EL CULO EN LA SALA DE AUDIENCIAS
Escribe Guillermo Nicora
También
comienzo por agradecer el debate, y acompaño enfáticamente la necesidad de que
este lugar sea sólo la sala de ensayo: el verdadero debate sobre la justicia no
puede darse en los blawgs ni en las universidades, sino en todos los espacios
de participación ciudadana.
El
"mundo judicial", como espacio profesional reservado a los abogados
(con distintos grados de decisión e influencia, conforme más cerca o más lejos
del poder político se encuentren) no es un "estado natural de la sociedad
humana" sino un invento del ancien régime. Es asombroso ver
cómo (excepción hecha de la Inquisición propiamente dicha) los jueces
permanentes —y los procedimientos escritos— prácticamente no existen antes del
1600.
Si
recorremos la historia del proceso penal (la mayoría elegiríamos a Maier como guía de ese paseo), no queda
ninguna duda de que los jueces profesionales ("jueces a sueldo del
gobierno", decía Carrara con
insidia) son los preferidos de los regímenes autoritarios y de todas las formas
de concentración del poder, mientras que las sociedades organizadas sobre bases
más participativas, más democráticas, siempre prescindieron (cuando no
desconfiaron lisa y llanamente, como la Revolución Francesa) de los
"expertos", y prefirieron que sea el pueblo (el ágora pública, la
asamblea de guerreros, los Heliastas, los jurados populares, los jueces
accidentales) quien decidiera si contra uno de ellos se autorizaría el uso de
la violencia estatal (que más elegantemente aprendimos a denominar "poder
punitivo del Estado" o "sistema penal")
La
sustracción de los asuntos judiciales del escrutinio público (bajo las más
variadas excusas, pero que —caretas afuera— se reducen a que "la gente no
entiende nada") y la creencia de que sólo los iluminados por la Facultad
de Derecho tenemos derecho a opinar son, a mi juicio, la verdadera causa de la
degradación pública de la justicia.
Estamos
asistiendo en estos días —con el fantástico fenómeno social de Famatina— al
ascenso a los primeros planos de la idea de "licencia social".
¿Cuándo entenderemos que sin esa misma licencia social, el sistema penal no es
sino puro aumento del predominio de los sectores de poder sobre los sometidos y
postergados? La selectividad regresiva del sistema penal no es —para mí—
inevitable consecuencia del uso de la herramienta penal, sino que es hija del
elitismo tecnocrático de los juristas, y de la ausencia de toda base
republicana en el funcionamiento de la justicia monárquica que hoy tenemos.
La rendición
de cuentas de los jueces (esto ya se dijo) no consiste tanto en el contenido de
las sentencias (aunque la publicidad de los procedimientos y la exigencia de
motivación en lenguaje llano y natural de todas las razones que los jueces
técnicos tienen en cuenta para decidir, son requisitos insoslayables de
legitimación pública, sólo así podemos aceptar que uno —o tres— fulanos, porque
son abogados, deciden los casos penales mejor que la señora de acá a la
vuelta).
Al
contrario, creo que la mejor forma de poner baldes de República en la justicia,
es generar una especie de "índice culo":
¿Cuántas
horas estuvo Su Señoría sentado/a hoy en la sala de audiencias escuchando a las
partes y resolviendo de cara a ellos y a la ciudadanía?
¡¿Dos?!
tómeselas, chanta, a robar a los caminos. Y no me venga con el estudio y la
búsqueda de precedentes. Ese justamente es el trabajo de las partes en el
acusatorio: darle a usted TODA la información y TODAS las razones fácticas,
legales, jurisprudenciales, doctrinarias, valorativas y filosóficas (según el
interés que cada parte persiga en el proceso) para que usted decida quién y por
qué se lleva la razón.
Suele decir Binder que a los jueces hay que
entrenarlos mirando partidos de tenis: callados la boca, mueven la cabeza de un
lado al otro mientras los contrincantes hacen todo lo suyo, y recién después
que termina la discusión, toman la palabra y dicen quién ganó. Eso se hace sin
levantar el culo de la silla de la sala de audiencias, y sólo lo que el juez
hace dentro de la sala de audiencias es labor judicial. Los jueces, en su
función de tales no deben "hacer ciencia jurídica": sólo resuelven
los conflictos que las partes les ponen delante.
