La relación entre los animales y el derecho
(especialmente el derecho penal) contiene infinidad de muestras de la miseria
humana. Al mismo tiempo, en el campo del derecho penal, también nos muestra la
vigencia atemporal de la obsesión por el rito, esa patología inquisitiva tan
difícil de erradicar. Más allá de ello, no dejan de ser interesantes, por lo
absurdos, los casos y ejemplos que mencionamos a continuación.
Un
perseguido político
Un pobre papagayo fue condenado por un
delito político: gritar “Viva Venizelos” en Grecia luego de que éste fuera
derrocado, en 1935.
Las
leyes naturales
En 1474, en Basilea, Suiza, las autoridades
civiles procesaron a un gallo que había puesto un huevo por “violar las leyes
naturales”. El animal fue juzgado, declarado culpable y condenado a ser quemado
vivo (ver).
Un perro
sin presunción de inocencia
En Guatemala, en 1997 habían dictado la
“prisión preventiva” de Balú, el
perro del asesinado Monseñor Gerardi,
porque el can “era el único testigo” del crimen. Murió en prisión y nunca
declaró... No he visto el expediente, pero según el saber popular, se dictó un
auto de encarcelamiento preventivo al pobre perro.
Agresión sexual
En Maine se condenó a prisión de un mes a
un gato que “cortejó sin autorización” a la gata de la denunciante (ver).
Una
condena real
Si queremos ver una condena exótica, está
el caso del rey persa Ciro II el Grande,
quien condenó a algo similar a la muerte al río Gyndes, en 540 A.C. Condenó al río a dejarlo “tan pobre y desvalido que hasta las mujeres pudiesen
atravesarlo sin que les llegase el agua a las rodillas”. Y ordenó a sus soldados
cavar 180 canales a cada lado, que terminaron por desangrar el río (ver).
Las tres
chanchitas
En 1370, tres chanchas mataron al hijo de
su dueño. Marcharon presos no solo las tres cerdas sino también sus lechones,
acusados de complicidad. El
duque de Borgoña sentenció solo a las chanchas a la pena de muerte, “aun cuando
los otros cerdos que presenciaron la muerte del niño no trataron de
defenderle” (ver).
Una
locura
Calígula,
emperador de Roma (37 a 41 D.C.), hizo célebre a su caballo “Incitatus”
(impetuoso) por haberlo designado cónsul de Bitinia, territorio al norte de
Turquía (ver).
Los chanchos en los diarios
Niceto Alcalá
Zamora y Castillo da cuenta de procesos contra animales en la segunda
mitad del siglo pasado, en países como Uganda,
Perú, España, México, Inglaterra, Brasil, Irán e Italia, por hechos de
embriaguez, escándalo, homicidio, tentativa de homicidio, daños, insultos,
allanamiento de morada y lesiones. Los acusados habrían sido un toro, un
caballo, un loro, un gato, una mula, una vaca, un elefante, una jirafa, un
grupo de cabras y cerdos, un perro, un puma, y así...
El autor citado señala que esta información
ha surgido de recortes de prensa. De las citas textuales que realiza parece
surgir que no hubo una imputación formal contra los animales de estos casos,
sino que se debe a excesos del lenguaje. Por ejemplo, de uno de los casos
citados se dice:
Escándalo de un perro ebrio en un
restaurante de Bogotá
Nada de esto alcanza, sin embargo, la
originalidad de otro caso del siglo pasado sobre el cual solo tenemos una cita
del título de la nota en el diario Excelsior del 23 de marzo de 1966:
“Ajusticiaron a una estatua en Argentina” (ver).
Defendiendo
con imaginación
Seguramente para alegría de Cristian Penna, en 1499, el abogado defensor de
un oso que había causado daños varios en aldeas de la Selva Negra logró demorar
una semana el juicio de su “cliente”, planteando que sólo podía juzgarlo un
“jurado en que solo sus iguales tomaran asiento” (ver).
Defendiendo
con imaginación II
En el siglo XIV, un abogado francés,
Bartolomeo Chassané, logró anular
la primera sesión de un juicio contra un grupo de ratones, porque “no se había
citado a los acusados en tiempo y forma”. Los animales, dispersos por todo el
lugar, eran tan numerosos que un solo auto de emplazamiento pegado en la pared
de la iglesia local no había servido a para notificar a todos ellos. Los curas
debieron salir por el campo, entonces, leyendo en voz alta el documento de
citación (ver).
Confesá
o te rompo los dientes
A veces, en los juicios contra animales,
alrededor del 1500, se utilizaba la tortura y, lo que es más perverso, los
“bufidos o alaridos que lanzase el animal torturado se consideraban confesión
de culpabilidad” (ver).
Dijo mi
gato...
Un hombre acusado de cometer un homicidio
en su propia casa, llevó consigo y como testigos a su gallo, su perro y su
gato. Como declaró bajo juramento que era inocente, y ninguno de los tres animalitos lo
contradijo, pidió ser absuelto, y así resolvieron los jueces. Se consideró que
de haber sido culpable el acusado, Dios habría hecho hablar a los animales para
que no quede impune (ver).
Queda
Ud. notificado
Los procesos (de la edad Media) no eran
tomados en broma por las autoridades eclesiásticas. Así, por ejemplo, cuando se
trataba de denuncias contra insectos, se enviaba una orden del juez para que
comparezcan a juicio. Un alguacil iba entonces a donde estaban los insectos a
leer la orden. Cuando los animales, obviamente, no comparecían al juicio, donde
se los esperaba, no se los declaraba rebeldes inmediatamente, se los debía
notificar dos veces más... (ver).
