Por esas cosas del destino, la semana pasada pensé un par de veces
que hace rato no le escribía a Nils Christie,
el profesor noruego que tanta influencia ha tenido en nuestro país. Me acabo de
enterar que Christie falleció ayer
y me ha entrado una profunda tristeza.
Nunca me voy a olvidar de ese sábado a la tarde de 1987 cuando, por
recomendación de mi maestra Lucila Larrandart,
compré un pequeño libro que, literalmente, marcó mi vida: Los límites del dolor, del profesor noruego Nils Christie. A la hora de la cena, el texto
me había partido la cabeza, y marcó mi mirada del derecho penal para siempre.
Años más tarde, conocería a este extraordinario y humano personaje.
Primero, junto con Martín Abregú,
seríamos sus editores (ver acá).
Luego, seríamos quienes lo atenderíamos en sus visitas a nuestra universidad y,
finalmente, seríamos sus amigos.
Jamás podremos olvidar, por ejemplo, que la primera vez que nos
visitó, prefería salir a cenar con la gente joven que había llegado de todos
lados, antes que con personajes que se creían importantes. Prefería que de
mañana no lo molesten para recuperarse de las cenas regadas en abundante tinto.
Prefería ir a cenar a un típico bodegón por la zona de congreso, junto con su
nueva amiga argentina Melina Danil,
antes que a alguna famosa parrilla de Puerto Madero.
Siempre más interesado por hablar con sus amigos de aquí de los problemas
de la vida antes que de la academia, desbordaba humanidad, era como el abuelo
sabio y vivido que todos quisiéramos haber tenido. Con su experiencia de vida
nos enseñó tantas cosas a quienes tuvimos la fortuna de conocerlo.
Y siempre te sorprendía, como esa vez que en medio de un congreso en
nuestra facultad no solo acepto mi invitación a pasar por mi curso —ese día
daba la clase el gran Diego Morales—, sino
que además salió muy contento porque decía que al hablar con un grupo de ese
tamaño dentro del aula podía comprender mucho mejor las reacciones de los
estudiantes. Como otra vez que se indignó al ver el estacionamiento exclusivo
para jueces en Plaza Lavalle... ¿Argentina no es una república?, preguntó asombrado.
Y aquella histórica jornada en la ciudad de Córdoba, en un congreso
de estudiantes, cuando subió indignado al escenario e interrumpió a Silva Sánchez:
En el Congreso Latinoamericano de Penal y
Criminología en Córdoba (2003) un profe español, creo que Jesús Silva Sánchez, comenzó a teorizar sobre
la justificación de la responsabilidad penal objetiva o alguna cosa así.
Entró Nils, se le fue al humo, se le subió al
estrado del Salón de la Américas (era el plenario de cierre) y le refutó que
esa teoría solo servía para encarcelar pobres sin ninguna garantía.
El tipo arremetió con la pasión de un joven de
20 y con argumentos de la experiencia de uno de 80. Fue lo más cercano a una
estrella de rock que vi en mi vida. Silva
Sánchez no entendía lo que pasaba. Tuvieron un debate muy acalorado y al
final hubo un aplauso larguísimo.
Solamente por esa aparición de Nils valió la
pena renegar un año, correr todo un mes y no dormir por cuatro días.
Queremos tanto a Nils...
Abrazo, Lucas Gilardone
Un verdadero maestro, de la primera generación de abolicionistas,
que no eran abolicionistas de escritorio. En Montevideo recuerdo que me contó
que no hacía muchos años había sido detenido en una protesta por quién sabe qué
injusticia, y que en el lugar de detención se encontró con... ¡su nieta!
Más allá de su excelente producción teórica, éste fue el Nils Christie que desbordaba humanidad, y que
siempre fue tan respetable, tan admirable, tan querible. El mismo que mandó las
respuestas de un cuestionario de tres preguntas que le enviamos para publicar
en este blog, y así cerró su mensaje de correo:
Alberto:
Espero que esto pueda ser útil en Argentina,
un país que me gusta tanto. Aquí tenemos una bonita primavera en este momento.
Las aves han regresado de África y la vida es buena.
Cálidos saludos,
Nils
Una persona que te escribe esto respecto de su calidad de autor de
la editorial:
Hoy te despedimos con profunda tristeza
1 comentario:
Muy lindo post. Abrazo. Nico
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