Santiago es el autor del blog La existencia es lo que mata
1. ¿Cómo llegaste a estudiar abogacía?
¡Ésta es una pregunta que me remonta bastantes años atrás! Recuerdo que estaba en el último año de la secundaria y, como a todos, se nos exigía que seamos algo, que nos dediquemos a algo. Yo no tenía ni la más mínima idea de qué es lo que quería “ser” en mi vida, y es comprensible, tenía 17 primaveras a cuestas, nada. Entonces bueno, recuerdo que fue muy duro decidirme qué estudiar, y comencé a hacer estupideces, como por ejemplo completar cuestionarios por internet que prometían darme un resultado seguro sobre mi orientación vocacional; además de las inservibles horas perdidas en el colegio en una materia decidida a “orientarnos sobre nuestro futuro de estudiante universitario y profesional”.
La cuestión es que me decidí por estudiar derecho. No tengo familiares abogados ni nada por el estilo, pero siempre escuchaba esas sentencias de abuelas y tías, 3, que ante una discusión superflua decían “vos tenés que ser abogado, con ése carácter”.
Sí, una barbaridad total. Pero bueno consideré que era algo que yo podía estudiar, ya que no tenía en mí ser algo que me dijera “tu destino es dedicarte a X”. Entonces decidí que podía con la abogacía, que mis ideas de justicia encontrarían lugar y que mis ideales de joven podrían germinar estudiando eso.
Al principio fue duro, tuve muchas crisis de identidad, llegue a dejar un mes la facultad y estuve a punto de cambiarme a ciencias políticas. Pero después me relajé y desdramaticé las cosas: yo sería lo que debiera ser, independientemente del diploma que me otorgue el Estado.
2. ¿Cuál dirías que son los principales vicios de la enseñanza del derecho en tu Universidad, y si podés contanos a quien consideraste tu mejor y tu peor profesor/a y por qué razones?
Estudio en la Facultad de Derecho de la UBA. Desde mi punto de vista, el principal defecto es la extremada disociación de lo que se enseña en las aulas y lo que ocurre fuera de ellas. La mayoría de los profesores pareciera que toman como seres no pensantes a los estudiantes; sólo repiten artículos o dogmas sin problematizarlos, sin darles participación activa a los que nos sentamos ahí a escucharlos.
Nos hablan de discursos y discursos, muy pocas veces de problemas sociales reales en los cuales el derecho es protagonista. Sitúan a “el derecho” en una especie de limbo, de “razón pura”, ocultándonos toda especie de trasfondo histórico, social, de relaciones de poder, etcétera.
Otra cuestión importante es la falta de vocación de muchos sujetos que “dan clase”. Me indigna ver como ciertos “profesores” no sienten un gramo de pasión al pararse frente a un auditorio de jóvenes; sabiendo que si se le arroja una soga de entusiasmo, de pasión, de ganas de cambiar cosas, la juventud siente que vive. Pero no, se los toma como cerebros que tienen como fin el ser receptores de la gran erudición de esa persona que se sitúa al frente y habla y habla. Educación bancaria diría Freire.
Respecto al peor profesor, fue si no recuerdo mal, una persona llamada Hergott, daba clases de la materia “Derecho de la Integración”. No exagero, fue el curso que más sufrí en mi vida, una mediocridad total. No miento, el “profesor” venía, se sentaba, y desde allí comenzaba a dictar toda la clase; sí, ¡toda la clase era dictada! Y nosotros, los estudiantes no hacíamos nada, ninguno se reveló ni nada por el estilo, simplemente nos sentábamos una hora y media a escucharlo, o con suerte podías dormir un rato. No sentía que estaba en una Universidad, y además consideraba una falta de respeto total a los estudiantes que íbamos a sus clases —eran obligatorias, si no, te dejaba libre—, ya que la mayoría llegaba al aula luego de un día terrible de trabajo y viajes en medios de transporte no muy confortables.
Bueno, pasemos a la otra consigna: mejor profesor.
La verdad, y lamentablemente, no puedo hablar de EL profesor. Tuve algunos buenos, digamos con buenas intenciones. Recuerdo mi primer año de la facultad, en la materia “Teoría del Estado”, quien nos daba clases —si mi memoria no me engaña— se llamaba Arloti. Su forma descontracturada de darnos clases, siempre con un pucho en la mano, y con una inteligencia y unos conocimientos de “casi todo” impresionante. Nos hacía reflexionar, si era necesario largaba alguna “mala palabra” y fomentaba nuestro espíritu crítico en todo momento.
Después, ya más avanzado en la carrera, me topé con Bobbio en la materia “Teoría General del Delito y Sistemas de la Pena”. Él sí intento problematizar los contenidos, tenía sus falencias, pero la intención era evidente: que los chicos critiquen, razonen, piensen. Fue uno de los cursos que más participé, no paraba de disputar posiciones con el profesor y con los estudiantes. Es más, no era obligatorio ir a las clases, era mi última materia del día, es decir que podía llegar más temprano a casa si hubiese querido, sin embargo tuve asistencia casi perfecta.
Voy a invertir el orden de las preguntas. Si digo que no he visto nada acerca de hechos y prueba, creanmé, no he visto nada. Es decir, que no he aprendido más que banalidades al paso, y jamás realicé alguna especie de trabajo práctico o algo similar respecto a eso. Por eso cuando empecé a trabajar me la pasaba leyendo expedientes de principio a fin para ver cómo era esto de alegar, probar, relacionar hechos y prueba, etcétera.
