1 nov 2014

SOBRE 43 ESTUDIANTES





LOS 33 ESTAMOS BIEN, ¿Y LOS 43 DONDE ESTÁN?
Por Carlos Varela Álvarez

Tuve la oportunidad de asistir a las 153ª audiencias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Washington DC. Lo pude hacer porque se nos concedió una Reunión de Trabajo en un caso de Uruguay, a la que asistimos con dos queridos colegas, Carlos de Casas de Mendoza y Pablo Donnangelo de Uruguay. No escribiré sobre ello porque eso hace referencia  a mi labor como abogado.
Quisiera contar mejor lo que significan esas audiencias para miles de personas que a través de la sociedad civil llevan temas tales como la pena de muerte, el indigenismo, la contaminación ambiental, las nuevas tecnologías y los derechos humanos, la libertad de expresión, el acceso a la justicia, la justicia independiente, los niños migrantes, la represión, las ejecuciones extrajudiciales, las condiciones de detención, el acceso a la información, la violencia de género, las nuevas identidades sexuales, etcétera.
Todo ello en una semana maratónica donde desde Canadá al Cono sur, rinden examen sus instituciones y gobiernos, y donde por una vez ese Estado, ese Gobierno, se sienta a dialogar de igual a igual con el denunciante o el habitante crítico. Ese  Gobierno que en su territorio le dice a sus ciudadanos que no tiene tiempo, o que no escucha, que no investiga, o que reprime, o que garantiza la impunidad.
Ahì en la Comisión están frente a frente, para ser cuestionado, pero también para ser escuchado, o mostrar sus avances, o recibir recomendaciones que luego podrán ser revisadas.
Uno percibe la fuerza de la sociedad civil, de cientos de personas, unas con corbatas, otras con sus trajes típicos, otros con sus colores indígenas y otros apenas con sus ropas humildes y su orgullo alto; todos se hacen escuchar. Son miles de voces que frente a los Comisionados aprovechan los pocos minutos que se les otorga para que el mundo por un instante se detenga y les permita pedir el cambio, la tolerancia, la igualdad, el respeto a la dignidad.
Una de las audiencias que me tocó asistir de público, fue la de  México, que desplegó una quincena de asesores, embajadores y funcionarios de distintos niveles  para mostrar su Plan de Derechos Humanos, los protocolos de actuaciones y las capacitaciones que dice estar llevando a cabo.
Fue la audiencia más convocante porque las organizaciones sociales de ese país, casi todas con personas muy jóvenes y en su mayoría mujeres, dieron un ejemplo de discurso articulado, de estadísticas irrebatibles, de la existencia de un cuadro gravísimo de violaciones a los derechos humanos por parte de un Estado corrupto y muy débil en lo institucional a pesar de tantas leyes y formularios.
Durante esa audiencia se sintió con fuerza las decenas de miles de personas ejecutadas, la violencia institucional, la incapacidad de un Estado para articular políticas serias en esa materia.
Pero lo que más se sintió fue la presencia de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos hace más de un mes en Iguala ( Estado de Guerrero).  
Uno a uno fueron recordados sus nombres en la audiencia y se pidió un minuto de silencio para tomar aun más conciencia de la gravedad que significa su desaparición. Sus compañeros cantan en las marchas “con vida los llevaron, con vida los queremos”, que recuerda tanto el horror que no hace mucho vivimos en nuestro país y por supuesto en Mendoza.
La audiencia fue estremecedora por la absoluta falta de respuesta y por la vergüenza del Estado de Mèxico, que no puede explicar ni la búsqueda, ni la falta de resultados, y sólo exhibir sus leyes y protocolos de actuación.
Hubo hace un par de años una experiencia trágica en Chile de 33 mineros desaparecidos de la superficie y rescatados vivos todos ellos, con la enorme algarabía para todo el mundo.
En un papel escrito a mano, su líder minero, desde la catacumba donde se encontraba escribió “estamos bien los 33” y por un instante, este mundo convulsionado se detuvo, se abrazó y rió.
Hoy a este mismo mundo le faltan 43 estudiantes rurales que con enorme coraje sólo pedían mejor educación. No podemos olvidarnos, como no lo hemos hecho con nuestros desaparecidos. Hay que lograr que podamos recibir ese mensaje, esa carta, esa botella del mar, que diga “estamos bien los 43”, o que lo digan de la manera que quieran, pero hasta que no lo sepamos y no abracen a sus padres, amigos, compañeros y hermanos, debemos ser nosotros, la sociedad civil de cualquier parte del mundo, quienes pidamos por ellos a México.
Nos faltan 43 estudiantes, sin ellos, el día está incompleto y la noche vacía.
                 
                  Carlos Varela Álvarez
                          Abogado




1 comentario:

Elba Pignatta de Barrau dijo...

Excelente Carlos Varela Álvarez. Gracias Albert por darlo a conocer.