento del precio y a formación de un mercado paralelo y muchas veces criminal.
El mismo esquema político, la misma lógica, el mismo fracaso.
En ambos casos se presenta, además, la particularidad de que se trata de la represión de comportamientos vinculados con libertades individuales que (por diferentes razones) las personas están dispuestas a llevar a cabo de todos modos (repito que me refiero a la compra de dólares y drogas por parte de simples ciudadanos y no de corporaciones de negocios).
El que elige fumar marihuana la va a fumar diga lo que diga el Estado y el que elige ahorrar en dólares o viajar lo va hacer de uno u otro modo con independencia del esfuerzo político que se despliegue en sentido contrario. Se trata de decisiones personales que no se retraen frente a garrotazos, medidas curativas o intentos estatales de “modificar” la forma de pensar y razonar.
Hay muchas otras similitudes entre ambas oleadas prohibicionistas. En ambos casos quienes más se perjudican son las personas de menos recursos económicos; en el caso de las drogas el más pobre es quien más riesgo corre para adquirirla y, además, ocurre que generalmente sólo puede acceder a un producto de muy mala calidad y, por ende, mucho más lesivo para la salud (el caso del paco es el ejemplo paradigmático). En el caso de los dólares, el jubilado o el asalariado con un sueldo mínimo o el trabajador informal deben recurrir necesariamente al “arbolito” (muchas veces en condiciones de precariedad que los expone a riesgos de fraude), ya sea para viajar o para enviar dinero a parientes en el exterior (situación muy usual en la República Argentina).
En la otra vereda, las personas con mayores recursos económicos cuentan con mejores opciones: ingresos no declarados en dólares billete, cobro de cuotas o alquileres en dólares billete, ingresos “blancos” que permiten obtener autorización oficial para comprar.
La historia de siempre.
Sin embargo, ni “fachos” ni “fumones” se preocupan realmente por la libertad del otro ni por la situación de quien menos tiene. La libertad no es una prioridad, es sólo un eslogan para defender el propio interés.
Como el dólar y la marihuana, el debate sobre la libertad sigue verde, demasiado verde.

13 comentarios:

fahirsch dijo...

No solo existen las derechas y las izquierdas. Existimos los liberales (escasos en la Argentina), en un posición perpendicular a la línea derecha-izquierda y definiendo entonce un plano de opiniones*, que estamos de acuerdo con muchas más libertades que conservadores y "progresistas".
* Y que obviamente define también a autoritarios en la otra punta del eje perpendicular

ignacio dijo...

Me parece muy bueno el analisis y los paralelismos que el autor hace respecto de esas dos acciones, pero disiento en cuanto a que no creo que exista un derecho constitucional que habilite a los particulares a comprar moneda extranjera. Fuera de consideraciones respecto del poder de policia aduanero, entiendo que a un exportador por ejempl se le podria afectar su derecho de propiedad si compulsivamente se le obligara a vender sus dolares; pero que el Estado deba intervenir para que se ofrezca moneda extranjera a quien la quiera no me parece ni una obligacion ni una necesidad.
un saludo.

Daniel fedel dijo...