Por supuesto
que el jurado popular será un enorme avance hacia la democratización de la
justicia (porque el jurado clásico hace exactamente lo que dice Binder, con el agregado de que las
partes y el Juez que preside el juicio tienen el deber de plantear de una forma
que cualquiera sea capaz de entender (mediante las instrucciones que se
negocian y deciden a nivel técnico entre los abogados y el juez) todas las
sutilezas de las teorías jurídicas (que no deben entenderse como artificios
esotéricos, sino como esfuerzos racionales para encontrar reglas que hagan más
justas las decisiones de los tribunales, populares o técnicos).
Pero ojo que
la magna tarea de democratizar la justicia (y falta hablar de la subordinación
de los jueces a los tribunales de alzada y con facultades de superintendencia,
que es el más grave atentado a la independencia judicial), no es en modo alguno
suficiente. Si no desarrollamos alguna tecnología política que nos permita
ponerle representatividad y control social (licencia social, si querés) al
Ministerio Público, que —igual que los jueces— rinda cuentas de en qué se
gastan los recursos, pero además (y esto es una enorme diferencia con la
judicatura) debe rendir cuentas públicas de sus decisiones político criminales:
el jefe del MP tiene que plantarse ante la ciudadanía y explicar por qué el 80%
de las horas hombre que paga el impuesto público, se invierte en meter presos a
los ladrones de gallinas, y sólo el 20% (y esto es ser optimistas) en atacar el
crimen organizado, la corrupción de los funcionarios, el abuso de poder de los
poderosos, la victimización de los vulnerables.
Y por
supuesto, nada de esto va a funcionar, si al poder perseguidor del Estado, los
sospechados, los acusados, no pueden oponer una defensa igualmente potente y
eficaz. Yo soy de la idea que la Defensa Pública es pública porque debe
ser financiada con recursos públicos (si no, sólo quienes pueden pagarla
tendrán defensa) y no porque los abogados contratados para defender a los
acusados, deban ser necesariamente funcionarios públicos. Por supuesto que la
"famiglia" judicial no quiere perder a sus parientes pobres (que en
muchas jurisdicciones les traen pocos problemas y son poco "molestos"
en términos generales. Y a los que no conservan solidaridad de casta con los
parientes jueces y fiscales, se los domestica o neutraliza, sea por disciplina,
sea dejándolos inermes, sea cooptándolos con esperanzas de "ascenso"
a la excelsa categoría de juez (¿cuántos de los dignísimos defensores oficiales
indómitos que conocemos son designados jueces sin que antes moderen su
molestosidad?) Pese a que en mi labor cotidiana veo muchos abogados de la
defensa pública que hacen honor a su deber, en términos institucionales, no
tengo dudas de que sólo un colectivo auténticamente autónomo es garantía de
defensa de todos.
Bueno, ya
que Leticia fue tan breve y contundente, yo me extendí para que quede claro que
si yo fuese más joven, cuando sea grande querría ser como ella.
G u i l l
e r m o N i c o r a
Mar
del Plata, Argentina
1 comentario:
La larga lucha persiguiendo JUSTICIA indudablemente debe considerar seguro gran parte de las recomendaciones y urgencias planteadas por el lúcido colega. Ellas no están sólo en las bocas y cabezas de un reducido colectivo de operadores judiciales sino en las de grandes mayorias de judiciables que son mucho mas conscientes por padecerlo cotidianamente. La tan mentada asepcia ideológica del aparato judicial es la mas tremenda , perversa y clasista manifestación de las peores vetas del sometimiento social, económico y político de los sectores dominantes, siempre por supuesto detrás del tramposo discurso republicano y de respeto a las libertades públicas individuales.Necesitamos un poder judicial intima y profundamente comprometido ideológicamente con la sociedad constitucional que decimos y debemos defender.
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