18 ene 2010

NO SOY UN ABOGADO QUE DA CLASE


AL FINAL, ¿QUÉ CUERNOS SOY?


I. Cómo comenzó todo esto


Estuvimos revisando todas las entradas del debate sobre los AQDCs con sus comentarios, y realmente se han planteado allí muchísimas cuestiones que reclaman un debate necesario. Recordemos que el debate se originó en un excelente post de Tomás Marino (Cómo estudiar derecho sin hastiarse) . A ese post le respondí con un video provocando a Tomás (Soy un Abogado Que Da Clase), que recibió, vía correo electrónico, una magnífica respuesta de una lectora. El video fue reproducido nuevamente acompañado de esa respuesta (Flor de comentario a “Soy un Abogado Que Da Clase”) .


A la semana Martín Böhmer cargó “Contra los Abogados Que Dan Clase” . A ello se agregó todo lo que siguió hasta este nuevo post.


El debate fue realmente fructífero, y desde el principio se pudo advertir que discutimos muchos más temas que los que originaron el debate (profesores con dedicación parcial vs. profesores profesionales). Sin embargo, en muchas ocasiones se dejó de lado el hecho de que se trataba de un tema planteado en términos institucionales, y muchos de nosotros respondimos algunas cuestiones en términos personales.


Luego de este repaso que hicimos, desde la mirada institucional que el debate reclama, creo que es posible concederle a Böhmer parte de razón, en cuanto a la necesidad de contar con un cuerpo mucho más numeroso de profesores y profesoras con dedicación exclusiva, pero solo bajo ciertas condiciones. La principal es, seguramente, que los profesores con dedicación exclusiva no sean solo profesores profesionales dedicados a enseñar algo que no conocen en su aspecto práctico, esto es, que los profesores profesionales deben contar con una experiencia laboral previa —no necesariamente de litigante—. Jamás estaría de acuerdo con esos profesores que no salen jamás de la universidad, que se gradúan de abogados, se inician en la carrera docente y en su vida han pasado a menos de cien metros de tribunales, de una oficina del Estado, de una empresa, de una asociación no gubernamental o de un estudio jurídico. Ello generaría un ejército de profesores autistas, todos portadores del Complejo de Rock Hudson. En este aspecto, creo que debemos releer todo lo que se dice en el comentario de nuestra reflexiva lectora, a quien agradecemos especialmente su aporte y su acción disparadora.


II. Entre esos tipos y yo hay algo personal…


Volviendo ahora a nuestra experiencia personal, debemos advertir que no podemos considerarnos un “promedio del profesor-abogado” (ver comentario de la lectora PB) o la “media” del profesional que ejerce en el que piensa Böhmer (ver comentario de Martín en su post “Contra los Abogados Que Dan Clase”, aunque tampoco un “anormal” como propone el subnormal de Raúl Soria (comentario en ese mismo post).


Lo cierto es que, dada las particularidades de mi práctica profesional, hasta hace poco tiempo ejercía la abogacía de una manera tal que, en vez de restarme tiempo para prepararme para dar clases, me lo facilitó. Ello pues tanto en mis tareas en el extranjero como en nuestro país, siempre conté con tiempo suficiente como para capacitarme y aprender al mismo tiempo que realizaba cada uno de los trabajos en particular —al menos en la mayoría de los casos—, en situaciones bien diferentes a las que vive un abogado que se dedica al ejercicio privado de la profesión.


Sin embargo, esa circunstancia sólo pudo haber tenido influencia en mis supuestas aptitudes/conocimientos. Y aquí viene lo que, creo, es la mayor fortaleza que puede tener un abogado/profesor/defensor/fiscal/lo que sea que da muchas o pocas clases. Nuestros auxiliares docentes, que parecen haber sido injustamente relegados en gran parte de esta discusión. Y lo que sigue no es tanto un tema de debate sino, en nuestro caso particular, un sincero e inmenso reconocimiento.


Siempre estaré agradecido a mi maestro Julio Maier por todo lo que nos brindó a quienes nos iniciamos junto con él en la tarea de la docencia. Desde que comencé a desempeñar el cargo de profesor adjunto —primero interinamente, luego como profesor regular—, tuve la fortuna de estar acompañado de un número considerable de jóvenes abogados y abogadas no sólo tremendamente inteligentes y sólidos en sus conocimientos teóricos y prácticos, sino, además y especialmente, compañeros y generosos.