Ahora, respecto a la primera pregunta, creo yo que lo que llamamos “los hechos y la prueba” tienen una importancia radical en un caso judicial, ya que de eso se trata: mediante las pruebas que consideremos pertinentes lograr imponer cierta interpretación de un acontecimiento, y aquí cito a Nietzsche para que cierre mi respuesta: “No hay hechos, lo que hay son interpretaciones”.
4. En caso de ser de la UBA, ¿que opinión te merece la "Orientación General"? ¿No creés que sería más apropiado llamalos los "desorientados"?
Sinceramente, no puedo entender cómo alguien puedeseguir la Orientación General. Con lo complicado, arduo y difícil que es abarcar un pequeño plano de alguna “rama” del derecho, es decir, estudiarla, razonarla, criticarla, hacer una genealogía de ella, comprender sus trasfondos culturales, sociales, políticos, y además de ello llevarla a la práctica.
Es así que no concibo los objetivos intelectuales de la “Orientación General”. Pero seamos realistas, no todas las personas tienen objetivos intelectuales, algunos caen es esa orientación, otros se especializan y muchos nos manejan como títeres.
5. ¿Cómo hacés para elegir las materias y cursos en que te anotás? ¿De dónde sacás la información para tomar la decisión?
Lamentablemente vivo algo lejos de la Facultad, tengo aproximadamente una hora y media de viaje, o quizá más, y ahora sumándole el trabajo la verdad que es muy complicado elegir.
Quiero decir que tengo un abanico muy pequeño para hacer elecciones de materias y horarios. Pero dentro de ese margen trato de elegir las comisiones por el contenido. Bajo los programas de la página de la facultad en donde señalan los puntos que se propone la cátedra, y si llenan mis expectativas apriorísticas y además el horario me coincide con mi tiempo disponible, me anoto. También suelo escuchar recomendaciones de compañeros de la facultad que considero “inquietos”, en el sentido de que buscan algo más, que son intranquilos, que quieren debatir ideas y que no se conforman con una cátedra mediocre y con profesores que han dejado de ser jóvenes, pero no por una cuestión de edad, sino por una cuestión de espíritu.
Quién es Santiago Scotellaro (ex-Holland)
Mi nombre es Santiago Scotellaro, nací un primero de octubre de 1985 en la ciudad de Ramos Mejía. Luego a los pocos años mudé hacia Merlo (Provincia de Buenos Aires) que es donde hoy en día transcurren mis latidos.
Después de acudir a guarderías, jardines de infantes y esas cosas, terminé por fin el secundario en el Instituto Modelo Almafuerte que, dicho sea de paso, pasé una de las etapas más sonrientes de mi, todavía, corta existencia. El año de egreso fue el 2003.
A la edad de 16 años comencé a estudiar guitarra; actividad que fui relegando de a poco porque al ingresar en el año 2004 al C.B.C. (Ciclo Básico Común), etapa que debemos atravesar todos los que queremos acudir a la bendita Universidad de Buenos Aires, se me complicó un poco por esa convención que llamamos tiempo y que la figuramos con las agujas del reloj. Ojo, no dejé de tocar la guitarra, sólo que suspendía mis estudios musicales constantemente hasta que al final los abandoné, al menos de manera formal.
Lo bien que la pasé en el C.B.C. no tiene nombre; conocí muchos amigos, amigas, amores, desamores, fiestas, reflexiones, y muchas otras vivencias que me sumergían de a poco en el mundo del estudiante universitario.
Al culminar esa etapa llegué a la Facultad de Derecho. Aún sigo ahí; a días de empezar la práctica profesional, es decir que ya estoy casi en el epílogo de la carrera.
Gracias a una cena que tuve con una gran amiga, Rocío, en agosto del año 2009 empecé a trabajar en un Juzgado de Garantías. No puedo decir que ese trabajo sea “lo mío” pero es donde hoy estoy conociendo muchos aspectos de la realidad social y de las relaciones interpersonales, y donde cada día me sorprendo un poco más.
Además de esto que les cuento, soy, como deducirán, muchas cosas más. Amo los libros; me llena de vida leer a viejos autores como Nietzsche, Dostoievski, Hermann Hesse, Goethe, Tolstoi, Sartre, entre muchísimos otros.
Básicamente este es un guiño de lo que soy, y lo comparto con ustedes.
Soy mucho más, mucho menos, y aún me falta ser bastante.
3 comentarios:
Muy bueno el cuestionario. Me permito señalar que la orientación general fue eliminada por la última modificación del plan de estudios. Saludos
Tengo una respuesta sobre por qué la gente elegiría orientación general. Bah, en realidad tengo mi respuesta:
Si estudias, trabajás, y por alguna de esas casualidades tenes también la mala suerte de vivir fuera de la CABA, es muy difícil coincidir con la oferta horaria de una orientación.
Y en muchos casos si trabajás en algo no vinculado con el Derecho, esperas recibirte pronto para poder laburar en algo relacionado porque justamente, es una carrera que se aprende también mientras se labura.
Yo hice todos los puntos de penal que me permitían (12: Régimen, T. del Delito y Garantías) y aproveché para hacer muchos puntos de sociales, filosofía y público. Además estuve como ayudante alumna de Elementos con un adjunto y dos JTP que me orientaban en la lectura que hacía por mi cuenta.
No estoy disconforme con mi formación. Obviamente siento que me faltó aprender mucho, pero estoy segura que también lo sentiría si hubiera hecho penal.
Y en muchos casos estoy segura de que aprendo más agarrando un libro en mi casa que con algunos profes de la facu.
Saludos!
Albert, ha sido un gusto responder este cuestionario para tu blog.
Cuando gustes, a tu disposición.
Santiago S.
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