Mujer sentada - Fernando Botero - 1996
1
Si te dan una hoja en blanco y un lápiz, y te piden que dibujes a alguien haragán, indolente, a quien no le gusta el deporte, y que lo único que
hace todo el día es estar en su casa mirando televisión, ¿cómo lo dibujarías? Apostaría a que dibujás un hombre —porque no está mal que la mujer
permanezca en la casa— excedido de peso. Seguramente será un hombre adulto pero
no viejo. Una especie de Homero Simpson
pero humano.
1. No es fácil ser gordo. Yo sé que muchos no se
imaginan todos los problemas que te genera el sobrepeso. Mido 1,78 y peso 115
kilos. No es que no esté gordo, pero ni estoy tan gordo, ni soy muy grandote. Sin
embargo, desde hace unos años me he dado cuenta de que así como el mundo está
construido para los diestros, esos diestros que lo construyeron eran flacos.
2. Veamos el departamento donde vivo, por
ejemplo. A pesar de que mi actual casa tiene un buen tamaño, el baño principal
parece la mesa de entradas de un juzgado de instrucción: hay que caminar como
un egipcio. Cada vez que entro medio dormido, voy rebotando contra el marco de
la puerta, el lavatorio y otros objetos o superficies demasiado cercanos entre
sí. El arquitecto y el dueño original del departamento deben haber sido
veganos, con seguridad. Todos los días invoco a sus madres.
3. No sé por qué, pero desde que superé los 90
kilos, mi sobrepeso ha aumentado de a cinco en cinco. No puedo pesar, por
ejemplo, 97 o 112 kilos. No, mi sobrepeso es metódico, y aumenta de a cinco
kilos, así, de golpe (o la balanza de la farmacia redondea). De esta manera
alcancé los 120 kilos, que es el máximo que he llegado a pesar. Desde los 90
kilos a esta parte, siempre aumenté. Luego de llegar a los 120, me enfrenté a
un dilema. O debía comenzar a comprar hasta los pañuelos en negocios especiales
para gente “grande” (de tamaño, no de edad), o bajaba de peso. Y así fue como
he bajado mis primeros cinco kilos.
4. Yo no lo noto, a pesar de que cada vez que
subía cinco kilos sí lo notaba. Cuando aumento de peso, la ropa no me entra, me
cuesta atarme los cordones y me choco todo lo que me rodea hasta que me
acostumbro a mi nuevo tamaño. Cuando bajé estos cinco kilos, sin embargo, la
ropa no me quedó grande. Para mí es un misterio como el de la física cuántica
eso de la ropa y yo.
5. Cada vez que tengo cinco kilos nuevos, además,
hay una experiencia que se asemeja a una tortura: caminar entre las mesas de un
restaurante lleno. La ubicación de las mesas y las sillas prácticamente no te
deja lugar para avanzar, y tenés que adoptar todos los trucos posibles para volverte
finito. Caminar como un egipcio ya me sale naturalmente, por eso de entrar a
los tribunales. Sin embargo, cuando te encontrás entre una columna y una silla
con alguien que no se puede mover, por ejemplo, viene lo más dificil. Avanzar
en puntas de pie, conteniendo la respiración y metiendo la panza; además de
ridículo, es difícil, y nunca te hacés tan finito como creés. Es por ello que
corrés el riego de quedar atorado entre alguna silla y alguna columna haciendo
un terrible papelón. Después de avanzar así cinco o seis metros, terminás
jadeando como si hubieras terminado de correr cien metros llanos. No es vida.
En puntas de pie
(posición de avance entre mesas)
2
La relación entre las personas excedidas de peso y la falta de
voluntad es un prejuicio que opera automáticamente, de manera inconsciente. Ése
es uno de los estigmas que pesan sobre nosotros, las gordas y gordos de este
planeta. Ese prejuicio, seguramente, ayuda a aumentar la aceptación social que tiene
esta forma de discriminación. Desde el sobrepeso a la obesidad, los gordos
debemos convivir con una serie de circunstancias que expresan diversas maneras
de discriminación debida a nuestros kilos de más.
Actividades tan comunes como
comprar ropa, ir al cine o viajar pueden llegar a ser quehaceres complicados
para las personas con sobrepeso que viven en Argentina (ver).
Si somos gordos o gordas, debemos ser “simpáticos” o “graciosos”
para tener aceptación social. Difícilmente se nos considere como personas
capaces de ocupar el lugar de líderes, o como los más idóneos para ocupar los
mejores puestos de trabajo. Si sos actor o actriz, solo te tocará un
protagónico si se trata de la historia de un gordo o gorda, es decir, tu peso
debe ser parte de la historia para poder protagonizarla.
El trámite de comprar ropa puede ser algo muy frustrante. La
experiencia de ver si nos queda bien un pantalón en un probador, en sí misma,
puede ser todo un desafío. La última vez que debí sufrirla, casi rompí dos
espejos solo por tratar de moverme dentro del diminuto probador... En algunos
negocios, un mínimo sobrepeso hace que no puedas usar sus talles más grandes.
