LOS JURADOS NO USAN CORBATA
Por Nicolás
Escandar
Leí atentamente la opinión de Martín Böhmer –a quien admiro profundamente– y me dejó pensando. Pueden
ser que los jueces y litigantes necesiten una máscara y cierto ritualismo –una
liturgia– para llevar adelante con seriedad el duro trabajo de encerrar
personas. La violencia que despliega el Estado al condenar es realmente
terrible y es saludable que todos –partes y jueces– tomen el asunto con
seriedad. Si las formas ayudan a que no se castigue livianamente bienvenidas
sean.
Sin embargo, me parece que las formas –sobre todo las
relacionadas con cierta pomposidad de los tribunales– no han contribuido para
que los jueces se tomen en serio su tarea y meditan profundamente antes de
privar de la libertad a un ciudadano.
Las formas contribuyeron al distanciamiento de los jueces de
la sociedad y apuntalaron a una justicia oscura y burocrática; al juez que
trabaja en su despacho y no en la sala de audiencias a la vista de todos; al
olvido de los fines del proceso y de los intereses que debe tutelar; a la
invención de miles de formalismos –si no ratifico la denuncia no vale, si no
tiene corbata no entra, si no vino con su abogado no le informo– sin sentido.
En definitiva, las formas sirvieron para que los jueces y toda la maquinaria judicial
olvidaran que están ahí para juzgar a sus iguales.
Por eso creo que es hora de que los tribunales se saquen sus
máscaras, que abandonen las formas que
lo convierten en una burocracia inhumana y que recuerden que el que está parado
frente al estrado –sea víctima o victimario– es un ciudadano igual que ellos.
No me había percatado –hasta que se desató este debate– que
los jurados no se visten de una determinada manera, pueden o no utilizar una
corbata –si son hombres– pero esto no es
relevante. Lo fundamental es que se toman su trabajo en serio, porque más allá
de las formas, saben que están ante una decisión fundamental, la de encerrar a
uno de sus pares por varios años y modificar su vida para siempre.
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