No me parece acertada la comparación. Tampoco me parece que quienes pretenden la despenalización (como, por ejemplo, quien escribe) pretendan consumir drogas libremente. De lo que se trata, básicamente, por un lado, es el proteger el ámbito de autonomía moral, y, por el otro, terminar con la hipocresía que representa la persecución de consumidores sin resultados concretos sobre la problemática en si. Pero, en todo caso, lo que se pone en juego es la libertad individual sin perjudicar a terceros.
De adverso, supuesto que el derecho de propiedad permite el uso y goce como a uno mejor la plazca, pero siempre tiene un limite. Yo no puedo, con mi terreno, hacer lo que quiero y construir un edificio de 200 pisos, debo respetar las normas que regulan mis facultades, pues mis vecinos también tienen derechos sobre su propiedad.
En consecuencia. La restricción a la compra de dólares no necesariamente involucra la afectación a la libertad, en tanto el ejercicio de esa libertad puede poner un riesgo a la macroeconomía, es decir, perjudicar al conjunto. Allí, pues, existe el vallado a la autonomía moral.
La compra de dólares significa fuga de dinero y, a la vez, es un bien que no se fabrica, sino que, su existencia y disponibilidad en el mercado. depende de variables macroeconómicas. En consecuencia, su limitada existencia y la necesaria disponibilidad estatal para afrontar compromisos externos, destaca que determinadas decisiones pueden estar fundadas en necesidades del conjunto y, de suyo, en evitar el perjuicio a terceros, que el ejercicio de una tal libertad absoluta puede implicar.
Consecuentemente, no me parece que la equiparación sea feliz. La despenalización de la tenencia para consumo en realidad solo representa eliminar un tipo penal que, hoy por hoy, violenta el principio de reserva. Ya la Constitución, pues, despenaliza esa acción, y el código penal no es mas que un apéndice constitucional.
Los limites cambiarlos no tienden a limitar derechos individuales castigando con una pena a su tenencia.
Simplemente limita su acceso, por ser un bien escaso cuya libre disponibilidad, hoy, perjudica al conjunto.
El Estado tiene el deber de alentar o desalentar actividades que son nocivas al conjunto.
Si, los dólares abundaran, podría alegarse que cercenar mi libertad para adquirirlos vulnera mi autonomía moral, pero no cuando tal actividad perjudica al resto.
Con similar argumento puede equipararse mi derecho a comprar un bien importado, y con ello, caerían todas las restricciones de los países proteccionistas, aunque sean absolutamente liberales. Pero tales medidas tienen fundamentos en beneficios del conjunto, la necesidad de proteger la industria nacional y los puestos de trabajo, con lo que, tales limitaciones, si buscan evitar perjuicios a terceros, no afectan autonomía moral alguna.
Se puede ser liberal sosteniendo ambas posiciones, con lo que el planteo no resulta adecuado, y menos la supuesta dicotomía fachos y fumones, pues simplemente se trata de respetar la constitución nacional.
Y tampoco es cierto que ninguno piense en los pobres o en los que menos tienen, puesto que la restricción cambiaría busca proteger el crecimiento y la inclusión, evitando una devaluación.
Se podrá disentir si es o ni el camino adecuado, Pero ello, en todo caso, es discutir políticas económicas y no derecho, como pretende, erradamente, la nota que comentamos.

Nacio dijo...

"La gente es boluda" se dijo por ahí...

Jorge dijo...

Excelente articulo y análisis el presentado y ahora muy discutido por los blogers, con todo el respeto que me merece la intelectualidad mostrada en su texto por Daniel, me permito disentir y sobre todo cuando su análisis lo hace basándose en el principio de la Autonomia Moral y el de afectación de la Macroeconomía. En relación con la Autonomia Moral por si misma en sus diferentes definiciones se ve claramente mancillada por cualquier regulación que limite la independencia de pensamiento, ideología y obra que no dañe la misma autonomia moral del otro. De eso se trata justamente y que me perdonen Kohlberg y otros tantos filósofos y pensadores por tomar mis propias decisiones (soy solo un medico) acordes a mis propias interpretaciones humanísticas que no descarto puedan estar equivocadas. Mis libertades y derechos son absolutas/os mientras no afecten las del par. En eso le doy la derecha a Daniel cuando pone el ejemplo del edificio, pero aquí estamos halando de otra cosa y esa otra cosa es la de pretender justificar bajo el amparo de la autonomia moral decisiones políticas que nada tienen que ver con la misma. En términos de esto justamente menos estoy de acuerdo que la libre disponibilidad de moneda extranjera afecte la macroeconomía. Si así fuese, ¿Porque no se afecto durante los últimos 10 años de Ventura justamente la macroeconómia? Esta claro que estos son solo maniobras técnicas que tratan de corregir gravísimos errores cometidos en esa década que debió habernos lanzado a la cima de los países del mundo y que una vez mas no supimos, o no quisieron así fuese. Es triste ver y analizar que el "doble cepo" es para los que menos tienen, porque sin duda que el poder económico que si puede afectar la economía y la vida del 99,9% del pueblo argentino nunca tendrá imposibilidad alguna en una sociedad hipócrita al acceso a moneda o activos extranjeros y a droga de la mejor calidad. No puede quedar duda del enorme paralelismo que hay entre el dólar y el consumo como describe el articulo. No puedo no marcar también que la marihuana es utilizada en muchos países en la medicina par palear el dolor en enfermos terminales y obvio no esta prohibido el consumo. ¿No tienen autonomia moral todos esos países del llamado primer mundo". . En síntesis y para terminar con solo mi reflexión, PROHIBIR Y PERSEGUIR mostró siempre, y de esto Uds. saben mucho mas que yo, solo el "perfeccionamiento de la inteligencia para el mal" y el invento de mejores negocios alejados MAS QUE NUNCA DEL CONCEPTO DE AUTONOMIA MORAL.

