Los hechos ocurridos en la Facultad de Veterinaria de la ciudad de
La Pampa el 18 de diciembre de 2014 resultan francamente repudiables. El
“festejo” de la graduación de tres estudiantes generó acciones intolerables y
de suma gravedad. Aclaramos que estos ritos, en general, nos parecen
cuestionables.
Lo que se puede leer sobre la noticia es más o menos lo siguiente. A
dos de los egresados los ataron espalda contra espalda y los azotaron con
ramas:
Al tercer egresado le dieron un “festejo” individual:
Todo esto sucedió, además, a la vista de un grupo considerable de
personas. Las circunstancias en las que se dieron estos hechos, más allá de la
respuesta que se le dé en el mundo real, son ricas en particularidades muy
útiles para discutir una variedad de cuestiones que giran alrededor del
castigo.
Así, sería interesante analizar, entre otros, algunos temas:
a)
si los actos de los que fueron víctimas los tres recién egresados merecen el
mismo tratamiento;
b)
la responsabilidad penal de las personas que animaron a los dos jóvenes que
inmovilizaron al recién egresado;
c)
por qué las autoridades declararon que habría que aplicar el derecho administrativo
propio de la universidad a los estudiantes y el derecho penal a los egresados;
d)
la posible responsabilidad de las autoridades por la tolerancia de estas
prácticas en el pasado;
e)
si resulta adecuado el uso del derecho penal ante una situación así;
f)
cómo juega la difusión dada a los hechos a través de las redes sociales; y
g)
la responsabilidad penal y el comportamiento de manada.
Otra cuestión interesante es la cuestión de género. Si se hubiera
tratado de una mujer, la reacción habría variado sustancialmente. El abuso
sexual consistente en la introducción de los dedos y, mucho más aún, del palo
en el trasero[1],
habría generado, ¿con razón?, muchísima más repercusión que la que ha tenido
este episodio.
Imagínense a una estudiante mujer víctima de dos personas que la
inmovilizan en público y a quien, luego de untarle vaselina, le introducen en
el trasero los dedos y un palo de madera, delante de un grupo de alrededor de
20 personas que “festejan” la acción abusiva.
La percepción de la misma conducta, realizada sobre el cuerpo de un
hombre, posee significado y sentido completamente distintos. Y genera, además,
una diferente reacción social. ¿Por qué?
El género masculino, en casos de abusos sexuales en general, no se
lleva muy bien con el derecho penal. Es decir, cuando se trata de hombres
mayores de edad que son abusados sexualmente, invocar la “protección” del
derecho penal no es lo que se espera de un verdadero hombrecito.
El reclamo por un abuso sexual cometido por un hombre contra otro
hombre “homosexualiza” a la víctima —considerando lo homosexual, además, como algo negativo—; cometido por una mujer contra un hombre,
lo define como un aparato —en verdad, no encontramos el término adecuado—.
Lo terrible de este caso es que se podría argumentar, con algunas
posibilidades de éxito, que se ha tratado de un abuso sexual que ha configurado
un sometimiento gravemente ultrajante para la víctima cometido por dos
personas. Esta hipótesis de imputación en el marco de un proceso penal
significa una posible escala penal “de
ocho a veinte años de reclusión o prisión” (art. 119, Código Penal).
Una locura, ¿no?
3 comentarios:
Todo lo relatado resulta repugnante y repudiable. Semejantes actos brutales realizados por personas con un cierto grado de intelecto, dentro de un claustro universitario y eso sumado al conocimiento y consentimiento de las autoridades educativas, da para iniciar un proceso legal. Estos hechos reflejan el tipo de sociedad que tenemos y lo enferma que está. Si de ese modo "festejan" un egreso, que harán en otras circunstancias. Digno de un análisis sociológico, personas con una formación académica de grado con conductas de presidiarios
No es solo en en ese lugar ni solo en las universidades.
Por lo pronto sucede en numerosas despedidas de soltero y egresos de colegios secundarios.
Las más de las veces probablemente no ocurran cosas graves, y por eso no trascienden, pero lo que subyace siempre es el comportamiento manada, agresivo y vejatorio.
Idem en las peleas entre hinchas, linchamientos, peleas a la salida de lugares nocturnos, etc.
La educación y la instrucción suele ser una capa muy fina.
En Israel existe el deber legal de actuar frente a crímenes en orden de evitarlos o mitigar sus consecuencias, lo que subsecuente conlleva en delito el hecho de permanecer indiferentes frente a ellos.
Todos los "espectadores" de semejante vejación bien podrían ser acusados y conllevar hasta 3 años de prisión.
Sin embargo, es muy probable que la defensa de los espectadores se base en que no existió delito alguno sino que todo fue parte de un festejo juvenil clásico y en consenso de todas las partes. (seguramente los perpetradores fueron victimas a su vez de actos similares, y los egresados a su vez sabían que les esperaba esto por graduarse)
Primera vez que comento en tu blog, te felicito por el mismo!
Un lector desde ramat gan!
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