En mayor o menor medida, sin el equipo de auxiliares docentes que me han honrado —y aún lo hacen— con su dedicación, esfuerzo, responsabilidad, ingenio, buen humor, afecto y amistad, ninguno de los cursos de los que he sido responsable podría haber haber sido completado de manera mínimamente razonable. Por diversas circunstancias —personales y profesionales—, los cursos a mi cargo han sido de calidad diversa —algunos han resultado francamente malos—. La diversa calidad de esos cursos, en todo lo que han tenido de negativo, es exclusiva responsabilidad nuestra. Todos los aportes de los auxiliares docentes, a lo largo de estos años —desde 1994 a la fecha—, en cambio, siempre ha sido enriquecedora.


Es cierto, como siempre me recuerdan ellos, que hemos dedicado tiempo personal a sus necesidades e inquietudes. Sin embargo, lo que muchos de esos auxiliares docentes no terminan de comprender —del mismo modo en que lo hacen los estudiantes, pero ése no es el tema de este post— el simple hecho de que ellos nos dan muchísimo más de lo que han recibido de nuestra parte.


Por estas razones, hoy quiero agradecerles a todos y cada uno de ellos. Trataré de recordarlos aquí, aunque seguramente cometeré alguna injusta omisión. Me refiero a Máximo Langer, Gabriela Garrido, Mariano Bertelotti, Santiago Vegezzi, Fernanda Rebassa, Mariano Costanzo, Paola Bigliani, Tamara Tobal, Laura Giuliani, Brenda Baigrós, Federico Pinto, Pablo Pereyra, Florencia Plazas, Paula Gordst, Maximiliano Flammá, Roberto Campo, Edgardo Salatino, Esteban Chervin, Christian Rubilar, Christian Hurtado, Romina Siejninsky, Cristian Penna, Maximiliano Medina, Luciana Pierbattisti, Agustín Cavana, Josefina Minatta y Mauro Lopardo.


Con ellos hemos trabajado y seguimos trabajando en la organización de cada curso, la lectura e incorporación de materiales y bibliografía, el armado de los blogs de cada curso, y muchas más tareas que resultarían imposibles de realizar por parte de un AQDC sin su generosa y desinteresada colaboración. Es por ello que somos un Equipo Que Da Clases, equipo amateur, pero equipo al fin. Sin ellas y sin ellos, todo sería imposible, repetitivo e infructífero. Por todos estos motivos, siempre les estaré agradecido.


Buenas noche y buena suerte.

AB


8 comentarios:

Edgardo Salatino dijo...

Por mi parte debo y quiero también agradecer a A.B. y varios ayudantes que me precedieron, todo lo que me han dado. Si nosotros dimos algo, entonces, la cosa se convierte en un "quid pro quo". Y un orgullo particular formar parte de ese equipo.

Mauro Lopardo dijo...

Estoy muy agradecido por tu reconocimiento Alberto, tus palabras son muy alentadoras. Como en varias oportunidades, nuevamente aprovecho esta ocasion para agradecer la posibilidad que me diste para participar en este "Equipo que da clases". Me gusto mucho este post, y la verdad es que coincido plenamente. Abrazo grande.

CP dijo...

Alberto, muchas gracias por este reconocimiento, y gracias también por haberme dado la oportunidad de formar parte de este equipo Q.D.C., actividad que me enorgullece, gratifica y enriquece, tanto por tu influencia como por la del resto de los integrantes (sin olvidar a los estudiantes). Siento que formo parte de un equipo en el que me rodean excelentes personas, tanto por sus cualidades profesionales como por sus maravillosas cualidades humanas, pero no olvides que el creador de dicho equipo sos vos, ya que de lo contrario el resto no nos habríamos reunido.
Un gran abrazo,
Cristian

Agustín dijo...

Gracias AB por tu generosidad, es un orgullo formar parte del equipo. Abrazos.

Alberto Bovino dijo...

Insisto, muchachos, yo soy el agradecido. AB

Raúl Soria dijo...

Sin querer, empañar esta cadena de agradecimientos, quería decirle que desgraciadamente muchos profesores que dictan clases, entran en la categoría de anormales, propuesta por este sub-normal.
Saludos

Cátedra Garrido dijo...

Alberto, gracias a vos por la generosidad incondicional que te caracteriza. Como ayudante, allá por el 95, aprendí que se puede impartir conocimientos en un ámbito distendido y de respeto, al contrario de lo que piensan muchos profesores que creen necesario apelar a la rigurosidad de trato para enseñar. Y gracias por estar siempre abriendo puertas.
Gabriela Garrido

Alberto Bovino dijo...

Gabriela:

Gracias a vos por todo lo que has logrado al acercar a tus alumnos a algunos porfesores de derecho y publicaciones jurídicas.

Beso grande,

ALberto