20 ene 2016

EMERGENCIA Y SEGURIDAD. UN ESTILO DE VIDA










Otra vez juntas estas dos palabras que jamás neutralizan los peligros invocados para justificar la destrucción de las reglas y principios vigentes. No se puede desconocer que el Gobierno anunció hasta el hartazgo sus obsesiones definidas como cuestiones de “seguridad”. Sin embargo, el refrán “el que avisa no traiciona” podrá ser de amplia aplicación en el ámbito político, pero no tiene ningún efecto mágico en el ámbito jurídico que permita arrasar con principios elementales del Estado de derecho.

No se trata de algunos pocos “excesos” al dictar decretos de necesidad y urgencia. Se trata de un modelo de gestión de gobierno que pretende fundarse en supuestas expresiones de deseos del electorado. Es decir que las vagas e imprecisas propuestas de la campaña —como los problemas de “seguridad” y de la administración de justicia—, como se supone tienen un amplio apoyo del electorado, se transforman en fines que justifican cualquier medio. Esto se dice, en este sentido, en la página web de la Casa Rosada.





El presidente y sus funcionarios de confianza pretenden reformular las políticas públicas, transformando sustancialmente muchas leyes mediante DNUs, sin respetar límite alguno. No respeta límites políticos —v.gr., ley de medios— ni jurídicos, como sucede con este último decreto sobre la emergencia en la seguridad pública.

También arrasa con el sentido común, pues las medidas dictadas en el decreto no son medidas para una emergencia. Según el diccionario de la RAE, la palabra “emergencia” tiene dos entradas que interesan a estos fines:




Las medidas que el Gobierno ha mencionado en su página web no son medidas que busquen salir de una situación de apuro, peligro o desastre que exija acciones inmediatas. Por el contrario, se trata de medidas de largo plazo o de carácter permanente que, además, modifican leyes tales como la ley de seguridad interior, y que, entre otras cuestiones, persiguen prevenir y sancionar delitos como el fraude contra la administración pública (¿?).

La situación de emergencia fue declarada por DNU para regir un año, prorrogable por otro más, es decir, para la mitad del tiempo que dura el mandato presidencial. La duración de un año y su posible prórroga, y el carácter de las medidas que se regulan, por otra parte, dan la inequívoca señal de que lo que el decreto establece no se trata de una respuesta inmediata y excepcional a una situación de emergencia. Así, por ejemplo, se regula por decreto la posibilidad de maniobras “orientadas a identificar, advertir, intimidar y hacer uso de la fuerza” contra naves que se consideren “hostiles”. Son "hostiles" aquellas que tengan “entidad suficiente” para “perturbar, poner en riesgo o causar un daño en el territorio nacional”. 

Las medidas contenidas en el decreto, además, ya han sido severamente cuestionadas tanto por su contenido, como también por el hecho de ser reguladas en un DNU. En una nota en Página/12, Paula Litvachky dijo:






La única situación de “emergencia” con consecuencias jurídicas que nuestra Constitución reconoce es el “estado de sitio”, no hay ninguna otra. La declaración, por parte del mismo poder ejecutivo sin ninguna exigencia ni control, de una “emergencia” que, supuestamente, le permite tomar cualquier tipo de medidas, independientemente de las reglas del orden jurídico, no debe ser válida. Tal declaración para autopermitirse lo que regularmente el derecho no admite debería ser tan válida como una declaración que yo hiciera ante escribano público que “disponga” que a mí no se me aplica el Código Penal. Así de racional es esta auto “declaración de emergencia”.

El Estado cuenta con todas las facultades que le asigna el ordenamiento jurídico para enfrentar fenómenos tales como las organizaciones delictivas, los delitos complejos y el tráfico de sustancias prohibidas. Estos fenómenos no nacieron la semana pasada. Si las tasas de comisión de dichos delitos han aumentado, los órganos estatales disponen de todas las medidas válidas con las que cuenta el derecho. Muchas de ellas ni siquiera se han intentado. Ello exige, muy a pesar de este gobierno, respetar los procedimientos y las instituciones constitucionales.







2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dónde estaban UDs, los intelectuales, los educadores, los profesores, cuándo el gobierno K destruyó todo?. Dónde estaban cuándo nombró jueces a dedo? ya sé, estaban escribiendo otras cosas, nunca se opusieron a nada...ahora son la oposición más feroz!.

Así estamos, nadie tiene un mínimo de objetividad, de autocrítica, ni hablar de responsabilidad.

Saludos
Josefina

Alberto Bovino dijo...

Se agradece el comentario