La terrible agresión sexual y muerte de una joven vuelve a desatar
impulsos reformistas de la ley penal y procesal penal fundados en raptos de
indignación. Algo similar ya sucedió antes de que se aprobara la ley 25.087 que
reformó la regulación de los delitos contra la integridad sexual en el Código
Penal (Título III del Libro Segundo del código). Esta circunstancia, en sí
misma, debería obligarnos a ser prudentes antes de proponer medidas originadas en
la indignación. La muerte de Micaela García
señala, antes que nada, la necesidad de un debate reflexivo.
Sin embargo, parece que hubiéramos decidido hacer exactamente lo
contrario. Algo que no es un debate está sucediendo. No es un debate porque
nadie escucha a nadie; todos gritamos sin escuchar. El problema es qué es lo
que se grita. En este sentido, es muy esclarecedora la opinión de Ileana Arduino, que señala:
La experiencia extrema de
violencia sexual seguida de muerte que terminó con la vida de Micaela García deja ver escenas maniqueas
alrededor del debate entre género y sistema de justicia, o más precisamente
justicia penal. Todo regado por generalizaciones que niegan la heterogeneidad
vital del movimiento y empobrecen la discusión.
Arduino distingue entre dos posiciones que nos
envuelven como en un movimiento de pinzas: por un lado, lo que denomina
“garantismo misógino” que rechaza toda consideración de las opiniones y
sentimientos de las víctimas; por el otro, un “manodurismo” que solo esconde
una propuesta represiva autoritaria que ensucia un reclamo legítimo de
justicia.
Mientras el “garantismo misógino” se dedica a impugnar las demandas
de castigo cuando se trata de cuestiones de género —y no lo hace, por ej., con
casos de torturas o abusos policiales—, el “manodurismo” distorsiona las
proclamas feministas y las transforma en represión desbocada.
Estas formas de oportunismo
punitivo en nombre de “las mujeres” son puro uso y abuso para arremeter contra
el garantismo. Con un objetivo: perpetuar estructuras penales que funcionan
lejos de la contención de los abusos de poder y que, en lugar de asegurar
derechos, convalidan su avasallamiento.
Es decir, ninguna de las dos opciones quiere escuchar realmente a
las víctimas.
Atendamos, como ejemplo, a la opinión de Joaquín Morales del Solá, que se puede escuchar en
una entrevista en video publicada en el sitio del diario “La Nación”:
[Micaela y las demás víctimas] son víctimas de un
sistema judicial que ha puesto en libertad, y pone en libertad, a muchos
delincuentes que salen a matar. Hay una escuela, que le llaman “garantista”, y
yo me niego a llamarle “garantista” porque todos somos garantistas si nos
referimos a las garantías constitucionales, si nos referimos al debido proceso,
al juicio justo... todos somos garantistas. Acá lo que hay es “abolicionismo”,
es decir, no les gusta el código penal a muchos jueces y fiscales. Se habla
mucho de Zaffaroni, y Zaffaroni es realmente un maestro de
esta escuela, que nació en los países bálticos —pero obviamente los países
bálticos no tiene nada que ver con lo nuestro; pero aplicar una escuela
judicial de los países bálticos a la Argentina o a Latinoamérica es un
despropósito—. Pero yo creo que no es solamente Zaffaroni,
acá hay una escuela mucho más grande, porque de hecho la mayoría de los jueces
y fiscales permiten esta lectura arbitraria de la ley. Es cierto que la ley lo
permite en muchos casos, pero es cierto también que la ley pone condiciones que
los jueces no tienen en cuenta... Lo que acá aparece claramente es la intención
de la justicia, o de gran parte de la justicia, de cuidar más los derechos del
delincuente que la vida de las futuras víctimas... Y esta visión abolicionista
del código penal reinó en la justicia precisamente durante el gobierno de
Cristina Kirchner...
Lo que dice este periodista no es ni más ni menos que lo que muchas
opiniones reflejan en las redes sociales. Hay que apresurarse a repartir culpas
en términos individuales: el juez Rossi,
el fiscal del caso de Wagner, Zaffaroni, el garantismo, los
kirchneristas, los macristas...
Se mezcla todo, lo urgente, lo irrelevante, lo necesario, lo inexistente,
lo absurdo. El debate pareciera haber dado con uno de los “principales
responsables”: el garantismo/abolicionismo kirchnerista. Un producto tan genuinamente
nacional y popular como descabellado.
El “relato” contra el “garantismo kirchnerista” afirma
implícitamente que la justicia penal antes funcionaba correctamente en materia
de violencia contra las mujeres.
