El día que los
ciudadanos quisieron fundar
Por Leticia Frutilupis
Durante los días 9 y 10 de abril se desarrolló el
primer juicio por jurados de la provincia de Neuquén. El juicio fue en la
localidad de Cutral Co, una localidad de aproximadamente 36.000 habitantes
ubicada a 109 kilómetros de la capital de la provincia. El hecho juzgado, un
homicidio, sucedió en Villa El Chocón, un pequeño pueblo ubicado en la
circunscripción de la que Cutral Co es la cabecera.
Mucho se escribirá sobre ese primer caso, ya que
constituye una fuente de enseñanza sobre las buenas prácticas y también sobre
los aspectos a evitar en el futuro en la realización de otros juicios por
jurados.
Particularmente, hay un aspecto que llamó
profundamente mi atención al culminar la audiencia y quedar el jurado dispensado
de su labor.
Varias de las personas que intervinieron como
jurados se veían bastante movilizadas con la tarea que se les había
encomendado. Intercambiando comentarios sobre su experiencia uno de los temas
que mencionaron fue la dificultad de tomar la decisión, no por falta de
convencimiento sino por las consecuencias que la misma generaba en la vida de
las personas. En este caso puntual, la decisión unánime fue por la condena y en
términos genéricos, sin entrar a hablar del caso, todos parecían haber valorado
como suficiente la prueba presentada.
La llamada de atención se dio cuando una de las
personas mencionó que le habría gustado explicar por qué habían tomado la
decisión que habían tomado. Allí comenzó otra conversación, trascendiendo el
caso y apuntando a la importancia para el sistema de anunciar sus aciertos y
sus errores. En el momento, no tomé dimensión real de lo que estaba sucediendo
pero a medida que pasaron las horas, me apareció claro: el jurado, al que tanto
se cuestiona por la “debilidad” que implica para el sistema el hecho de que
decidan en su íntima convicción y no deban dar ninguna razón del porqué de su
decisión, ¡quería fundamentar las razones por las que había decidido en un
sentido y no en otro!
Aquella exigencia que suele estar tan presente en
muchos de nosotros con relación a la necesidad de que las sentencias de
tribunales técnicos tengan una correcta fundamentación —exigencia que no
siempre es satisfecha ya que parecemos cada vez más acostumbrados a asumir que
una relación cronológica de los sucesos del juicio, y de los contenidos de las
declaraciones de las personas que concurrieron a la audiencia es
“fundamentación”— aparecía de forma intuitiva en los ciudadanos que habían
intervenido como jurados, que veían la importancia que habría tenido para las
partes y para ellos mismos explicar los porqués de la decisión que habían
tomado.
Y más aún: entendían la explicación como una forma
necesaria de indicar los aciertos pero también marcar los puntos débiles, ya
que de esa manera es como se podría mejorar la calidad del sistema. En esos
breves minutos de intercambio sobre la experiencia vivida y la importancia de
transmitirla a otras personas, no sólo constaté empíricamente nuestras
afirmaciones de siempre sobre la responsabilidad con que los ciudadanos y
ciudadanas se tomarán su labor como jurados, sino que además pude comprobar que
es tan poco probable que una persona (o un jurado entero) decida en forma
arbitraria o irracional, que fueron los mismos integrantes del jurado los que
marcaron que se habrían sentido más cómodos si les hubieran permitido dialogar
con las partes y dar explicaciones.
Y no pude sino reafirmarme en mi convicción
juradista. Ahora no con prejuicios o ideas abstractas, sino con, al menos, una
experiencia concreta y real.
Agradecemos especialmente a Leticia Lorenzo, gran trabajadora de la causa juradista, testigo privilegiada y partícipe del desarrollo del juicio por jurados en Neuquén. La foto que ilustra esta entrada corresponde a la nota del juicio del diario "La Mañana" de Neuquén.
1 comentario:
Querida Lety, cuando sea grande quiero ser como vos, inmenso abrazo
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