Daniel fedel dijo...

Jorge, te agradezco el disenso respetuoso. De todos modos nos diferencian criterios ideológicos acerca de determinadas decisiones políticas y, como tales, me resultan ajenas a este blog y por eso dejo la controversia para otro ámbito. Solo me permito, jurídicamente, destacar que un razonamiento similar al de la nota llevaría a exigir al Estado, si no se penaliza el consumo, a reclamar el derecho a la libre compra de drogas, si lo queremos equiparar falsamente al tema del dólar. Esta claro que el estado no permite, facilita ni promueve el comercio de estupefacientes, simplemente deja de punir conductas abarcadas por la autonomía moral. De adverso, una pretensión tal, amparada en otro derecho, el de comerciar libremente, también debiera llevar al libre comercio de estupefacientes. Esta claro que ambas cuestiones, el libre comercio de estupefacientes o el libre comercio de dólares, son cuestiones de política criminal o de política económica, respectivamente. En ambos casos, decisiones no judiciables, que se pueden compartir o disentir.
Por ello, insisto, se pueden defender ambas posiciones desde el mismo prisma ideológico. La despenalización del consumo, por afectar el principio de reserva, y por ser, consecuentemente, inconstitucional su castigo. Luego, se puede defender la limitación al comercio de dólares o de estupefacientes, por razones de política criminal o económica, sin comprometer aquel juicio, sobre el consumo individual sin afectar a terceros.
No hay dualidad, ni hay dicotomía y no hay fachos ni fumones. Cordialmente, Daniel Fedel

SolucionAdiccion dijo...

Excelente artículo, con un análisis muy interesante. Me gustaría recomendarles la página de SolucionAdiccion para formar parte de una comunidad que informa y aprende sobre drogas

Anónimo dijo...

Estimado Fedel:
La nota (cuya postura no comparto para nada) habla precisamente de una posición política y de la contradicción política pero no de un problema constitucional.
Yo no esoy de acuerdo, pero la nota dice que todas esas cosas deberían liberarse incluyendo la venta de drogas. A mi me parece una barbaridad.

Yo en lo personal creo que debería castigarse ambas cosas (la venta y el consumo de drogas y la venta y la compra de dólares) y que debería estatizarse la economía totalmente y prohibirse ciertos desvios "liberales" en todos los aspectos,pero es mi opinión personal y creo que soy coherente.
El autor de la nota piensa exactamente lo opuesto.En otra ocasión veré si puedo contestarlo con más detalle y explicar que todas las libertades deben ser limitadas por el estado para el bien común. Como diría Jakobs la persona es persona porque el sistema la hace tal cosa. Y lo mismo pasa con la libertad. La libertad sin ajustea la sociedad es una ficción. Por eso no comparto ni la posición de los liberales económicos ni la de los liberales civiles. Hay que avanzar sobre la economia y sobre todas las relaciones humanas y regularlas todas como decía Rousseau para lograr una armonía.
Yo creo que el gobierno avanza en ese sentido y no creo que terminen despenalizando la droga. Se da por sentado eso pero no creo que pase. El gobierno es más coherente de lo que muchos piensan. La droga así como la libre circulación de divisas es un mecanismo de dominación que beneficia a los países imperialistas. Yo creo que hay que combatir eso y que frente a eso no se puede argumentar ninguna libertad. Es el bien comun lo que está en juego.
Es mi opinión.

Andrés.

Alberto Bovino dijo...

Gracias por la recomendación, pero no es ese enfoque el que promovemos desde esta página.

Cordiales saludos,

AB

¡SILVESTRONIIIIIIIIII!!!!! APARECÉÉÉÉ

Mariano dijo...

