Lo tremendo es que hay un dia que uno dice
necesito un sueldo fijo y aguinaldo
y entierra la aventura en el recuerdo.
Y uno tiene razon, lo necesita.
Necesita un retroactivo para deudas, cada tanto,
y un decir trabajo allí, estable, quinto piso
para pedir los creditos del traje.
Y acribilla los gorriones de los sueños.
Es entonces que llega hasta antesalas
con cartas en la mano y vengo
y espere a que lo llamen.
Y uno mire que pasan, pasan, pasan
y ensucia una sonrisa ante la cara
y se muere tres mil seiscientas veces cada hora
de pequeñas vergüenzas
fumadas sobre el lento reloj de un funcionario.
(Es entonces lo tremendo: a uno se le cae
el resto del niño que le queda
y lo esconde avergonzado en el bolsillo).
Lo tremendo es que hay un dia
que entierra los barcos, entierra
la esperanza escondida de treparlos,
guarda el ansia de caminos en un libro.
(Algun dia, al abrirlo,
restara algun antiguo aroma lastimado).
Lo tremendo es que uno necesita
llegar a fin de mes y tengo tanto
y consuela geografias sobre sueños
leyendo en el subte de apurado.
Y ese intacto asombro por los trenes
trastoca su magia por horarios
y el cielo es un llueve o un no llueve
nada mas que por si llevo el impermeable.
Y ocurre que despues, un día
no es capaz de caminar, porque sí,
cincuenta cuadras,
ya no se duerme desnudo en primavera
y se levanta con chinelas y con bata.
(Casi siempre ya creció una huerta
y un ligustro trabajado los domingos).
Después, alguna vez,
cuando un sueño lo parte en astillas hasta el alma
uno dice yo tuve veinte años.
(Pone la firma final sobre su muerte).
y además bosteza y dice hasta mañana.
Lo tremendo es este lento suicidarse
a través del pulso y la esperanza
que iniciamos, sangrando, cualquier tarde
buscando un sueldo fijo y aguinaldo.
Julio Cesar Silvain
(El Grillo de Papel, N 2, Diciembre 1959- enero 1960)