Sobre la Democratización de la Justicia en Argentina
Jueces y Capataces
Sebastián R. Narvaja[1]
Si alguien se aproximara a un integrante de un tribunal de alguna de las experiencias históricas de Sistemas de Justicia Republicanos y Democráticos en el momento en que estuviera trabajando, probablemente notaría que no se trata de un burócrata, sino de un ciudadano llamado a cumplir una función de gobierno, de manera eventual o permanente.
Si el mismo
visitante desapercibido le preguntara: “Usted, ¿qué está haciendo, para qué
está acá?”, seguramente recibiría como respuesta: “Para tomar una decisión, hay
dos partes que no están de acuerdo y yo tengo que resolver quién tiene razón”.
Ahora, llevemos a
nuestro visitante a cualquier juzgado de cualquiera de los sistemas de justicia
tradicionales de alguna de las jurisdicciones de nuestro país y sentémoslo
delante del despacho de algún juez. Esta vez no será evidente ni constante,
pero sin dudas será habitual que la persona será un burócrata, que se inició en el oficio poniendo sellos en el
mostrador de la entrada y que hoy ocupa la oficina más grande del despacho. Y
si preguntara nuestro desapercibido viajero “Usted, ¿a qué se dedica?”, la
respuesta más honesta que podría recibir sería “A firmar. Firmo muchas veces al
día. Sentencias, pero también autos, decretos fundados, exhortos, rogatorias,
mandamientos, oficios, decretos de mero trámite, diligencias, notificaciones,
cédulas y actas. Pero también firmo autorizaciones para licencias, talonarios
para suministro de hojas, cartuchos para impresoras, ganchitos para
abrochadoras y de vez en cuando pido algún tubo fluorescente”.
- Pero, ¿no hay
mucha gente que viene a su oficina a plantearle disputas?
- Si, las hay. A
montones, cada uno de esos expedientes que forman las enormes montañas que vio
en los pasillos al ingresar y también las de aquél escritorio, esconden alguna
disputa.
- ¿Y quien las
resuelve?
- Muchas de ellas,
los burócratas a los que vio cuando entró, en esas oficinas más pequeñitas.
Algunas yo, cuando son importantes. La mayoría de ellas, el tiempo, que todo lo
resuelve.
Con matices y con
dignas excepciones, construidas con dedicación y coraje por algunos pocos
buenos funcionarios, cualquiera de los sistemas de justicia de nuestro país
podría ser el protagonista de la historia del visitante perplejo.
Los jueces no toman
las decisiones y las partes en disputa sólo pueden advertirlo a medias,
espiando por entre las pilas de expedientes. La delegación de funciones es la
regla. Este modelo de organización hace que, en los hechos, las decisiones sean
tomadas por los empleados judiciales, sobre sus escritorios atiborrados de
papeles.
En días que se
discute sobre qué hay que hacer para avanzar con la Democratización de la Justicia, comienzan a oírse voces que opinan
que una de las líneas de trabajo consiste en profundizar y volver más eficiente
este sistema. Para que los que jueces que hoy sólo firman puedan firmar más
papeles.
Para ello, se
propone que los jueces sean líderes,
que logren un manejo refinado de incentivos,
indicadores, metas de producción, inputs
de management y otras armas extrañas, para que los tomadores de decisiones,
los empleados de la línea de montaje, trabajen más eficientemente.
Un juez sirve a la
república y a la democracia si es capaz de garantizar el derecho de cada
persona a que su razón valga, a que no gane el más fuerte, a que sus razones
sean oídas y tomadas en cuenta cuando se tomen las decisiones. Y el lugar donde
este trabajo se hace es una sala de audiencias, pública. Allí se escucha a las
partes y a los testigos, allí se ve la prueba sin intermediarios y de frente al
pueblo. Allí lo importante son las decisiones y no las firmas.
Un burócrata
firmante no garantiza decisiones razonables. No garantiza que las partes en
disputa sean oídas. No garantiza un juego justo.
