29 ago 2009

Regalo de una secretaria a un abogado


-->
Ustedes y nosotras

Ahí, en dónde nadie mira, en ese lugar sin categoría o relevancia aparente, emerge, casi como en un universo paralelo o marginal, la secretaria (o secretario, en estos tiempos de corrección política).

Supongamos que trabajo para abogados, y supongamos que algunos de esos abogados o abogadas son bastante reconocido por sus pares.

En el estudio existía cierto rumor de que estaba por entrar un nuevo abogado, reconocido, amigo de los amigos, buena onda, etc., etc., etc. No abundo en los detalles por razones obvias.

Mariano comenzó a hacer algunas apariciones en el Estudio para tratar los detalles previos a su ingreso, así que pasaba dos o tres veces por semana.

Nosotras —las secretarias— lo recibíamos y despedíamos normalmente: “Hola, Mariano”. “Chau Mariano”. “¿Querés café?”

La cosa no pasaba de ahí, y estaba muy bien.

Cuando Mariano comenzó a trabajar a diario en el estudio, suponíamos que la cosa iba a cambiar. Él tenía fama de ser un tipo amable y divertido. Pero no, pasaba de largo por la recepción, dejando apenas un “hola” en el camino. Un maleducado.

Las semanas transcurrían y la excusa de que era tímido quedaba opacada por el desparpajo con el que nos pedía llamados, búsquedas, soluciones y milagros.

Comenzamos, con una colega, a aplicar el método “nos vas a saludar aunque te cueste la vida” que consistía, básicamente, en taclearlo a la entrada del estudio y besarlo a su pesar.

A ver si se entiende, el señor llegaba a trabajar, corría a esconderse en su oficina teniendo el menor contacto posible con el resto del mundo —¿fóbico, quizá?— y dos locas se le ponían en medio mientras lo agarraban de los hombros, lo obligaban a recibir un beso y al mismo tiempo le decían: “Hola Mariano, ¿cómo estás?”.

A nuestro favor debo decir que la estrategia (que fue usada con varios colegas) no falla. Con sus colegas más duros hemos llegado al extremo de ponerle chocolatitos en el escritorio. Porque, seamos sinceros, una cosa es que te dé órdenes un tipo —por lo menos— educado y otra muy distinta, un “ser superior”. Cuando los obligamos a que nos “vean”, ya se les complica un poco ser mala gente (¡¡a algunos, claro!!).

Con Mariano resultó bien.

No sé si alguna vez ustedes escucharon esa frase tan infeliz que dice “ten cuidado con lo que deseas”. Tal como imaginan, tanta buena onda se nos (me) vino en contra.

Les cuento.

Mariano: Linda, necesito cambiar el celu, ¿no me conseguís el modelo “jamaslovasaconseguir 600”?

Y ahí fui, intentando cumplir con los objetivos una vez más, recorrí negocios y llamé proveedores, aunque era obvio que el modelo “jamaslovasaconseguir 600” se había dejado de importar siglos atrás y no quedaba en stock en todo el país (el item: “te pido cosas que no existen” es para otro capítulo).

Y encima el tipo era insistidor.

No quería el modelo siguiente, no escuchaba cuando una le explicaba que la fábrica japonesa había fundido, ni que la compañía telefónica había sacado el modelo del mercado, porque, en su cabeza, había quedado registrado que no sabe cuándo (podían ser horas, días o meses atrás), caminando por la calle (jamás llegará la explicación de cuál), él vio en una vidriera (¡oh-my-god!) el celular que quería.

Pero no, no paró en ese momento a comprarlo ni a anotar la dirección del negocio. Él, obviamente, estaba apurado, y yo ya me las arreglaría, porque para eso era una eficiente secretaria.

La situación se extendió durante semanas.

Los límites de mi paciencia —debo admitir que no tengo demasiada— habían sido cruzado días atrás.

El día D

Estoy sentada en mi escritorio. Frente a mí la nueva creativa contratada para armar la imagen del estudio. Primera vez que nos cruzábamos en la vida. Un pelo rojo divino y bolsa y paraguas haciendo juego, comprados en el MOMA de New York (siempre los quise. Paraguas negro en el exterior y con el cielo pintado en el interior). Conversación amable y correcta. Día divino.

Se asoma Mariano. Abogado reconocido, nueva estrella del estudio.

Mariano: ¿Y linda, me conseguiste el celular? ¿Cuándo me lo mandan?

Yo: ¿Sos boludo?

Silencio.

Silencio.

Silencio.

Yo no podía creer lo que había dicho delante de la pobre creativa, la mandíbula de Mariano rebotaba contra el parqué mientras sus ojos me decían que no podía creer lo que estaba escuchando. La creativa estaba anonadada.

Dicen que las primeras impresiones nunca se olvidan. Gracias a eso la creativa me invitó a tomar clases con ella y Mariano me hizo un regalo de cumpleaños memorable.

Hay otras anécdotas, como la del día que aprendí que los cafés a las reuniones no los entra nadie más que yo, o la forma en que otro abogado estrella entregaba su cv algunos años atrás, o la vez que tuve que salir corriendo a buscar una banana en plena Recoleta porque a alguien se le ocurrió que era buena para subir la presión, o la vez que tuve que resucitar un teléfono ahogado en una bañera.

En fin, espero que comprendan lo maravilloso que es trabajar con abogados como el divino de Mariano.

¡Feliz día!

6 comentarios:

Gaviota dijo...

Super. Lo curioso es que a Mariano le gusta aquello del mal trato. Trata mal, para ser tratado terrible.

Buen ingreso.

Anónimo dijo...

quien seria mariano?

Alberto Bovino dijo...

Estimados lectores:

Por favor sáquensé esa fijación de creer que estos relatos —que sí fue escrito por una secretaria—, se refieren a un "MARIANO" real.

El relato está armado con mediias verdades, "Mariano" es, en verdad, una suma de abogados que pretende resumir las desgracias e infortunios de una secretaria.

Para quienes crean que "Mariano" es este blogger, permítanme decirles que siempre uso los celulares más berretas del mercado porque a los demás no los entiendo. Y yo no maltrato ni me gusta que lo hagan.

Estoy loco pero soy un loco bueno. ¿No pueden disfrutar de un buen relato sin necesidad de buscar "secretos" que no son tales y que, a los fines de la narración, son irrelevantes?

La idea era no saludar a los abogados en nuestro día sino, en cambio, pensar en esas personas que nos padecen.

Saludos

Mariano, ehhh, perdón, AB

Josefina Minatta dijo...

Dios mio. Fui secretaria toda mi carrera. Si ese era el secreto con Mariano... ¿Ahora me lo venis a decir????

Soledad Gonzalez Odriozola dijo...

Lorin sos lomásdezamora!!! Me gustaría ver en breve otros relatos. Los que se pueden contar no? ay Mariano que suerte has tenido en tu vida!!!!

Anónimo dijo...

y hoy no nos toca un regalo de un abogado a las secretarias???
contáme una de tus historias de viajes!!