En otros, el talle “S” para adultos parece un talle para niños. Este problema
seguramente es mucho peor para las mujeres, pues el actual modelo de belleza
femenino es el de mujeres extremadamente delgadas...
Gabriela y Marcelo pusieron en Bahía Blanca un local de ropa de
talles especiales para personas con sobrepeso y obesidad. Todo el lugar está
pensado para el tamaño y peso de los clientes. Los probadores son amplios y
tienen un sillón que puede soportar kilos de más. Gabriela cuenta parte de la
experiencia:
Cuesta mucho que la gente se
anime, les da vergüenza, han sufrido mucho maltrato y discriminación en los
comercios de Bahía Blanca. Generalmente, la atención es pésima con quienes
están excedidos de peso y los que no tanto… Porque muchas veces no hay talles
para adolescentes un poco rellenitas, que no son gordas e igual son
discriminadas (ver).
Por tener mayores probabilidades a padecer ciertas enfermedades
también somos señalados: el costo de nuestra salud es más caro. Un chef
sudafricano de 129 kilos debió abandonar Nueva Zelandia luego de que le
rechazaran la visa “por motivos de salud” debido a su obesidad (ver). Jamás hemos visto, sin
embargo, que alguien se queje por el costo de la salud acarreado por los
accidentes en el deporte no profesional.
El problema en el ámbito laboral, por su parte, es muy grave y, a
pesar de ello, es un tema del que no se habla:
Aunque todos reconocen los problemas que
enfrenta un obeso para encontrar trabajo, nadie en el mundo laboral lo acepta.
Ningún empleador dice abiertamente que su empresa no contrata a personas con
esta característica, pero basta dar una vuelta por las tiendas departamentales,
restaurantes, bancos, oficinas y hoteles, para constatar que ahí no tienen
cabida (ver).
En los últimos años, según datos del INADI, las denuncias por
hechos de discriminación basados en el sobrepeso han aumentado. También se
afirma que el sobrepeso es la segunda causa de discriminación más común en
nuestro país —¿dudoso?—.
3
Si nos subimos a un ascensor, seguramente leeremos un cartel que
diga:
Capacidad
máxima 4 personas – 300 kilos
Un simple cartel nos excluye de la categoría “personas”. ¿Para ser
una persona debería pesar solo 75 kilos? Ya sé que la advertencia se refiere al
peso promedio de cuatro personas, y para obtener el promedio no se calcula con
el peso de cuatro hombres adultos gordos, ¿pero por qué no?
No se trata de una estadística demográfica, sino de un límite de
kilos, relacionado con la seguridad. Seguramente, el precio del ascensor
dependerá de la cantidad de personas que pueda transportar. En el Código de
Edificación de la CABA se establece respecto de los ascensores:
8.10.2.11 Requisitos para la cabina de ascensores
La cabina de ascensor que
transporta personas, como asimismo cuando se prevea llevar camilla, cumplirá los
siguientes requisitos:
...
(3) Capacidad de transporte:
La mínima capacidad de
transporte (carga) se determinará, en todos los casos, a razón de 75 Kg por persona.
De esta manera, se deja de lado la seguridad de las personas
excedidas de peso, pues el ascensor no será igual de seguro para ellas. Si el
ascensor pretende transportar 4 personas, debería expresar, entonces, una
cantidad de kilos superior a la del promedio. Ello pues las probabilidades de
que el ascensor sea utilizado por cuatro personas que excedan el total de 300
kilos es muy alta, es decir, se dará en muchas oportunidades.
Así, a menos que se cuente con una alarma que indique el exceso del
peso que el ascensor soporta, se podrían generar situaciones de inseguridad por
la presencia de personas gordas. En algunos casos, el hecho de exceder el peso
máximo será evidente y uno se dará cuenta sin cálculo alguno, pero en otros se
requeriría interrogar a todos los pasajeros y calcular, o bajar al gordo...
¿Por que no indicar el máximo de kilos y, también algo así como
“equivalente a 4 personas de 75 kilos/3 personas de 100 kilos”? No tiene
sentido traducir la advertencia a un límite fijo en personas, si el límite lo
determina el peso que el ascensor puede cargar. Si lo que se busca es la
seguridad de los usuarios, la indicación sería mucho más precisa y clara.
Tengamos en cuenta que estamos en un país en el cual la mitad de
sus habitantes estamos excedidos de peso, y casi el 40% somos obesos. En
Argentina, el 37,8% de las mujeres y el 37,4% de los hombres somos obesos (ver).
Se trata de estadísticas del año 2010 que, además, expresan una tendencia marcadamente
en alza.
Y ya
saben. Si invitan a comer afuera a un gordo como yo, traten de que resulte
posible caminar entre las mesas del restaurante, o corren el riesgo de que su
invitado quede atorado por ahí...
La segunda parte, aquí.
2 comentarios:
Mi querido Alberto: qué buen artículo! Qué ganas de abrazar los 150 kg o 200 o cuantos sean! (Visto muy egoístamente, cuanto más Alberto haya, mejor. Y estoy segura de que todos tus admirador@s coinciden conmigo.) Un beso grande, Sara
Gracias, Sara. Solo 115 por ahora! Beso grande,
Alberto
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