Nada más lejos de la realidad. La especial
impunidad que la justicia penal siempre ha garantizado a los hombres violentos nació
con el derecho penal inquisitivo histórico, se consolidó con el derecho penal
de los Estados nacionales y persiste hasta hoy. El derecho penal jamás
ha protegido a las mujeres victimizadas por este tipo de hechos. Los femicidios
y las agresiones sexuales no son un fenómeno social de reciente aparición. Sólo
su visibilidad es reciente. Las propuestas represivas que solo representan más
de lo mismo continuarán garantizando impunidad a los victimarios a los que la
justicia no alcanza ni desea alcanzar.
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Toda esta discusión absurda, además, omite interrogarse por las prácticas
sociales machistas que dentro de la justicia y fuera de ella todos —en mayor o menor medida— reproducimos y alentamos,
y que tienen muchísimo mayor peso que un texto legal en la persistencia de la
violencia sobre el cuerpo de las mujeres. Eso sí, probablemente destituyan al
juez Rossi y endurezcan la ley
penal, lo que terminará por no arreglar nada.
3 comentarios:
Hay una critica al oportunismo de zaffaroni, y hay que reconocerlo, su influencia no vale unicamente para reconocerle meritos al autor, sino que tambien vale para destacar sus defectos, especialmente su oportunismo politico, y en las barbaridades que siempre se le consintieron, al igual que a maier, con tal de participar de alguna carrera.
La personalizacion en el juez Rossi que sustituye cualquier argumentacion con su propia opinion (que vale muchas veces para hacer carrera, pero no para recibir criticas) tampoco esta mal. Hay algo de contradictorio en cambiar constantemente los perfiles: soy politico cuando tengo que ser juez, soy juez cuando tengo que ser ciudadano, soy docente cuando tengo que ser politico, soy critico del sistema, cuando pertenezco a el, etc.etc. que funciona siempre como chivo expiatorio, y creo que ya no confunde a nadie.
Por otra parrte, creo que se evidencia muy bien el cambio de paradigma: el pensamiento zaffaroniano como un buen resorte frente al pensamiento cuasi-dictatorial que coincidia con el paso a la democratica (recuerdo su tratado en los 90) y el cambio que representa el tiempo actual, con una fase mas consolidada de la democracia, donde se evidencia la posicion partidaria y anacronicade Zaffaroni.
Nadie puede sostener con seriedad que la posicion de Zaffaroni es (tal vez siempre fue) cuanto menos extremadamente ideologica, y oportunista. Muy bien a durante los noventa (no quiero ir a su obra antes de l os noventa, que sirve tambien como muestra de su oportunismo politico, eso no es carpetazo, pues hace a su vida publica, le guste o no).
Que sea o no abolicionista no (unicamente) es el problema, ya creo que representa lo mas anacronico, oportunista de los ultimos tiempos. Y socialmente demuestra la falta de pensamiento crítico de sus seguidores, orgullosos (para hacer carrera, y promoverse como "humanistas" ante la gilada de un tribunal, o como "academico", etc.), y victimizarse ante cualquier problemilla. Por otra parte, la vision punitivista siempre se mantuvo coherente con su finalidad, y no sorprende a nadie.
Pedro.
Me quede con la idea de Ileana sobre el garantismo misógino. Me parece que la Misoginia ataca los fundamentos intrínsecos del garantismo, entiendo que el garantismo es el respeto de todas las gatantias consittucionales en el marco de un proceso penal para todo justiciable, a la víctima hay que escucharla, protegerla, darle la oportundiad que cuente con un asesor Letrado, de aportar y sugerir medidas de prueba, recurrir en todas las instancias, etc. Santillan, Quiroga de la CSJN y muchos otros, dejaron la senda en ese sentido.
Por eso me cuesta pensar en la idea existencia del garantismo misógino, puede ser que existan dogmáticos de las garantias de los imputados y no me parece mal, siempre y en cuando no se vulneren las garantías de las otras partes, como la víctima.
Espero que se entienda
Luciano.-
Puff! estimados todos los pensadores y alarma! ,,,tres hurras porque "todos" (no) podemos pensar y decir nuestras ideas libremente en esta "invernal democracia". En bandada de "cuervos" nos peleamos galantemente porque no nos gusta la idea de "los otros" pero no nos conmueve ni una "pizca" el sagaz y "por chispas" entusiasta avance del tosco ("asqueroso y pegajozo"?) avance del poder punitivo... que visita nuestras calles con sus agencias ...(todo a derecho) ... todos contra la pared ... no me pegue, por favoor! de espaldas! cuidemos el c... ("cuerpo").
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