Gracias Alberto por publicar mi nota.
Me parecen interesantes las objeciones que leí acá en el blog y muchas otras que me enviaron por mail.
En muchas de estas objeciones ronda esta idea de que las regulaciones en materia de política económica pueden justificar cualquier cosa. Y eso fue precisamente lo que quise destacar: el argumento utilizado para justificar la restricción. Argumento que, trasladado al derecho penal, es el que se usa para justificar cualquier tipo de coacción en aras de determinada “política criminal”.
Política criminal o política económica terminan siendo excusas para justificar el poder, la pena, el lavado de cerebro compulsivo la “resocialización”.
Ni menciono las objeciones “fachas” porque calculo que las podrán imaginar: que el drogadicto es un enfermo, que la droga es algo contagioso (el primero te lo regalan, el segundo te lo venden), que el que se droga sale a matar, que no estamos preparados paras algo así, etc. Lo de siempre.
El miedo (a que no haya dólares o a que haya marihuana) hace rendir al más férreo defensor de los “medios”, frente a los “fines”.
El debate es interesante si lo situamos en la problemática de los simples ciudadanos. El que pretende ahorrar (en dólares, oro, euros o lo que sea que mantenga medianamente su valor –y no hablamos de bienes escasos como se dijo por ahí: son bienes que sobran-), y el que pretende disponer de su cuerpo y decidir sus gustos personales sin que los demás se metan en su vida. No hablamos de corporaciones. Ni de Repsol ni del Cartel de Cali.
Y es en ese punto en donde me parece necesario marcar las contradicciones para poder debatir sobre la libertad sin hipocresías.
Porque sino pasa lo mismo que con el garantismo. Yo en lo personal me creí el discurso garantista. Pero luego me di cuenta que el discurso no era sincero. O, al menos, que los garantistas no eran sinceros y empezaron a contradecirse, a hacer excepciones, a crear una especie de doble derecho: garantías para los amigos, y derecho penal policíaco para los enemigos.
Sigo siendo garantista pero no le creo a los que se compraron el rótulo.
En lo personal creo que todas las garantías y todas las libertades rigen para todos los casos, sin excepción alguna y es desde ese costado que hablo.
Saludos y muchas gracias.
Mariano Silvestroni

Risieri dijo...

DR Bovino, disculpeme pero disiento. En cualquier caso, las restricciones a la realizacion de las acciones que se desean (libertad podriamos decir, pero es un concepto complicado porque implica la preexistencia de un derecho, lo cual es justamente el debate) no se argumentan desde la posicion del mero deseo de restringir. En el caso de las drogas se argumenta (tema para debatir, claro esta) que las mismas al perjudicar la salud de un gran numero de individuos, justamente por ello afectan a la salud publica. En el caso de los dolares el argumento restrictivo no suele ser amplificado pero es bastante cierto: siendo el dolar, por la experiencia historica, una referencia de valor (casi una moneda porque aqui es medio de cambio, unidad de cuenta indexatoria, y reserva de valor) , ademas de un bien escaso para el pais que no lo emite... siendo todo eso que tiene bien ganado, lo que se argumenta es que habiendo tres tipos de demanda de moneda (Laidler, "la demanda de dinero") , de los cuales el motivo transaccional en epocas de crisis de confianza es el menor, se puedan controlar los otros factores (especulacion y reserva de valor). ¿Por que es defendible? Por la misma razon que defendemos la existencia de un Banco Central, para que las eventuales corridas financieras no impacten sobre los precios en $ (ya que todos ajustamos nuestras expectativas en $ a la luz del valor del U$S). Defender el valor de la moneda (entendiendo por ello el poder adquisitivo de los $, y no de los U$S) es deber del gobierno, de acuerdo a nuestra Constitucion.

Risieri dijo...

Perdon . Como dijo Ignacio mas arriba, el obligar a un exportador a liquidar los dolares ... tal cual, eso si me parece una afectacion ilegitima del derecho de propiedad. Seguramente ya hay millares de amparos presentados en tal sentido.

rosa ofelia valadez barreda dijo...

creo que la restriccion a la venta de dolares para el propio pueblo, resulta inconstitucional, contrario al principio de progresividad, pues el avance y el progreso de un pueblo debe ir en base al desarrollo de sus habitantes y no para atras, ya que son recursos legalmente generados dentro del patrimonio de cada particular, y esta restriccion, los envuelve en un impedimento para utilizarlos , venderlos, comprarlos , regalarlos, etc. ya que si el recurso es patrimonio de cada persona, creo que en base a la libertad del trabajo , de una vida digna, cada quien es propietario de su recurso, y si este se restringe, en forma infundada e inmotivada pues caemos en una imposicion anti democratica, lo cual genera abuso de poder.