Para hacer
funcionar líneas de montaje de expedientes en los que la razón pierde contra el
burocratinaje, se necesitan capataces.
La República y la
Democracia no necesitan capataces, necesitan Jueces.
[1] Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Comparados
en Ciencias Penales y Sociales INECIP
7 comentarios:
Concuerdo plenamente, es mas, hoy en día en la provincia de Buenos Aires, tenemos un sistema informático que te obliga a proyectar bajo modelos prefabricados, es decir, de usar el balero nada. Hoy en día en el fuero que me toca estar me pasa que todo es un constante copiar y pegar planchas con formulas que hacen que se te vengan a la mente las consideraciones de AB sobre el lenguaje judicial (fecho, ///nos Aires, etc, etc, etc.) por eso coincido en que para democratizar hace falta mas oralidad, una carrera judicial en la que se ascienda no por antigüedad, sino por concurso, cosa que no tengamos oficiales mayores, prosecretarios y jefes de despacho que no sirvan ni para espiar y otras tantas cosas mas. Me parece que mas que un comentario esto es una descarga.
Saludos
Nico (uno que en el 2013 donde desde tu telefono podes ver lo que esta pasando en Taiwan, sigue cosiendo expedientes...)
No estoy tan de acuerdo con este intento de justificar a los magistrados. En verdad si un juez atraviesa por esas peripecias es porque quiere. ¿NO le gusta lo que hace y como lo hace? CAMBIELO -sin excusas de que no se puede- y si no quiere o puede, renuncie. La cola de los que creen que pueden cambiar este tremendo status quo es larga. Nadie es imprescindible. ¿Que no piensa renunciar? ahhh... y el sueldo es muy bueno (pregunte por ahi cuanto se gana en el ejercicio de la profesión)...libre de impuestos...un mes y medio de vacaciones...excelente jubilación y obra social.... Ok. Ya entiendo.
Gustavo Gomez
Fiscal General
Excelente reflexión, Seba. Pienso además que uno de los grandes problemas que enfrenta la justicia es la falta de valentía para tomar decisiones trascendentales de cambio. Muchos opinan que oralizar la instrucción resolvería algunos problemas, porque por ejemplo, pondría al juez de primera instancia a decidir personalmente, pero probablemente el "capataz" encuentre también la manera de burocratizar la audiencia, como lo hacen actualmente muchos jueces de cámara. Saludos desde Jujuy.
Hola Gustavo, creo que hoy hay muchas personas jóvenes (en el ámbito en el que me manejo) que se proponen cambios y dentro de la rígida estructura, se mueven y están haciendo diferencias, con todo respeto creo que irse es la solución fácil y en definitiva no cambia mucho, creo que el desafío está en quedarse y batallar contra eso. Creo que el problema de muchos jueces (salvando las excepciones) es justamente que se burocratizan y mueren en la firma, en la resolución de sólo algunas cosas (no las importantes, ya que creo difícil de mesurar que es mas o menos importante, sino que sólo resuelven personalmente las que les llama la atención), el trato hacia los demás desde otro nivel, casi diría de ser supremo hacia sus súbditos.
Creo firmemente que es el momento de cambiar el modelo de justicia a uno que mire de cara a la sociedad, como un servicio para ésta y no como si le hiciera un favor cada vez que le llevan un planteo para resolver.
Saludos
Nicolás Hermann
Empleado Judicial
Estoy de acuerdo que la función del juez es impartir justicia. No firmar miles de papeles. Sin embargo, hay que reconocer que los abogados poco servimos para organizar un despacho. Creo que es importante reconocer aportes del management para el funcionamiento operativo de los tribunales. Pero no hay que equivocarse, la tramitología en papel, o en electrónico no es el fin del proceso, sino la tutela de derechos.
Creo que ya lo dije en este blog. La verdadera democratización del servicio de administración de justicia es un proceso acusatorio con juicio por jurados.
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