9 sept 2011

HISTORIAS DEL WARD - EPISODIO 5




Primer año


Año 1972. Ramos Mejía, Gran Buenos Aires. Un colegio con internado para estudiantes pupilos. Se abrieron las puertas del edificio que llevaba por nombre “Pfeiffer Hall”. Se escucharon los pasos desordenados de los jóvenes pupilos de primero a quinto año del secundario que cruzaban el hall de entrada y subían al primer piso por la escalera.


Entre ellos había un estudiante casi niño, de 13 años, flaco, desgarbado, flequillo largo siempre sobre sus ojos. Alfredo era alumno de primer año, y a diferencia de sus compañeros de aula, subía a las zancadas sin temor a mezclarse con los estudiantes mayores que él. Y muchos de esos mayores le pegaban una suave palmada en la cabeza mientras le inventaban algún apodo ocasional.


Alfredo los saludaba con un gesto casi adulto y una gran sonrisa. Al llegar al final de la escalera, encaró para la derecha, uniéndose nuevamente a sus compañeros de aula, mientras todos los demás se dirigían hacia el largo pasillo que estaba a la izquierda.


Los doce pupilos de primer año —entre ellos Alfredo— entraron al galope a su dormitorio común. Parecía el cuarto de un reformatorio. Doce camas, alineadas seis a cada lado de la puerta. La iluminación consistía en dos lámparas que colgaban del techo con austeridad.


El niño que dormía a la derecha de Alfredo le preguntó con curiosidad:


—¿No le tenés miedo a los que no son de primer año?


—No, ¿por qué les tendría miedo?


— … ¿cómo? Porque cada vez que se nos acercan es para torturarnos.


Alfredo dejó de prestarle atención y se concentró en la lectura de “Mi planta de naranja-lima”.


—¿Cómo es que no sabés por qué les tenemos miedo? ¿Y por qué te saludan los grandes?


—insistió el otro niño.


—¡Ah! Porque muchos de ellos fueron compañeros de mi hermano mayor.


—¿Cómo que “fueron”? ¿Dónde está tu hermano?


—Lo echaron hace dos años.


—¿Por?


A esa altura Alfredo ya parecía molesto.


—¿Qué se yo? Hizo muchos méritos, pero creo que era porque nunca entraba a clases y se quedaba en el parque.


Eso calló al curioso y Alfredo volvió a concentrarse en la lectura.


Era la primera semana de clases del año 1972, la primera semana de colegio secundario de Alfredo.

2 comentarios:

Francisco dijo...

Gran blog Alberto. Te voy a seguir, retuitear y feisbukear desde Chile y mi sitio
http://justiciapenaladolescente.blogspot.com/

Soy de los niñológos formados al alero de la tribu de la Mary Bellof (que entiendo fue compañera tuya) y compañía por acá

Un gran abrazo

Alberto Bovino dijo...

Hola Francisco.

Muchísimas gracias. Y cuidate de las malas ocompañías, dice que esa tal Mary Beloff es medio subversiva...

Abrazo,

AB