El
Diablo como instigador
En abril de 1587 se abrió un proceso contra
un “gorgojo verduzco” que se había instalado en los viñedos de Saint Julien, en
Francia. El 13 de abril los insectos fueron emplazados ante el tribunal y
acusados de dañar los cultivos por inducción del Diablo. El defensor de los
gorgojos contradijo la acusación, afirmando que sus defendidos carecían de
vinculación con el “Espíritu Maligno” y habían sido enviados a los habitantes
por Dios como castigo por sus pecados. Por ello, “castigarlos contravendría los
designios de Dios, y su condena incrementaría la ira del Altísimo”. El juicio
se aplazó varias veces y no se conoce su resultado, pero “aún se conservan 29
folios en relación a una causa que se extendió por ocho largos meses”. Siempre juntando papeles... (ver).
Ante la
duda...
En el año 1300 en Inglaterra, condenaron a una bandada entera
de cuervos, porque en el interrogatorio los jueces no pudieron distinguir a los
culpables “de aquellos que defendían su inocencia” (ver).
Plazo de ejecución de sentencia
En 1519, en la aldea de Stilfs se juzgó a unos
ratones por haberse comido la cosecha. La sentencia dispuso:
... que las bestias dañinas conocidos bajo el
nombre de ratones de campo, serán notificadas de abandonar los predios que
ocupan en la comuna de Stilfs en el plazo de catorce días, prohibiéndoseles el
retorno: pero si alguno de los animales estuviera en estado de embarazo, o
impedido de viajar por su extrema juventud, se les concederá otros catorce días...
¡Una ternura el tribunal! (ver)
El primer tratadista
Con tanto material que daban estos procesos en
que se condenaba animales, aun en ausencia, no podía faltar un abogado que
viviera de ello... El primer “tratadista” que lucró con estos pobres animales
fue E. P. Evans, que publicó en
1906 la obra “Juicios criminales y la pena capital de los animales”.
Ya entonces se comenzó con las sutiles
diferenciaciones conceptuales de la teoría jurídica. Propone “una distinción
técnica muy fina” entre los Thierstrafen
y los Thierprocesse. Los primeros se
refieren a la pena capital impuesta por tribunales laicos a animales domésticos
por homicidios. Los últimos son procesos eclesiásticos contra ratones,
langostas y otras plagas para alejarlas de los cultivos a través del exorcismo
y la excomunión (ver).
¿Qué
hacemos con la elefanta?
En 1917 en Tennessee la elefanta de un circo,
Mary, fue ejecutada con la horca por haber matado a su domador. Para ejecutar la
sentencia debieron recurrir a una grúa (ver).
§§§§§
Jamás debemos olvidar lo que estos ejemplos nos enseñan: las crueldades que los seres humanos somos
capaces de realizar en nombre de la ignorancia y del fanatismo —cualquiera de
ellos—.
Enviado por un lector
Un loro, Hariyal, ha
tenido que declarar ante la Policía de Rajura, en el estado occidental indio de
Maharastra, tras ser acusado por una mujer de insultarla a instancias de su
hijastro, algo que no pudo probarse pero finalmente provocó que lo echaran de casa.
Un loro, una mujer, el hijastro de esta
y un vecino comparecieron ante la Policía de Rajura en una insólita escena que
comenzó a instancias de Janabai Sakharkar (la señora), de 75 años, que asegura
que su hijastro enseñó palabrotas e insultos a Hariyal para que se los recitara
cada vez que pasa junto a su ventana, dijo hoy a Efe el inspector P.S. Dongre.
Aunque la India es un país que siente
especial cariño y otorga una particular protección a los animales, con monos
que se cuelan en el Parlamento y vacas que caminan apacibles por las autopistas
-en Maharastra matar a uno de estos bovinos puede conllevar una pena de cinco
años de cárcel-, Hariyal no pudo rehuir a la autoridad.
Ni tan siquiera el hecho de que en la
comisaría de Rajura supieran, según reconoció el inspector, que la señora y el
hijastro, gran amigo del dueño de Hariyal, mantenían rencillas personales por
problemas con una propiedad pudo evitar que el ave fuera llamado a testificar.
"Le pedimos al vecino que viniera
con el loro y le dijimos a la señora que hablara con él para ver si era verdad
que la insultaba", explicó Dongre al narrar el careo entre acusadora y
acusado.
Después de 15 minutos increpándole, el
silencio con que el loro capeó el temporal acabó desmontando la acusación de la
demandante.
Ante la evidencia, Dongre le pidió al
vecino que se llevara al perico pero el hombre, víctima de la presión del
momento, optó por tomar una drástica decisión.
"Dijo que era mejor que dejáramos
libre al loro, porque si no la mujer seguiría creando molestias innecesarias y
quejas y le íbamos a estar llamando a la comisaría una y otra vez", indicó
el inspector de policía, al señalar que el hombre le reconoció que no quería
ninguna complicación.
A Hariyal le mostraron la puerta de la
calle, pero este, según narró el policía, no voló y se quedó junto a su dueño.
"Es una mascota", indicó el
policía subrayando la obvia condición del pájaro.
Ante esa situación, la Policía se vio
en la obligación de llevar el asunto ante las autoridades competentes y entregarles
al inocente acusado, ya convertido en repudiado excompañero doméstico.
"Tuvimos que llamar a los guardias
forestales y dárselo a ellos para que se lo quedaran", indicó.